El Ejército Alemán – José Antonio de la Loma

149 páginas
21 x 14,5 cm.
Ediciones Sieghels, 2014
Encuadernación: rústica

Precio para Argentina: 220 pesos
Precio internacional: 16 euros

José Antonio De la Loma, recopilando testimonios y experiencias de oficiales alemanes, y confrontado con asesoramiento militar, de lecturas más o menos técnico-militares y de sus estudios de Historia en la Universidad, ha dado a la luz esta obra, en la que pone de manifiesto lo que ha sido y es el espíritu militar de Alemania. Espíritu que ha formado la esencia moral de su Ejército, constituyendo su base principal y más sólida.
Para alcanzar a comprender en profundidad es necesario remontarse a un origen nada próximo; y seguir paso a paso su intrincada evolución, sus problemas, sus progresos, en suma, todo lo que viene a resultar el conjunto de factores históricos que lo han determinado.
Aún así, hay en él algo más que la voluntad de sus mandos, la misión por la que se forjó o los efectos de sus armas: está el espíritu de los hombres que lo integran, mil veces por encima en importancia a cualquier otro factor. Espíritu que es carácter que lo ilumina y refleja a la vez del de la nación, forjado a lo largo de los años, y que ha dejado impresas en la Historia las huellas imborrables de su paso. Seguir pues esas huellas desde el momento en que podamos percibirlas, será nuestra misión.
Esperamos poder así alcanzar la comprensión y compenetración con el espíritu que hoy anima al Ejército alemán.
Barcelona, 1944.

ÍNDICE

Presentación 7
Prólogo 11

PRIMERA PARTE 13
EVOLUCIÓN HISTÓRICA 13
I.- Los rudimentos de un ejército 15
II.- La época de las grandes invasiones 19
III.- El feudalismo alemán 23
IV.- Los soldados de fortuna. 29
V.- El «miles perpetuus» y su época 37
VI.- La táctica del «viejo Federico» 41
VII.- La milicia nacional 45
VIII.- El «interregno» hasta el Imperio 47
IX.- Preludios de la Gran Guerra 51
X.- La evolución de las armas 57

SEGUNDA PARTE 61
LA ORGANIZACIÓN PRESENTE 61
XI.- El ejército de los cien mil 63
XII.- Bases fundamentales de la reorganización nacionalsocialista del ejército alemán 71
XIII.- Factores geográficos 73
XIV.- Los factores: ambiente, carácter y raza 77
XV.- La educación espartana y la moral de las juventudes 81
XVI.- La mujer alemana en la guerra 89
XVII.- Un escalafón complejo el alemán 93
XVIII.- Sentido de las academias militares 99
XIX.- Caracteres psicológicos diferenciales típicos del ejército alemán 105
XX.- Espíritu de ofensiva 107
XXI.- El espíritu de las retiradas 111
XXII.- El espíritu del orden 115
XXIII.- Espíritu de caballerosidad 117
XXIV.- Espíritu de resistencia física y moral 121
XXV.- Espíritu de camaradería frente al peligro 125
XXVI.- Espíritu de humanidad 129
XXVII.- Influencias del espíritu de religiosidad 133
XXVIII.- Una inquietud constante: el armamento 135
XXIX.- Tres columnas táctico-estratégicas alemanas 139
XXX.- La Patria condecora a sus servidores 143
XXXI.- Dos ejércitos distintos 147
Epílogo 149

PRESENTACIÓN

Sería vanidad que yo pretendiera presenta a un escritor, sea o no recién salido al palenque de las letras, puesto que podría repetirse el caso del cuento y se me preguntase quien me presenta a mí. Carezco, al efecto, de precedentes de costumbre y de la calidad de escritor que precisaría para apadrinar a quien desea contribuir con su esfuerzo y sus do­tes a la cultura ajena.
Pero el caso presente tiene otro matiz, que es el que me anima a aceptar el papel de padrino con que me honra el Autor de este trabajo. Entre los centenares de estudiantes universitarios que están pasando por mi mando, para conse­guir la brillante y solitaria estrella de Alférez de Complemen­to, sucesor de aquel muy distinguido Alférez Provisional, figura este joven estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, que ha sabido y sabe compaginar sus estudios de carácter oficial, merced a los que en su día conseguirá un título académico, con aquellos otros estudios y ocupaciones que pueden contribuir a su for­mación cultural completa, y que desde sus primeros, mo­mentos no quiere reservar para sí mismo, sino que en un afán de expansión lanza el público. Es indudable que este deseo merece toda protección y ayuda, y si con lo que mi cargo, que no mi nombre, representa, puedo contribuir a su realización; si con mis modestas líneas puedo satisfacer el ansia legítima de un novel, ir de la mano de persona que por llevar ya una vida consagrada a la milicia, en toda la auténtica y amplia acepción de esta palabra, le sirva de introductor, no puedo en conciencia negarla, antes al contrario, gustoso doy cumplimiento a tal misión.
El autor de esta obra ha hecho ya sus pruebas, con éxito, en las lides literarias; concretamente en el teatro; mereciendo la distinción de ser representada una obra suya por el S. E. U. de este Distrito Universitario; pero sin duda, el influjo del uniforme que ahora viste, le hace sentir ese «espíritu militar», sin el cual no puede ser buen Oficial, quien pretenda llevar las divisas de cualquier empleo o jerarquía; y recopilando cosas oídas y vistas en Oficiales alemanes, con algunos de los cuales ha convivido, y confrontado con asesoramientos de la misma procedencia, de lecturas más o menos técnico-militares y de sus estudios de Historia en la Universidad, ha dado a la luz esta obra, en la que pone de manifiesto lo que ha sido y es el espíritu militar de Alemania, a través de la Historia, y que como es lógico ha contribuido a formar la esencia moral de su Ejército, constituyendo su base principal y más sólida.
La circunstancia de que salga a la palestra de las letras militares quien por su profesión no pertenece a la «Carrera de las Armas», hace más meritorio y digno de loa este trabajo que ha de ser leído con interés en cualquier época y momento, pero más, en esta encrucijada bélica en la que la Humanidad se encuentra sumida y que amenaza con dar al traste con nuestra milenaria Civilización, aunque hemos de confiar en que la Divina Providencia no ha de permitir que esa civilización cristiana, por la que tanto ha luchado y lucha, en todos los órdenes, nuestra querida España, sea ahogada por los modernos bárbaros, para bien de la Humanidad en general y de nuestra Patria en particular.
Felicito, pues, al novel escritor en las lides militares y le animo a seguir trabajando en pro de su formación militar y para contribuir a la cultura general de nuestra amada España, de cuya juventud mucho esperamos los que ya nos hemos alejado de ella.
Barcelona, abril de 1944.

FRANCISCO MUT
(Coronel de Estado Mayor)

PROLÓGO

Hablar del ejército alemán, considerándolo como una uni- dad, resultado de unas causas nacidas en el transcurso de estos últimos años, sería incurrir en un grave error. Para alcanzar a comprender de un modo esquemático, pero relativamente claro y ordenado, cuanto ese amplio concepto entraña, es necesario remontarse a un origen nada próximo, por cierto, a nosotros; pero cercano, sin embargo, a las primeras épocas de la Historia; y seguir paso a paso su intrincada evolución, sus problemas, sus progresos, en suma, todo lo que viene a resultar el conjunto de factores históricos que lo han determinado.
No es, por tanto, el Ejército alemán una unidad caprichosa que surge oportunamente en un momento crucial para esquivar los peligros que pudieran redundar en perjuicio de la nación. Así considerado, resultaría en todo excesivamente frío, materializado. Hay en él algo más que la voluntad de sus mandos, la misión por la que se forjó o los efectos de sus armas: está, el espíritu de los hombres que lo integran, mil veces por encima en importancia a cualquier otro factor. Espíritu que es carácter que lo ilumina y refleja a la vez del de la nación, forjado a lo largo de los años, y que ha dejado impresas en la Historia las huellas imborrables de su paso. Seguir pues esas huellas desde el momento en que po­damos percibirlas, será nuestra misión. Y encajados en el torrente de los años pretéritos, desembocar en el raudal del presente, conocedores de ese carácter. Buscando siempre, no el dato concreto ni la fecha determinada, como razón de nuestro trabajo, sino la frase olvidadiza pero oportuna, el comentario humilde, pero eficaz; la carta ignorada que yace en el fondo de una guerrera parda; la anédocta fugaz que pasa como el proyectil silbando los oídos para morir sin fuerza en los mustios libros de viejas bibliotecas; y, en suma, el germen variado, motivo, causa, detalle, que en todo mo­mento pueda iluminar nuestro camino, enfocado hacia la comprensión y compenetración con el espíritu que hoy ani­ma al Ejército alemán.

El Ejército cubano. 1959 Colección Uniformes e insignias N° 3: Batista y la revolución de Fidel Castro – Alejandro Kordon

50 páginas
15,5 x 25 cm
numerosas fotografías b/n
8 láminas color
Ayer & Hoy Ediciones
Colección Militaria
2008, Argentina
Tapa blanda
Precio para Argentina: 55 pesos
Precio internacional: 14 euros

Libro de formato estilo Osprey

Serie ilustrada a color de “AYER Y HOY MILITARIA”
UNIFORMES E INSIGNIAS 3
Historia Militar universal – Uniformes – Emblemas – Insignias – Banderas – Medallas y Condecoraciones – Arqueología Militar – Batallas – Campañas – Biografías – Documentos

En enero de 1959, luego de una serie de pronunciamientos y acciones tendientes a derrocar la dictadura de Fulgencio Batista y Zaldívary originados por un movimiento nacionalista dirigido por el doctor Fidel Castro Ruiz; el destino del pueblo cubano cambió hasta la actualidad.
En este volumen, el autor nos presenta los orígenes de este movimiento, el desarrollo de la campaña militar revolucionaria y nos muestra los uniformes, armamentos y equipos de las fuerzas en el conflicto, ambos de origen norteamericano. Al mismo tiempo, conoceremos una síntesis de los comandantes de uno y otro bando, sus retratos en las láminas a color y la organización de las fuerzas enfrentadas.
Una imagen del frente en la Sierra Maestra, en la campaña revolucionaria para derrocar militarmente a Fulgencio Batista: en el grupo se pueden ver a los principales Comandantes del movimiento insurrecto, los hermanos Raúl y Fidel Castro Ruz.
Sus precarios uniformes corresponden a elementos de los depósitos cubanos de la época, de origen norteamericano, como las blusas o camisas, los pantalones o bombachas y los cubrecabezas y cascos M-l. Mucho material y equipo había sido enviado asimismo, a las tropas guerrilleras, desde los países vecinos del continente, mediante la ayuda norteamericana.
Las armas, de variado tipo, fueron de uso y arsenal estadounidense como el fusil M-l Garand, de la Segunda Guerra Mundial.

El Ejército Cubano. 1949 - Batista y la revolución de Fidel Castro - Alejandro Kordon

ÍNDICE

*

INTRODUCCIÓN

La Revolución Cubana fue el proceso por el cual se produjo el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista y Zaldívar, en la República de Cuba, coronada el 1 ro. de enero de 1959, por fuerzas populares, militares y milicias creadas, principalmente el llamado Ejército Rebelde del Movimiento 26 de Julio comandado por el doctor Fidel Castro Ruz. La .raída de Batista, llamado ”el Sátrapa” condujo a la formación _e un gobierno revolucionario liderado inicialmente por Manuel Urrutia Lleó corno Presidente y José Miró Cardona como Primer Ministro, quienes serían desplazados poco después por el mismo Fidel Castro quien, paulatinamente y a pesar de proclamarse desde siempre anticomunista, imprimió a su gobierno personalista y dictatorial de una explícita orientación socialista.
BATISTA
Fulgencio Batista y Zaldívar, conocido como “El Hombre” por sus adeptos, y como “el Sátrapa”, por sus enemigos, nació en Veguita. Banes. Cuba, el 16 de enero de 1901 y huyó del país en enero de 1959, exiliándose en España hasta su muerte, ocurrida en Marbella el 6 de agosto de 1973. Parece ser que su madre, Carmela, lo nombró Rubén y le puso su apellido, Zaldívar, porque su padre, Belisario, no se quiso hacer cargo. Fue legalmente Rubén Zaldívar hasta que en 1940, al ser nominado a la candidatura presidencial, él mismo regularizó la situación falsificando documentos y sobornando a funcionarios de los registros civiles. De origen humilde, desempeñó diversos oficios en su juventud y. a partir de 1923, entró en la guardia rural del Ejército, donde alcanzaría el grado de sargento taquígrafo, con destino en el Estado Mayor Central.
LA REVOLUCION DE LOS SARGENTOS DE 1933 Y BATISTA CORONEL
El 4 de septiembre de 1933 el Sargento Zaldívar-Batista participó en la sublevación militar que terminó por derrocar a Gerardo Machado y formó parte de la pentarquía presidida por Ramón Grau San Martín. Al poco tiempo. Batista fue nombrado Coronel y Jefe del Ejército de Cuba. (En esta época no existía el grado de general). De 1933 a 1940 dirigió con mano dura la represión contra los movimientos comunistas y socialistas de las centrales azucareras. En 1940 se creó bajo la presión de los militares nacionalistas, una Asamblea constituyente en la cual participaron políticos procedentes de distintos sectores como Carlos Frío Socarras. Ramón Grau San Martín, Eduardo Chibas, y los comunistas Blas Roca Calderío. y Juan Marinello Vidaurreta. Renunciado Grao San Martín, Batista se presentó en las elecciones presidenciales llamadas en 1940, corno candidato de la Coalición Socialista- Democrática. Elegido Presidente, inauguró su mandato el 10 de octubre de 1940. En dicho gobierno llegarían a participar algunos ministros del Partido Socialista Popular de Cuba. El 8 de junio de 1940 se aprobó una nueva Constitución, que introdujo en la práctica política cubana el semi-parlamentarismo; el Presidente era elegido por sufragio universal para un período de cuatro años y, además, potenciaba la intervención del Gobierno en la economía e introducía una red de seguridad social.
BATISTA GENERAL
El 8 de septiembre de 1933 Batista pasó, en virtud del Decreto 1.538. de Sargento de Primera (taquígrafo) a Coronel y con ese grado se mantuvo al frente de la jefatura del Ejército hasta que salió de las filas para postularse en las elecciones a Presidente de la República, elecciones que ganó en 1940. Vale decir que se retiró corno Coronel, el grado máximo en el Ejército cubano de entonces. Sin embargo, el 27 de enero de 1942 se promulgó, bajo la presidencia de Batista, el Acuerdo- Ley Número 7, conocido también corno la Ley Orgánica del Ejército y la Marina de Guerra, documento impulsado por la entrada de Cuba en la II Guerra Mundial, que estableció que a partir de allí en el Ejército habría cuatro Generales de Brigada y que uno de ellos, con el grado transitorio de Mayor General, ocuparía la jefatura del Estado Mayor. “El oficial superior en situación de retiro, que haya ocupado en propiedad la jefatura del Ejército y desempeñe o haya desempeñado la presidencia de la República, figurará en la relación o escalafón especial de oficiales de su misma situación, con el mayor grado o jerarquía reconocido por esta ley”. Ese grado máximo era el de Mayor General y Batista reunía los requisitos. Asimismo, Batista hizo modificar la Ley de Retiro de las Fuerzas Armadas con la adición de un nuevo artículo, el 48, que expresaba: “El militar en situación de retiro que ocupe la presidencia de la República no percibirá pensión alguna mientras desempeñe dicho cargo; computándosele el tiempo que lo sirviere como en activo a los efectos de su antigüedad en e! servicio”. La Ley Orgánica establecía que el militar escogido para ocupar, como Mayor General, la jefatura del Estado Mayor, debía haber servido, como General de Brigada durante dos años como mínimo. En virtud del artículo 48, Batista, aunque retirado, seguía ahora en el Ejército y acumularía antigüedad durante los dos años que le restaban para abandonar la presidencia. Con su grado y el tiempo requerido, si un testaferro suyo llegaba a la presidencia en 1944, podía nombrarlo jefe del Ejército sin infligir la ley. Circunstancia que no se dio, pero perfectamente posible si su candidato. Carlos Saladrigas, hubiera ganado los comicios en ese año.
A todo esto, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que se habían deteriorado en 1939, afectaron a la industria azucarera, aunque el nuevo tratado firmado el 27 de diciembre de 1939 mejoró la situación, al restablecer el sistema de cuotas para esta industria. Durante su primer mandato, Batista, presionado, cooperó en la 2a Guerra Mundial con los aliados y declaró la guerra a Japón, Alemania e Italia, aunque no envió tropas efectivas a ningún frente de combate. En 1944 se convocaron nuevas elecciones y fue elegido nuevamente Presidente Ramón Grau San Martín, el mismo a quien Batista había obligado a renunciar cuatro años atrás. Luego de ocho años de gobiernos corruptos e ineficientes bajo las presidencias de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, Batista se presentó a las elecciones de 1952. No obstante, como las encuestas antes de las elecciones lo colocaban en el tercer lugar, dio el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, antes de conocerse el resultado de las elecciones de ese año. Durante este segundo mandato, caracterizado por enormes focos de corrupción, saqueo al estado y al Pueblo, torturas y desapariciones de opositores, construyó, al tiempo, numerosas infraestructuras, como la autopista Habana- Varadero, un túnel submarino, líneas ferroviarias y el aeropuerto Rancho Boyeros. Además, movido por el deseo de no depender exclusivamente del comercio del azúcar. Batista buscó otra fuente de ingresos en el turismo. Llevó a cabo una persecución de todos los elementos extremistas que existían en Cuba.
ORGANIZACIÓN DEL EJERCITO DE BATISTA
Existían, al momento de la revolución en el país, 7 Regimientos de la Guardia Rural (GR) operativos:
-Regimiento No. 1, “Maceo”, ubicado en Santiago de Cuba;
-Regimiento No. 2. “Agramóme”, en Camagüey;
-Regimiento No. 3. “Leoncio Vidal'”, en Las Villas:
-Regimiento No. 4. “Domingo Goicuría”. en Matanzas;
-Regimiento No. 5 “Mart픑, en La Habana;
-Regimiento No. 6, “Ríos Rivera”, en Pinar del Río;
-Régimiento No. 7. “Calixto García , en Holguín.
Cada regimiento tenía escuadrones, aproximadamente de la siguiente forma: el regimiento No. 1 con 7 escuadrones, con numeración del 11 al 17: el No. 2 con 6, del 21 al 26; el No. 3 con 9, del 31 al 39; el No. 4, 5. del 41 al 45; el No. 5 con 7, del 51 al 57: el No. 6 con 6, del 61 al 66; y el No. 7 con 4, del 71 al 74. Todas estas posiciones se encontraban reforzadas. Igualmente había en el país alrededor de 322 puestos o bases pequeñas militares. Existía la División de infantería, “General Alejandro Rodríguez Velazco”, compuesta por dos regimientos denominados: “4 de septiembre” y “10 de marzo” con sus respectivas unidades. Un regimiento de artillería, las Fuerzas Aéreas, la Marina de Guerra, la Policía Nacional y el Servicio Militar de Emergencia, el cual constituía la mayor fuerza de la Reserva. La estructura del Estado Mayor Central, creada en noviembre de 1957, donde se reagruparon en un solo mando, la Marina, el Ejército y la Aviación, fue designada como una Jefatura Suprema encabezada por el Teniente…
(continúa)

Los Textos Malditos de Richard Wagner – RICHARD WAGNER

120 páginas
20 x 13 cm.
Ediciones Sieghels, 2008

Encuadernación rústica
Precio para Argentina: 180 pesos
Precio internacional: 14 euros

En el año 2008 se celebra el 125 aniversario de la muerte de Richard Wagner. Resulta entonces la ocasión ideal para publicar sus tres textos esenciales donde trata el tema judío, aprovechando que algunos de ellos nunca han sido editados en castellano y además fueron, ¡y son aun!, sin duda el motivo de una persecución absoluta por parte de los poderes económicos y de la prensa, intelectuales sionistas y marxistas contra Wagner.
Wagner no solo fue un artista extraordinario sino que era un hombre de un valor y sinceridad total, nunca tuvo miedo de la miseria o del desprecio si era por seguir su camino y su ideal de Redención de la humanidad por el Arte.
No fue ‘antijudío’ en el sentido personal o globalizador, pues tuvo amigos íntimos judíos, amigos con los que trataba con sumo aprecio y que comprendieron que las denuncias de Wagner no eran contra ‘todos los judíos’ sino contra ese poder financiero y mediático que trata de dominar a los pueblos donde viven.
Por eso en su entierro, el féretro de Wagner fue llevado a hombros tanto de un judío, como el director Hermann Levy, como de un futuro nacionalsocialista del NSDAP como Wolzogen.

De los tres textos que incluimos, el primero es el famoso “El Judaísmo en la música”, y trata del tema más artístico, mientras son otros dos son mucho más directos y concretos sobre la mala influencia de los grupos de poder financiero y mediático judíos (hoy llamaríamos sionistas) sobre el arte alemán y la vida cultural de los demás pueblos.

ÍNDICE

WAGNER Y EL PROBLEMA JUDIO……………………………………………………………………… 5
EL JUDAÍSMO EN LA MÚSICA……………………………………………………………………………..7
ACLARACIONES SOBRE MI TEXTO ‘EL JUDAÍSMO EN LA MUSICA’……………………..51
MODERNO………………………………………………………………………………………………………101

Historia de la Cruz Céltica – Colectivo Helios

151 páginas
21 x 15 cm.
Ediciones Nueva República
Colección «Arrels» / 2
Barcelona, 2005

Cubierta a todo color, con solapas y plastificada brillo
Precio para Argentina: 108 pesos
Precio internacional: 18 euros

Mientras que en Italia o Francia, pongamos por ejemplo, cualquier militante podría responder de inmediato, en nuestro país sucede justamente lo contrario. Algunos relacionarían dicho símbolo con la esvástica o cruz gammada; otros, con las runas y el resto de símbolos nórdicos; y tampoco faltarían quienes lo señalaran como un símbolo pagano y, por tanto, anticristiano. Pocos serían, a buen seguro, los que contestasen que la rueda solar o cruz céltica es la representación más antigua de la cultura indoeuropea, la cultura que vertebró nuestra identidad: desde los gélidos mares septentrionales hasta las cálidas costas mediterráneas.
Mucho más antigua que la esvástica, se puede hallar en multitud de grabados rupestres. Cuando los primeros europeos comienzan su andadura la rueda solar les acompaña, les sirve de vehículo para identificarse con el Sol, la encarnación de la divinidad máxima que proporciona Vida y Muerte. Es un símbolo que, por indoeuropeo, tiene un carácter positivo. La esvástica o cruz gammada, por contra, es una evolución de la rueda solar, un desarrollo que irá parejo a la toma de conciencia de lo que nos es común: lo europeo y la europeidad.
Cuando el cristianismo irrumpe en nuestro continente, sus moradores llevaban siglos utilizando la rueda solar, de tal forma que a los primeros cristianos no les costó adoptarla inmediatamente. Los prosélitos de la nueva religión, que por entonces están alejados de cualquier influencia semítica, saben que únicamente integrándose en la tradición y cultura ancestrales podrán alcanzar sus fines evangelizadores. La rueda solar acaba convirtiéndose en un símbolo cristiano, pero no ecuménico, sino estrictamente europeo

ÍNDICE

— Prólogo [Erik Norling]
— La cruz céltica: orígenes míticos y arcaicos [Javier Fuertes]
— La cruz céltica cristiana
— Un símbolo de identidad nacional-revolucionario
— La cruz céltica en España: un álbum
— Anexo. Algunos datos y etapas del regreso de la conciencia pagana en Europa [Robert Steuckers]

¿ABSOLUCIÓN PARA HITLER? Testigos no escuchados sobre las cámaras de gas – GERD HONSIK

320 páginas
Editorial Revisión

1990, Buenos Aires
tapa: blanda
Precio para Argentina: 40 pesos
Precio internacional: 19 euros

¡EL LIBRO CONTRA EL HOLOCAUSTO!
“EL DERECHO A LA VERDAD”
CONTENIDO, ENTRE OTROS:
*  Los más conocidos revisionistas.
*  Los no conocidos revisionistas.
*  Carta del Gral. de la SS León Degrelle a su Santidad el Papa Juan Pablo II.
*  Documentos y pruebas auténticas contra la existencia de cámaras de gas en el III Reich de Adolf Hitler.
*  Fotos históricas de Adolf Hitler.
*  Epílogo del Editor:
Hermann Berg von Mayerhausen
¡ABSOLUCION PARA ADOLFO HITLER!

Este libro causó al autor una persecución sin precedentes en su país, Austria, lo que obligó a Gerd Honsik a exiliarse en España para evitar la prisión. Esto llevó a las autoridades austríacas a solicitar al gobierno español su extradición. Pero la Audiencia afirmó ya en su auto de 7 de Noviembre de 1995, que “el Ministerio Fiscal en sus alegaciones se opone a la extradición de Gerd Honsik por no darse el requisito de doble incriminación”, añadiendo la defensa además que “se trata de un delito político y, por tanto, excluido de la extradición”. Y continúa:   “Tampoco es factible encuadrar tal conducta como provocación al delito de genocidio pues éste exige el propósito de destruir, total o parcialmente, a. un grupo nacional o religioso. Tal propósito no puede afirmarse de los hechos por los que ha sido condenado el reclamado (escribir y publicar esta obra), pues se refieren no a un resultado, como exige el tipo, sino negar una verdad históricamente establecida, y en cuanto tal sin encaje legal hasta la citada L.O. de 11-5-95 que sí recoge expresamente la negativa, justificación o canalización de las conductas genocidas…” . Tanto el juez como el fiscal estuvieron de acuerdo en que el presente libro no conculca la ley española.
Honsik nos invita a recorrer, de su mano, las opiniones y declaraciones de 37 testigos no escuchados hasta el día de hoy sobre tan importante cuestión histórica.

ÍNDICE

I Parte de la obra
Presentación del autor            7
Carta del Sacerdote Viktor Robert Knirsch                   9
Carta de Gerd Honsik al Ministro de Justicia                 10
Testigo Nº 1: Jean Beaufret              13
Testigo Nº 2: Alois Brunner             16
Testigo Nº 3: J. B. Burg                   22
Testigo Nº 4: Arthur Butz                 26
Testigo Nº 5: Thies Christophersen            33
Testigo Nº 6: Helmut Diwald            38
Testigo Nº 7: Robert Faurisson                 43
Testigo Nº 8: Hans Fritsche             51
Testigo Nº 9: Hans Grimm                   55
Testigo Nº 10: Esther Grossmann              59
Testigo Nº 11: Heinrich Hártle          61
Testigo Nº 12: Richard Harwood               65
Testigo Nº 13: Wilhelm Hóttl            72
Testigo Nº 14: David Hoggan           81
Testigo Nº 15: David Irving              85
Testigo Nº 16: Benedikt Kautzky               90
Testigo Nº 17: Erich Kern                98
Testigo Nº 18: Emil Lachout            105
Testigo Nº 19: Heinz Mazakarini                112
Testigo Nº 20: Savitri Devi Mukherji          118
Testigo Nº 21: Francis Parker Yockey                 125
Testigo Nº 22: R .G. Dommerque Polacco de Manasce                  130
Testigo Nº 23: Paul Rassinier           134
Testigo Nº 24: Hanna Reitsch           139
Testigo Nº 25: Lothar Rendulic                  147
Testigo Nº 26: Henri Roques            152
Testigo Nº 27: Hans Ulrich Rudel              160
Testigo Nº 28: Franz Scheidl            164
Testigo Nº 29: Gerhard Schirmer               173
Testigo Nº 30: Herbert Schweiger              182
Testigo Nº 31: Wilhelm Staglich                 186
Testigo Nº 32: Josef Stuparek          200
Testigo Nº 33: Otto Skorzeny          204
Testigo Nº 34: Helmut Sündermann           208
Testigo Nº 35: Udo Walendy           214
Testigo Nº 36: Ernst Zündel             221
Testigo Nº 37: León Degrelle            226
Declaración del Presidente de la Federación
Cultural de Burgenland           248
Declaraciones de Erika Weinzierl               250

II Parte de la obra
Prefacio              253
“El Drecho a la Verdad. Los entretelones del caso Bronfman-Waldheim”              255
Epilogo: de Hermann Berg von Mayerhausen                287
Notas aclaratorias a la 2da. Edición            292
66 Preguntas y respuestas sobre el Holocausto… 293

III Parte de la obra
Apéndice fotográfico: Imágenes de la vida de Adolf Hitler…………307

PRESENTACIÓN DEL AUTOR

Permítame que me presente: Mi nombre es Gerd Honsik. Dudo que Hitler haya dado muerte a seres humanos mediante el uso de gas. Aquí les presentó a 37 personalidades cuyas declaraciones reafirman mi punto de vista.

Entre las personalidades que voy a citar aquí, para comprobar que bajo el mando de Hitler jamás existieron cámaras de gas, se encuentran:
Tres portadores de la Cruz de Caballero de la Segunda Guerra
Mundial,
Seis antiguos presos de los campos de concentración,
Un fiscal estadounidense,
Seis profesores universitarios, ocho historiadores, una hindú
esposa de un diplomático-, un poeta, dos filósofos,
Cuatro franceses, dos ingleses, dos americanos, tres reporteros,
Siete antifascistas e intelectuales izquierdistas,
Cinco judíos y quince académicos.

PERSECUCIÓN: Veintitrés de estas personalidades fueron encarceladas por motivos políticos. Cinco de ellos fueron desposeídos de sus títulos de doctorado por adherirse a la tesis en contra de las cámaras de gas. Uno de ellos, seguramente por saber demasiado, falleció asesinado cuando, durante el transcurso de un proceso político, fue internado en una clínica psiquiátrica en los EE.UU. El crimen quedó a oscuras. Otro de ellos sufrió dos atentados mediante bombas enviadas por correo, para hacerlo callar. También a él aquí se le dará la palabra.
Los buenos están por todas partes. Es hora que se levanten y se unan.

Gerd Honsik Kimigstetten, 20 de Agosto de 1988

INTRODUCCIÓN

Esta es la obra por la cual su autor, BERD Honsik fué condenado, en Mayo de 1992, a 18 meses de prisión, después de un proceso que duró cinco años y un juicio de varias semanas.
Honsik huyó a España.
El sacerdote católico Robert Viktor Knirsch, autor del prólogo de esa obra y que ya anteriormentehabía ayudado a Honsik en su trabajo, fué suspendido inmediatamente de su ministerio e ingresado en el manicomio de Gugging, donde falleció al poco tiempo.
Las innumerables consecuencias que este libro y su procesamiento causaron, quedan englobadas en el apéndice de la página 245.

Poco antes del proceso de Gerd Honsik, el presidente del Colegio Austríaco de Ingenieros, Walter Lüftl, renombrado perito en materia judicial (después de leer un artículo de prensa originario del autor del presente libro) se convenció de que la masacre de judíos en el III Reich, jamás se pudo haber llevado a término de la manera descrita, ni en las dependencias, ni con los medios mencionados (Zyclon B y gases de escape de motores Diesel).
Resultado: en un plazo de 24 horas Lüftl fué suspendido de sus cargos. A continuación, tal como la Justicia austríaca suele hacer, fue procesado por “fomentar el resurgimiento del Nacionalsocialismo”.

Al poco tiempo de la condena de Honsik, el mejor periodista del gran rotativo austríaco “Kronenzeitung”, el editorialista Nimmerrichter, consiguió la autorización para contrastar la opinión histórica establecida.
Pocos días después del juicio contra el presente libro y su autor, defendió que la mayor parte de los judíos que murieron lo hicieron víctimas de epidemias, y que no habían existido las instalaciones técnicas para matanzas masivas por gas venenoso.
Resultado: El artículo de Nimmerrichter levantó una “ola de indignación” y fué el inicio de una batalla periodística de casi toda la prensa del país contra el Kronenzeitung, que duró casi un año. Y, a pesar de que el propio Nimmerrichter fué perseguido por el régimen nazi, el presidente de la “Asociación Cultural Judía”, Paul Grosz, no dudó en acusarle de “intentar el resurgimiento del Nacionalsocialismo”.
Este ejemplo demuestra claramente como se ha abusado de esta ley para defender la tesis de las “cámaras de gas”

CARTA DEL SACERDOTE VIKTOR ROBERT KNIRSCH

Estimado señor Honsik:
Usted se dirige a mí con la pregunta de si apruebo, desde el punto de vista moral, su emprendimiento de escribir un libro cuyo fin es investigar la concepción de la historia mantenida hasta el momento. Como sacerdote católico apostólico romano, digo: ¡Sí!
Escriba este libro. Investigue la existencia de cámaras de gas en el III Reich. De la remota experiencia de la humanidad de que la muerte antecede o sigue al mal como una sombra, surge la comprensión de que la Verdad forma parte del séquito del bien. Es el derecho de que todo quien busque la verdad pueda dudar, investigar y equilibrar. Y donde se exige a las personas que ellas deben creer ciegamente, se hace notar una altanería, con tanta blasfemia, que nos torna pensativos. Si bien ahora aquellos cuya tesis pone en duda, tienen la razón de su lado, aceptarán todas las preguntas serenamente, darán sus respuestas con toda paciencia. Y no seguirán ocultando sus pruebas y actas! Pero si aquellos mienten, aclamarán al juez. Así se les reconocerá. La verdad es siempre sosegada; ¡pero la mentira grita por un juicio terrenal!
Con mis respetos, saludóle atentamente

Sacerdote Robert Viktor Knirsch
Kahlenbergerdorf, 2/6/1988

CARTA DE GERD HONSIK AL MINISTRO DE JUSTICIA

“Auschwitz es la continuación de la Segunda Guerra Mundial a través de la utilización de otros medios”.
Johann Sauerteig
Amigo y colaborador del autor, muerto en un accidente bajo circunstancias misteriosas, de noche, en una calle boscosa, en el año 1985.
Estimado Señor Ministro de Justicia:
Como Usted sabe, nuestro pueblo alemán en Austria y en la República Federal de Alemania, carga en sus espaldas, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la acusación por la aniquilación de los judíos. Ni más ni menos, se asevera que seres humanos fueron asesinados con gas. Primeramente veinte, luego doce, después siete y, finalmente, seis millones. Ahora descubrí que esta aseveración nunca fue investigada ni por los fiscales que la elevaron, ni por los jueces que la utilizaron como base de su veredicto de culpabilidad y ni siquiera por las “Instituciones de Historia Contemporánea”, ideadas durante la postguerra. Ningún perito juramentado quiso investigar el arma utilizada para el delito (cámaras de gas y crematorios), los cadáveres (cenizas y huesos de seis millones), ni el lugar de los hechos, (Birkenau, Maidanek y Treblinka).
Jamás se llevó a cabo una investigación del lugar. Jamás fueron oídos testigos de descargo. Jamás un tribunal austríaco investigó la manipulación criminal, falsificación de documentos, el “Estatuto 1Londinense”, una burla a todo orden judicial en el mundo y que formaba una ley de juzgamiento criminal durante el juicio de Nürnberg. Jamás, durante un juicio por asesinato en Austria, se pudo proceder de manera tan irresponsable.
Sin embargo, jueces austríacos sostienen que las cámaras de gas son “judicialmente conocidas”. ¿Acaso Katyn no fue “judicialmente conocido” antes que una comisión polaco-rusa constatara durante el movimiento “Glasnost”, después de 43 años que, en ese caso, se trataba de un crimen soviético? ¿De qué vale, entonces, la formulación de “judicialmente conocido”, si en el juicio no se conoce nada? ¿Si no fue examinado, si nada fue investigado, ni ningún testigo de cargo fue escuchado? Espero no cometer un acto reprensible si dudo del “Holocausto”; y esto seis millones de veces. Y si le pido someter a los testigos y sus obras a un exámen por Tribunales austríacos, peritos austríacos e historiadores austríacos fidedignos, como los habrá fuera del “Instituto de Historia Contemporánea”, del “Movimiento Austríaco de Resistencia”y su “Centro de Documentación”, el cual hasta el momento ni siquiera pudo documentar su propia “resistencia”.
Si dichos autores -cuyas obras no son indicadas (en las listas de libros prohibidos) en Austria- mienten, las mismas deben ser prohibidas.
Si no mienten, deberían ser valederas aquí, en el país, como “judicialmente conocidas” de que el “Holocausto”es una mentira, y que el “Instituto de Historia Contempránea”, los “combatientes”de la Resistencia Austríaca y el señor Simón Wiesenthal son los cómplices del fraude más grande e indecoroso de la humanidad. Yo creo que ahora deberían ser investigados y probados rápidamente estos hechos antes de que la “Glasnost”, desde Moscú, nos tome la delantera al respecto.

Atentamente, GerdHonsik

PD: Estoy de acuerdo con Ud. de que no se debe vanagloriar a
Hitler pero asimismo supongo que Ud. coincidirá conmigo en que tampoco se le debe endemoniar. Ninguna ley nos obliga a mentir.

EL AUTOR

Gerd Honsik se le empezó a conocer en Austria como poeta cuando fue publicada su balada “Despedida a los caballos de Alemania” en el periódico universitario liberal “DieAula” (num. 7, 1981). Entre un total de siete trabajos publicados, sólo dos son de contenido histórico; los otros cinco volúmenes están dedicados a la poesía.
Gerd Honsik pertenece a un grupo de los llamados “revisionistas”, que cuestionan la versión oficial sobre la historia reciente de Europa. El no ha negado irreflexiva y lapidariamente el así denominado “holocausto”; lo único que plantean es la posibilidad de recabar información de la forma más meticulosa en el mismo lugar de los hechos.
Pero aunque los revisionistas han sido siempre comedidos en sus planteamientos, ello les ha servido de poco. Según una ley austríaca que no tiene parangón en el mundo, Honsik fue condenado a 18 meses de prisión por sus preguntas, tal vez incómodas para algunos, sobre lo que se ha denominado “actividad nacionalsocialista “.

En 1992 se exilió en España. A pesar de que la justicia española (el Tribunal Constitucional estuvo dividido sobre este asunto) rechazó la solicitud de Honsik de refugiado político, la Audiencia Nacional negó al gobierno austríaco la extradición solicitada. Tanto el juez como el fiscal estuvieron de acuerdo en que el presente libro no conculca la ley española.
Honsik vive retirado en España y sólo muy de vez en cuando sus lectores alemanes pueden leer sus nuevas baladas.
Entretanto, las dudas que Honsik planteó en Austria ante los tribunales han sido confirmadas ampliamente por uno de los” principales redactores del semanario alemán Der Spiegel, Fritjof Meyer.
Meyer, que también es historiador, plantea serias dudas sobre el denominado “holocausto”. Afirma incluso que ha llegado a estas convicciones gracias a Honsik.  Fritjof Meyer mantiene la opinión de que en el campo de concentración de Auschwitz no fallecieron a causa del gas los hasta ahora mencionados 6.700.000 judíos. Las cámaras que se muestran a los visitantes no serían sino simulaciones con las que se ha engañado al mundo entero. Las mencionadas serían cifras propagandísticas, y las diversas confesiones utilizadas con tal objetivo fueron conseguidas mediante torturas.
¿Por qué calla durante decenios el gobierno alemán respecto a estas cifras inspiradas en la propaganda? ¿Se estará por fin rompiendo el dique?

PUNTO Y FINAL A LA LEYENDA DE LAS CÁMARAS DE GAS
EL PERITAJE DE GERMAR RUDOLF

El hoy octogenario oficial de la 2- Guerra Mundial, General Otto Ernst Reme, (condecorado con la Cruz de Caballero, distintivo de lucha cuerpo a cuerpo), fué condenado por la Justicia Alemana a dos años de prisión por haberse atrevido a poner en duda la tesis del “Holocausto”.
Su defensor, el abogado Hajo Herrmann, encargó entonces a un químico competente, efectuar un peritaje sobre la cuestión de las cámaras de gas. Encontró, en la persona del joven químico diplomado Germar Rudolf, que se encontraba entonces en situación de acceder al doctorado en el Instituto Max Planck de Stuttgart, al hombre científicamente cualificado y dispuesto a enfrentarse a la difícil tarea.
Rudolf examinó la única “Cámara de gas” de Ausschwitz que había quedado intacta (denominada “Centro de la muerte” en la literatura correspondiente), e hizo analizar pruebas de ladrillos y mortero en el Instituto. El resultado coincide con el del experto americano Fred Leuchter:
En estas dependencias jamás se han utilizado gases venenosos.
Del Zyanid, que al contener ácido prúsico hubiera permanecido en las paredes, e incluso hubiera teñido las piedras de un intenso color azul, no había ni rastro en las muestras analizadas.
En cambio las cámaras de desinfección de ropa (piojos) que todavía están todas en pie y donde efectivamente se utilizó gas Zyclon B, permiten, aún hoy, verificar el color azulado de sus paredes.
Rudolf mandó los resultados de su investigación, tal como se suele hacer en el mundo científico, a todos y cada uno de los 306 profesores de química de las universidades alemanas, para recibir el visto bueno a su teoría, sin que ninguno de ellos le diera una opinión contraria.

Resultado:
El director del Instituto Max Planck, Dr. Simón, suspendió a Rudolf de su cargo y le despidió.
En una toma de posición, el profesor Simón dijo literalmente: “Cada tiempo tiene sus tabúes… Ni siquiera nosotros, los científicos tenemos derecho a oponernos a este tema. Tenemos que aceptar que nosotros los alemanes, tenemos menos derechos que otros.”

Aquí la voz de Europa Alocuciones desde Radio Roma durante la Segunda Guerra Mundial – Ezra Pound

204 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 240 pesos
Precio internacional: 16 euros

Ezra Pound, brillante poeta, ensayista, traductor y crítico cultural estadounidense, fue un auténtico ”fuera de serie” de la literatura contemporánea y su fama como escritor sería seguramente muy amplia si no hubiera sido por sus colaboraciones radiales con el régimen fascista de Mussolini que aquí presentamos.
Durante esta época, Pound apoya el fascismo, aportando ideas, proyectos culturales y participando en las reformas sociales. En sus intervenciones en Radio Roma Pound habla libremente, diez minutos cada vez, de todo y de todos. Afronta temas políticos, literarios y económicos; sobre todo económicos pues en ellos ve la clave para comprender los acontecimientos de su época. La idea general de Pound era que las guerras eran creadas por la codicia de los usureros y los fabricantes de armamento; y que son los banqueros los responsables de la injusticia en el mundo, quienes ven en la guerra simplemente un gran negocio. De allí su apoyo al fascismo que se opone a este sistema.
Sin embargo, también es esta colaboración, volcada en este libro, la que le vale la mortal persecución de la tiranía democrática. Finalizada la guerra que tanto denunció, Pound es detenido, de forma inhumana, en una prisión militar al norte de Pisa y posteriormente un penal de los EE.UU.. Aquí es metido en una jaula de hierro (en los cantares la llama “la jaula del gorila”), en una línea de jaulas en que se guardaban a los condenados a muerte. Bajo el sol y la lluvia, soporta el escarnio de los que pasaban y, por la noche, poderosos reflectores que le impedían conciliar el sueño. Tras ello es encerrado en un manicomio por 12 años, lo que no le impide mantenerse lúcido escribiendo, llegando incluso a recibir el Premio Bollingen al mejor libro de poesía norteamericana durante su internamiento.
Pound pagó un alto precio por un delito de opinión. Tuvo que demostrar, con el ejemplo, su propia frase: “Si un hombre no está dispuesto a arriesgarse por sus ideas, o bien sus ideas no valen nada, o bien el que no vale nada es él”.

ÍNDICE

Prólogo del Traductor. Reseña biográfica 7
Sobre la traducción 27
El modelo (30 de Marzo de 1942) 31
Cuestión de motivo (13 de Abril de 1942) 39
Un acento francés (11 de Mayo de 1942) 45
Llegar tarde (essere in ritardo) (14 De Mayo 1942) 55
Con fantasmas (18 de Mayo 1942) 63
A modo de comienzo (28 de Mayo 1942) 73
El señor decaído (19 de Junio de 1942) 81
Continuidad (6 de Julio 1942) 89
Como llegamos a esto (10 de Julio 1942) 97
Superstición (20 de Julio 1942) 105
Propaganda del eje (26 de Julio 1942) 113
Canuto (Abril 1943) 119
Conciencia ( 24 de Abril 1943) 125
Sobre la naturaleza de la traición (2 de Mayo 1943) 131
Para consolidar (1942) 139
SEGUNDA PARTE
Prólogo. La voz de Europa 149
Primeros apuntes sobre Pound y el Fascismo 155
Los famosos paréntesis (7 de Diciembre de 1941) 165
Universalidad (4 de mayo de 1942) 171
Oscuridad (13 y 14 de Julio de 1942) 177
Sin título (13 de Junio de 1943) 185
Sin título (26 de Junio de 1943) 191
Sin título (24 de Julio de 1943) 197

Prólogo del Traductor

Al mencionar a Ezra Pound y al grupo de escritores norteamericanos que confluyeron en París hacia los años 1920 una de las primeras cosas que viene a la mente es la frase aquella de “la generación perdida”. Hay varias anécdotas más o menos similares acerca de cómo surgió la expresión.
Según una de ellas, en París hacia los ‘1920s, Gertrude Stein, quejándose por lo mal que un joven mecánico había reparado su automóvil, le hizo un reclamo al dueño del taller quien, para disculpar a su empleado, le explicó que, los jóvenes eran fáciles de capacitar; no así los que habían pasado por la Primera Guerra Mundial y se hallaban entre los 25 y los 35 años. Estos últimos, según el hombre, pertenecían a “une génération perdue” – una generación perdida. Hemmingway, comentando el incidente, ironizó diciendo que probablemente el sujeto ya estaba ebrio a esa hora del mediodía puesto que, de otro modo, no se explicaba cómo pudo acuñar “una frase tan maravillosa”.
Sea como fuere, lo cierto es que con el tiempo la denominación trascendió. Aplicada al principio – y aun hasta hoy día – para designar a un grupo de escritores norteamericanos radicados en París, sirve también para caracterizar a toda la generación de escritores y artistas que vivió – y sufrió – el difícil período que se extiende entre la Primera y las Segunda Guerra Mundial. Porque esos escritores pertenecen, realmente, a una generación perdida. Perdida en casi todos los múltiples sentidos de la palabra.
Perdida porque unos cuantos de ellos, “políticamente incorrectos”, se han prácticamente perdido para el gran público y son conocidos casi solo por especialistas quienes, al reconocer sus méritos, no omiten nunca recalcar que los valoran siempre y solo “a pesar de” las opiniones e ideas que en su momento estos autores sustentaron. Y perdida, además, porque todos ellos se encontraban perdidos. Perdidos moral, intelectual y estéticamente. Perdidos en un mundo que se acababa de derrumbar, otro que pugnaba por nacer pero con muy escasas probabilidades de éxito, y un tercero que asomaba sobre el horizonte como una negra amenaza. Quiso la fatalidad – y en no menor medida la estupidez humana – que de los tres mundos posibles, el que terminó materializándose fuese justamente el tercero.
La fama de algunos sobrevivió a la hecatombe. Fueron los políticamente neutros. O los “correctamente” posicionados. O los simplemente indiferentes ante los gatuperios de los politicastros. O los que fueron tan constitutivamente bohemios, individualistas y rebeldes que sencillamente les importó un bledo todo lo que sucedía y todo lo que sucedió en ámbitos tan alejados del arte como la política, la economía y las guerras. Pero los otros – Louis Ferdinand Céline, Drieu La Rochelle, Knut Hamsun, Ernst Jünger, Robert Brasillach, Paul Morand y tantos más – o bien resultan hoy ignorados casi por completo, o bien sus biografías resultan convenientemente recortadas, o bien se los menciona a desgano, intercalando en todo caso un fárrago de explicaciones y excusas.
A este segundo grupo pertenece Ezra Pound.
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Ezra Weston Loomis Pound nació un 30 de Octubre de 1885, en Hailey – Idaho – como hijo único de Homer Loomis Pound e Isabel Weston. Después de recibir una educación primaria en instituciones particulares, a los 13 años ingresó a la Academia Militar de Cheltenham en la que permaneció hasta los 15 luego de lo cual fue admitido en el College of Liberal Arts de la Universidad de Pennsylvania en 1901. En el ínterin, también a los 13, tuvo la oportunidad de hacer un viaje de tres meses con su madre y su tía por Europa, visitando Inglaterra, Bélgica, Alemania, Suiza e Italia.
Volvió a hacer otra gira de tres meses por Europa en 1902 para luego ingresar al Hamilton College del condado de Oneida, en el estado de Nueva York. Allí estudió el dialecto provenzal y la Divina Comedia de Dante con William Pierce Shepard, constituyendo lo segundo muy posiblemente el impulso inicial que lo incitó a escribir su obra más conocida: los Cantos (o Cantares como quería que fuesen llamados en español).
Se graduó como Licenciado en Filosofía en 1905 y regresó a la Universidad de Pennsylvania para estudiar las lenguas romances con Hugo Rennert, absolviendo su Maestría en Artes en 1906. Se inscribió luego para un doctorado en filosofía y obtuvo una beca para realizar viajes de estudio con la cual viajó a Madrid pasando casi un mes realizando trabajos de investigación sobre Lope de Vega. De Madrid se trasladó a la Sorbona de París, de allí viajó a Londres y regresó finalmente a los EE.UU. Al año siguiente tuvo un entredicho con Felix Schelling, el titular de la cátedra de inglés, y abandonó la universidad sin terminar su doctorado. Después de aceptar un puesto docente en el Wabash College de Crawfordsville, Indiana, – que en algún momento describiría como “el sexto círculo del infierno” – y algunos escandaletes relacionados con diversas mujeres, dejó Crawfordsville para regresar a Europa.
Desembarcó en Gibraltar en Abril de 1908 con 80 dólares en el bolsillo. Ganó algún dinero como guía de turismo y enviando algunos de sus escritos al Harper’s Magazine. Unos meses después estaba viviendo en Venecia y publicaba por cuenta propia su primer libro de poemas, A Lume Spento (Con Cirios Apagados)1. En Agosto se mudó a Londres – llegando esta vez con apenas 3 libras en su haber – donde se quedaría a vivir por 12 años y donde, a poco de llegar, trabó una duradera amistad con William Butler Yeats.
En 1909 ya era conocido y apreciado en los círculos literarios ingleses. Durante el año siguiente publicó tres libros – Personae, Exultations y The Spirit of Romance – con marcado éxito. Aparte de ello, también colaboró con varias publicaciones escribiendo reseñas y críticas. Tal como lo señalara T.S. Eliot tiempo después: “Durante una década crucial en la historia de la literatura moderna, aproximadamente entre 1912 y 1922, Pound fue el más influyente y de alguna forma el mejor crítico en Inglaterra y en América”.
En 1912 ayudó a crear un movimiento que dio en llamarse “Imagism”. La idea impulsora de este movimiento fue la de elaborar un lenguaje literario más directo que el que había impregnado la poesía romántica y victoriana. Acompañado por otros autores tales como William Carlos Williams, Amy Lowell, Richard Aldington y Hilda Doolittle, el movimiento se centró en la búsqueda de la precisión expresiva y en la economía de los términos. Ezra Pound lo formularía diciendo: “No vuelvan a decir en verso mediocre lo que ya ha sido dicho en buena prosa” y “No usen palabras superfluas ni adjetivos que no signifiquen algo”.
Una de las características más notables y destacadas de Pound fue su increíblemente amplia generosidad para con otros escritores; un rasgo de su personalidad que no solo lo enaltece sino que, llegado el momento y como veremos más adelante, hasta muy probablemente le salvó la vida. Su influencia concreta se extendió mucho más allá de su propia producción literaria.
Tenía, por de pronto, una gran capacidad para descubrir el talento en otras personas y constantemente promocionaba a escritores cuyas obras estimaba como valiosas. Ayudó y promocionó a poetas como Robert Frost y D.H. Lawrence, además de ser el editor y gran amigo de T.S. Eliot. De hecho, el que publicó “The Waste Land” de T.S. Eliot – que es probablemente uno de los poemas más significativos de la época del modernismo inglés – fue Ezra Pound. Pero su círculo de amistades incluyó también al novelista irlandés James Joyce a quien ayudó a publicar y a hacer conocer sus obras. Durante los peores años de Joyce, Pound incluso lo ayudó financieramente y existe una anécdota según la cual le consiguió un par de zapatos usados cuando el irlandés quedó tan en bancarrota que se había quedado hasta sin calzado. En 1925 Hemingway escribiría sobre Pound: “Defiende a sus amigos cuando son atacados, los mete en revistas y los saca de la cárcel … Escribe artículos sobre ellos. Los presenta a mujeres ricas. Consigue editores que aceptan sus libros. Se queda sentado con ellos durante toda la noche cuando se sienten morir … les adelanta el dinero para gastos de hospital y los disuade del suicidio”.
Paralelamente, la propia obra de Pound siguió creciendo. Durante los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial aparecieron dos de sus obras más destacadas: “Homage to Sextus Propertius” y “Hugh Selwyn Mauberley”. En la segunda de las mencionadas, compuesta de 18 poemas y publicada en 1920, aparece por primera vez en la obra de Pound el concepto de la usura y una ácida crítica al sistema socioeconómico imperante. La guerra, aun cuando no participara directamente de ella como otros poetas y escritores, demolió en Pound la fe en la dirección que los vencedores le estaban imponiendo a Occidente. Hacia fines de 1920 decidió que Londres ya no era el lugar para él y se trasladó a París.
En París se hizo pronto amigo de personalidades como Marcel Duchamp, Tristan Tzara, Fernand Léger y Ernest Hemingway.
Publicó “Poems 1918-1921” y en 1922 Eliot le envió el manuscrito de “The Waste Land” al que llenó de tachaduras y comentarios en tinta azul por lo que Eliot escribiría después: “Me atrae pensar que el manuscrito, con los pasajes suprimidos, había desaparecido irrecuperablemente. No obstante, por el otro lado, quisiera que las correcciones en azul fuesen preservadas como prueba irrefutable del genio crítico de Pound”.
En su constante afán por ayudar, convenció al abogado neoyorquino John Quinn a financiar el Transatlantic Review, la revista literaria de John Madox Ford. Por otra parte, trabó una amistad muy sólida con Hemmingway con quién recorrió Italia en 1923 y lo ayudó a relacionarse con Lewis, Ford y Joyce. Como retribución, Hemmingway trató (infructuosamente) de enseñarle a boxear.
En 1924 se cansó del ambiente de París y decidió cambiar de aires nuevamente. Esta vez se dirigió a Italia y se estableció en Rapallo, ciudad en la que residiría durante los siguientes 20 años. Allí, su vida cambió de un modo bastante sustancial: en 1925, de su relación con la violinista Olga Rudge, le nacería su hija María y al año siguiente su hijo Omar, de su esposa Dorothy Shakespear. En lo que a su producción literaria se refiere, Pound se concentró en sus Cantos, una muy ambiciosa y larga serie de poesías sobre la que venía trabajando desde 1915, y que él mismo describió alguna vez como su “poema que incluye Historia”. La primera sección del poema se publicó en 1925 y en ella ya queda en evidencia la creciente preocupación de Pound por los temas económicos y por la inestabilidad financiera surgida como consecuencia de las secuelas de la Primera Guerra Mundial. Más tarde aparecerían las continuaciones: “Eleven New Cantos” en 1934; “The Fitfth Decade of Cantos” en 1937 y “Cantos LII-LXXI” en 1940.
Su inquietud por los problemas económicos y sociales de su tiempo lo llevó a profundizar en el tema. Se familiarizó con la teoría del “Social Credit” (Crédito Social) elaborada por Clifford Hugh Douglas según la cual la mala distribución de la riqueza se debía a un poder de compra insuficiente por parte de quienes producían los bienes y los servicios siendo que quienes los producían eran, al mismo tiempo, los consumidores de los mismos. En otras palabras: la totalidad de los ingresos de los productores no alcanzaba para comprar los bienes y servicios que ellos mismos producían. Por otra parte, sus propias observaciones también llevaron a Pound a la conclusión que en todas partes imperaba una injusticia promovida y sustentada por banqueros cuyas manipulaciones financieras conducían a guerras y conflictos.
Todas estas consideraciones, unidas a la experiencia directa de vivir en la Italia fascista, lo llevaron a juzgar a Mussolini y al fascismo de los años ‘20 en términos positivos.
No fue el único.
Dirigiéndose a una delegación de socialistas italianos luego de la Marcha Sobre Roma de Mussolini, Lenin se lamentaba en 1922 recordando los orígenes socialistas de Mussolini: “Es un desperdicio que hayamos perdido a Mussolini. Es un hombre de primera categoría que hubiera llevado nuestro partido al poder en Italia”2. Desde la vereda de enfrente, cinco años después, nada menos que Churchill le manifestaba al Duce: “Si fuera italiano, estoy seguro de que habría estado de todo corazón con usted desde el principio hasta el final en su triunfante lucha contra los bestiales apetitos y pasiones del leninismo”3. En 1933 Sigmund Freud le envió a Mussolini un ejemplar del libro “Warum Krieg?” (¿Por qué guerra?) que había escrito conjuntamente con Albert Einstein incluyendo una dedicatoria que rezaba: “A Benito Mussolini de parte de un viejo que saluda en el gobernante al Héroe de la Cultura”4. Franklin D. Roosevelt en un mensaje a su embajador en Italia, Breckinridge Long, concedería: “Parece no haber duda alguna que (Mussolini) está interesado en lo que estamos haciendo y estoy muy interesado y profundamente impresionado por lo que ha logrado y por su evidentemente honesto propósito de restaurar a Italia”5 para agregar además: “No me importa decirle confidencialmente que me mantengo bastante estrechamente en contacto con ese admirable caballero italiano”6.
Las apreciaciones favorables a Mussolini y al fascismo podrían citarse por docenas. Por supuesto: todas ellas anteriores a la Segunda Guerra Mundial … Como se dice habitualmente, muy pocos intelectuales y muy pocos políticos resisten un archivo. Porque con el correr del tiempo y las conveniencias del momento, las opiniones dieron un giro de ciento ochenta grados y finalmente se volvieron “políticamente correctas”. Obviamente.
No fue el caso de Ezra Pound. Una vez persuadido de los aspectos positivos del fascismo italiano – aunque sin pertenecer al partido y sin participar directamente en forma activa de la política italiana – Pound se mantuvo firme en sus convicciones. El 30 de Enero de 1933, el mismo día en que Hitler ascendía al poder en Alemania, Pound se entrevistó con Mussolini. Luego, ese mismo año publicaría su “ABC of Economics” (El ABC de la Economía) seguido por “ABC of Reading” (El ABC de la Lectura) en 1934; “Social Credit: an impact” (Crédito Social: un impacto) en 1935; “Jefferson and/or Musolini” (Jefferson y/o Mussolini) en 1936.
Con el tiempo y en realidad, su mensaje político se concentró casi solo en dos cosas: en el sistema socioeconómico injusto y en la guerra que este sistema había traído consigo. Precisamente para tratar de mantener a su propio país fuera de la guerra viajó en 1939 a los EE.UU. Demás está decir que, a pesar del fuerte movimiento antibélico existente en los EE.UU. y a pesar de que Pound se entrevistó con varios legisladores y concedió toda una serie de entrevistas periodísticas, no fue escuchado en los niveles superiores del gobierno norteamericano que impulsaban la política exterior en una dirección diametralmente opuesta y que terminarían permitiendo – y quizás hasta provocando – el ataque japonés a Pearl Harbor para justificar el ingreso de los EE.UU. a la Segunda Guerra Mundial. Con todo, durante su estadía obtuvo al menos un reconocimiento: el Hamilton College, dónde había obtenido la licenciatura en filosofía 34 años antes, le concedió el título de doctor honoris causa el 12 de Junio de 1939.
Tras volver a Italia, Pound, hacia 1940, había escrito una impresionante cantidad de cartas y había presentado sus ideas en cientos de artículos en los que una y otra vez insistía sobre un punto central: la crítica al sistema económico usurario impulsado exclusivamente por la usura para el cual la guerra era simplemente un gran negocio. En esto, su gran preocupación – uno casi estaría tentado a decir: su obsesión – desde 1939 en adelante fue hallar un modo de evitar que su país, los EE.UU., fuesen arrastrados a la guerra en Europa. Y además, desde el momento en que – tanto al frente de este sistema como en la generación que disparara la revolución bolchevique, así como por añadidura en gran parte de la literatura de la época7 – apareciesen constantemente los nombres de Rothschild, Trotsky, Morgenthau, Zinoviev, Lehman, Radek, Warburg, Schiff, Baruch y muchísimos otros, resultó poco menos que inevitable que Pound se topara también con la cuestión judía tal como lo habían hecho muchos antes que él, Winston Churchill incluido.8 Todo esto quedó luego reflejado en los mensajes radiofónicos que transmitió desde Roma durante la Segunda Guerra Mundial y que casi terminaron costándole la vida.
No le fue fácil acceder a los micrófonos de Radio Roma. Comenzó escribiendo artículos para la radio hacia fines de 1940. Los primeros no fueron leídos por él sino por los locutores habituales de la emisora. A partir de Enero de 1941 pudo grabar sus propios mensajes que fueron transmitidos en un promedio de dos por semana. Por regla general, los escribía en su casa, en Rapallo, y viajaba a Roma para grabarlos en series de diez o veinte alocuciones a la vez. Recopilaba la información de fuentes muy diversas: de las transmisiones radiales y de las publicaciones italianas, de estaciones extranjeras – principalmente de la BBC inglesa que podía sintonizar en su propia radio – de conversaciones con amigos, funcionarios, viajeros; de cartas de los amigos que siguieron viviendo en los EE.UU. y otros países; y de su propia biblioteca que incluía números anteriores de varios periódicos.
La mayor parte de sus mensajes se dirigió a la audiencia norteamericana, aunque también transmitió para la inglesa y, en ocasiones, para ambas. Está comprobado que en los EE.UU. lo escuchaban las autoridades y prueba de ello son las transcripciones de la FCC (Federal Communications Commision = Comisión Federal de Comunicaciones) que incluso dieron lugar, en Abril de 1942, a que el FBI, a pedido del Departamento de Justicia norteamericano, iniciara una investigación para determinar el posible alcance de su audiencia en los EE.UU.
A partir de fines de Enero de 1942 – es decir, después de Pearl Harbor y con los EE.UU. ya implicados abiertamente en la guerra – las transmisiones radiales de los mensajes de Pound desde Radio Roma fueron precedidas de la siguiente declaración que él mismo había redactado y que las autoridades fascistas habían aceptado:
“Radio Roma, actuando de acuerdo con la política fascista de libertad intelectual y de libre expresión de opiniones por parte de quienes están calificados para tenerlas, le ha ofrecido al Dr. Ezra Pound la utilización de este micrófono dos veces por semana. Queda entendido que no se le pedirá decir nada en absoluto que vaya en contra de su conciencia, ni tampoco cualquier cosa que sea incompatible con sus deberes como ciudadano de los Estados Unidos de América.”
En total, Pound transmitió más de 120 mensajes a través de Radio Roma, siendo que, en realidad, es casi imposible establecer con precisión el número exacto de sus alocuciones.9 En todo caso, siguió transmitiendo y escribiendo – a veces bajo seudónimo – en los últimos tiempos por lo menos ocasionalmente, hasta Abril de 1945.
El 2 de Mayo de 1945 – apenas unos días después de que Mussolini fuera fusilado y su cuerpo colgado cabeza abajo para exhibición pública en la plaza Loreto de Milán – Ezra Pound estaba solo en su casa de Rapallo. Una patrulla de partisanos antifascistas ingresó a la vivienda dándole tiempo solamente para meterse una copia de Confucio y un diccionario chino en su bolsillo luego de lo cual lo llevaron a Chiavari. Lo soltaron, sin embargo, con lo que finalmente Pound, no teniendo realmente adonde ir y sabiendo que la clandestinidad no sería ninguna solución viable para él, se entregó a las autoridades militares norteamericanas en el pueblo de Lavagna.
Al principio, los militares no tuvieron ni idea de quién era ese sujeto algo extraño que les había caído poco menos que del cielo. Solamente después de recibir toda una serie de histéricos cables procedentes de Washington llegaron a la conclusión de que, fuera quien fuera, el sujeto debía ser “peligroso”. Consecuentemente, lo trasladaron al Centro Disciplinario de las Fuerzas Armadas norteamericanas cerca de Pisa en donde mantenían prisioneros a soldados norteamericanos acusados de asesinato, violaciones y otros crímenes graves.
Lo encerraron durante tres semanas enteras en una jaula de alambre tejido con un espacio de 1,80 x 2 metros10, a la intemperie, con la prohibición de hablar con nadie, con potentes reflectores iluminándolo durante toda la noche, sin colchón, durmiendo sobre el piso de cemento y con solamente una delgada manta para cubrirse. Terminó física y mentalmente destruido a tal punto que tuvieron que trasladarlo a una unidad médica para mantenerlo con vida. Allí, si bien lo alojaron en una carpa primitiva, al menos le permitieron una mayor libertad de movimientos y pronto el personal del centro se acostumbró a la figura del algo estrafalario pero inofensivo prisionero que ayudaba a los soldados a escribir las cartas que enviaban a sus familiares y que por las tardes se sentaba a la máquina de escribir en la farmacia del centro médico a escribir poesías. Así comenzaron a nacer sus The Pisan Cantos o

Cantos de Pisa.
En Noviembre de 1945, después de casi 7 meses, decidieron por fin enviarlo detenido a los Estados Unidos en dónde lo acusaron de traición a la patria por sus mensajes radiales desde Roma.
La acusación conllevaba la posibilidad cierta de una sentencia a muerte y frente a la misma, jurídicamente, Pound podía tener tres líneas de defensa posibles. Una de ellas hubiera sido sostener que era un poeta y que los poetas gozan de ciertas licencias por lo que no están tan estrictamente sujetos a las mismas normas que las personas comunes. La segunda podría haber sido afirmar que había tenido razón en todo lo que había dicho; que la traición al pueblo norteamericano no la había cometido él sino los funcionarios de la Casa Blanca que habían arrastrado al país a una guerra europea en la que los EE.UU. no tenían nada que hacer. Finalmente, la tercera estrategia defensiva – y que Pound estaba dispuesto a seguir – hubiera podido ser la de sostener que, al hablar por radio, no había hecho más que ejercer sus derechos garantizados por la Primer Enmienda a la Constitución Norteamericana.
Pero, para 1945, finalizada la Segunda Guerra Mundial, la propaganda bélica ya había surtido efecto sobre los norteamericanos. La gran mayoría de los amigos de Pound estaba convencida, y con razón, de que cualquiera de esas tres estrategias defensivas terminaría siendo un tiro por la culata y que el jurado se hallaría más que dispuesto a condenarlo a muerte. Hemingway fue el primero en sugerir que Pound podía llegar a ser declarado inimputable porque estaba “obviamente loco”. La idea prendió en su abogado defensor, Julien Cornell, porque, al fin y al cabo, ¿acaso no hay que estar un poco loco para ser poeta?; ¿qué gran poeta, de todos los que ha conocido la literatura universal, ha estado realmente en sus cabales?
Por orden del juez interviniente, Pound fue sometido a un examen psiquiátrico. El examen fue llevado a cabo por cuatro psiquiatras entre los cuales el más conocido era el Dr. Winfred Overholser, jefe del hospital psiquiátrico St. Elisabeth de Washington. Al final del examen, los psiquiatras firmaron un informe redactado por Overholser que presentaba a Pound como excéntrico, disperso, poseído de delirio de grandeza, y que concluía calificándolo de: “mentalmente incapacitado para asesorarse adecuadamente con su abogado defensor o para participar de manera razonable y de forma inteligente en su propia defensa. En otras palabras, es insano.”
No fueron pocos los que estuvieron en desacuerdo con el veredicto no demasiado detalladamente fundamentado de los psiquiatras. De hecho, quienes visitaron a Pound con posterioridad no detectaron nada anormal en su comportamiento. Pero la decisión final la tomó el jurado que el 13 de Febrero de 1946 consideró el caso. A pesar de toda la bombástica publicidad que lo precedió, el juicio transcurrió sin mayores sobresaltos, sin grandes torneos de oratoria y sin multiplicidad de argucias legales. La impresión general fue que la fiscalía no estaba en absoluto entusiasmada por atacar el testimonio de los psiquiatras sabiendo, como tenía que saber, que no ganaría grandes laureles disparando con artillería pesada sobre un poeta acusado de traición por el mero hecho de haber hablado por radio.
Por otra parte, también existían varios problemas legales que amenazaban con complicar el caso. Por ejemplo, si bien decenas de miles de personas habían escuchado las transmisiones de Pound, no había testigos en la sala que pudiesen testimoniar que había sido efectivamente él quien las había emitido. Los únicos que podrían haberlo hecho hubieran sido los técnicos italianos de la radio que se hallaban a miles de kilómetros de distancia y a quienes nadie se había tomado el trabajo de convocar. Además, estos testigos tendrían que haber recordado sucesos de hacía tres a cinco años atrás y, al ser italianos, de todos modos muy probablemente no hubieran podido entender ni una sola palabra de las pronunciadas por Pound en inglés. Por añadidura, los documentos que le fueron secuestrados a Pound luego de su arresto lo fueron “manu militari”, sin una orden judicial en regla y, por consiguiente, al abogado defensor Julien Cornell no le hubiera costado mucho lograr que se los descartara por completo.
Sea como fuere, lo concreto es que Ezra Pound se mantuvo en silencio durante la mayor parte del juicio y el jurado, después de escuchar el informe de los psiquiatras y el relato de los hechos, lo declaró inimputable después de una deliberación de menos de cinco minutos. “Cornell me salvó la vida”, fue el lacónico comentario de Pound. Quizás se equivocaba un poco: hay buenos argumentos para sostener que quien realmente le salvó la vida fue el Dr. Overholser: Ezra Pound quedaría durante 12 años encerrado en el nosocomio de St. Elisabeth dirigido por este psiquiatra.
Por aquella época, el Hospital St. Elisabeth estaba alojado en un viejo y muy mal mantenido edificio. Hacinado y con escaso personal; algunos pacientes dormían hasta en los pasillos. Quienes lo visitaron coinciden unánimemente en que el ambiente del lugar era opresivo, con un ruido infernal, y pacientes deambulando sin rumbo fijo por todas partes. Sin embargo, Pound se recuperó rápidamente y no solo cooperó con el personal médico sino que hasta se ganó la simpatía de los demás pacientes. “No tengo problemas con los locos” – solía decir – “es a los estúpidos a los que no puedo soportar”. Para él St. Elisabeth resultó un lugar tan bueno como cualquier otro y, es más, hasta llegó a brindarle ciertas ventajas. Por primera vez en su vida se hallaba libre de problemas económicos, tenía cama y comida gratis mientras sus derechos de autor se acumulaban en el banco, podía jugar al ajedrez y al tenis, pasear por el parque, hablar hasta por los codos y, no en última instancia, tenía todo el tiempo del mundo para escribir lo que se le antojara.
Con el correr de los meses y los años consiguió que le asignaran una especie de habitación para él solo y su producción literaria llegó a ser más que notable. Escribió otros 25 Cantos, tradujo una obra de Confucio, trescientos antiguos poemas chinos, algunas páginas del diario de Mussolini y una tragedia de Sófocles. Produjo docenas de manifiestos y miles de cartas, todas sin firmar, no fuera cosa que alguien dudara de que una persona capaz de semejante producción estaba algo menos demente de lo que los doctores afirmaban que estaba. Entre quienes lo visitaron estuvo lo más selecto y granado del mundo literario norteamericano y varios centenares de jóvenes admiradores deseosos de escuchar la palabra del maestro.
Durante todo el tiempo que Pound estuvo en St. Elisabeth sus amigos no se resignaron a la situación y se mantuvieron activos. En 1948, James Laughlin, que lo había conocido en 1934 y vivido en su casa de Rapallo durante varios meses, publicó The Pisan Cantos, escritos durante el primer cautiverio de Pound en la cárcel militar norteamericana de Pisa. El hecho causó verdadera conmoción en el mundo literario norteamericano, dividiendo a admiradores y a detractores en una verdadera batalla campal de opiniones que no tardaron en volverse políticas. Y lo que sucedió después llevó el escándalo a límites insospechados.
Sucedió que buena parte de los amigos y admiradores de Pound eran miembros del Comité de Selección de la Librería del Congreso norteamericano, nombrados para adjudicar el entonces recientemente instituido Premio Bollingen que distinguiría el mejor libro de poesía norteamericana publicado el año anterior.
El primero en ganar dicho premio en 1949 fue Ezra Pound, precisamente por The Pisan Cantos. Los legisladores norteamericanos se encontraron en la ridícula situación de tener que otorgarle un premio a un poeta que solo tres años antes había estado a punto de ser condenado por traición y que en ese momento se hallaba encerrado en un manicomio. La situación se hizo tan insostenible que el Congreso de los EE.UU. tuvo que dar marcha atrás, declarar revocada la distinción y hasta renunciar a seguir concediendo el Premio Bollingen que, de allí en más, pasó a ser otorgado por la Universidad de Yale.
Pasaron los años y, después de que Pound cumpliera los 70, la situación se fue haciendo cada vez más insostenible. El problema, sin embargo, residía en que, mientras el Dr. Overholser enviara informes sobre él afirmando que seguía estando loco, Pound no podía abandonar St. Elisabeth. Pero, por otra parte, si lo declaraban curado lo que le esperaba con seguridad era otro juicio con final impredecible. Así las cosas, en 1957, dos viejos amigos de Ezra Pound, los poetas norteamericanos Robert Frost y Archibald McLeish, convencieron a la administración de Eisenhower de que no tenía ningún sentido mantener encerrado a un poeta septuagenario que, para colmo, empezaba a sonar como candidato al Premio Nobel de literatura. Y fue nuevamente el Dr. Overholser quien encontró la solución al dilema: presentó un documento en el cual declaraba a Pound “permanente e incurablemente insano” pero afirmando al mismo tiempo que no era peligroso y que mantenerlo en un hospital público representaba un gasto innecesario para los contribuyentes norteamericanos.
Eso funcionó. El 18 de Abril de 1958 la corte dejó caer la acusación de traición y el 7 de Mayo Ezra Pound abandonó el hospital. En su historia clínica la última anotación reza: “Condición al egreso: sin mejora.”
De alguna manera, era cierto: Pound no había “mejorado”; como que tampoco había cambiado. Después de una breve serie de visitas a sus amigos, se embarcó hacia Italia y al desembarcar en Nápoles, ante la pregunta de uno de los periodistas sobre cómo había soportado los 12 años de manicomio, respondió: “Todo Estados Unidos es un gran manicomio”… para despedirse luego de la gente de prensa con un elegante saludo fascista … Decididamente, no había “mejorado”.
Viviría 15 años más y fallecería el Día de Todos los Santos, un 1° de Noviembre de 1972 en Venecia.
Su salud fue desmejorando progresivamente pero mantuvo una mente que pocas veces le fallaba. Una de sus últimas apreciaciones fue que se había equivocado respecto del tema de la usura que tanto lo obsesionara. “Me equivoqué. No es la usura.” – cuentan que dijo – “Es la avaricia”.
Quizás volvió a equivocarse. Porque ni siquiera es la avaricia.
Es la codicia.
Pero no hagamos de ello una cuestión semántica. Los poetas tienen derecho a usar las palabras que prefieran.

 

notas:

1 A Lume Spento, es una obra intensamente impregnada por la idea de la muerte; nacida a la sombra del fallecimiento de William Brooke Smith que había muerto de tuberculosis poco antes y a quien la obra está dedicada: “A mi primer amigo William Brooke Smith: Pintor, Soñador de sueños”.
El título “A Lume Spento”, que Pound traduce como “With Tapers Quenched” proviene del libro III del “Purgatorio” de Dante. Se refiere a Manfredo, un personaje que, por haber sido excomulgado, fue enterrado con las velas apagadas, luego desenterrado y trasladado a las afueras de la ciudad, donde sus huesos son lavados por la lluvia y movidos por el viento.
La auto-edición de Pound fue de apenas 100 o 150 ejemplares de los cuales algunos se vendieron a 6 centavos y el resto fue enviado por Pound a amigos, a críticos y a mecenas literarios en Inglaterra y en los EE.UU. Hoy se estima que un ejemplar se cotiza entre U$S 45.000 y U$S 90.000. (Cf. http://www.bookride.com/2007/04/ezra-pounds-rarest-lume-spento-1908.html Consultado el 16/06/2012)
(Todas las nota son autoría del traductor Denes Martos)

2 Carlos Rangel, “Third World Ideology and Western Reality” (1986) pág. 15

3 Winston Churchill, carta a Mussolini después de realizar una visita a Roma en 1927

4 Simonetta Falasca-Zamponi, “Fascist Spectacle : The Aesthetics of Power in Mussolini’s Italy” (2000) pág. 53. – Cf. facsímil de la dedicatoria en http://www.textkritik.de/schriftundcharakter/sundc006freud.htm – Consultado el 16/06/2012)

5 Schivelbusch, Wolfgang, ‘’Three New Deals : Reflections on Roosevelt’s America, Mussolini’s Italy, and Hitler’s Germany, 1933-1939. Macmillan.

6 Schivelbusch, Wolfgang, Op. Cit. Metropolitan Books, 2006, pág. 31

7. Aparte de la agitación nacionalsocialista en Alemania, durante los primero años de la década de los 1920s Henry Ford – el industrial norteamericano, fundador de la fábrica automotriz del mismo nombre – publicó “El Judío Internacional” en EE.UU. Basado en una serie de artículos publicados originalmente en el diario The Dearborn Independent , el libro fue traducido a varios idiomas y circuló ampliamente por todo el mundo.

8 En Febrero de 1920 Winston Churchill escribió un artículo – raramente citado hoy en día – para el London Illustrated Sunday Herald titulado “Zionism Versus Bolshevism” (Sionismo versus Bolcheviquismo). En este artículo Churchill concluye diciendo que es “particularmente importante… que los judíos nacionales en todos los países, leales a su país de adopción, se hagan oír en todas las ocasiones… y tomen un papel destacado en cada medida tendiente a combatir la conspiración bolchevique.” Churchill traza una línea divisoria entre “judíos nacionales” y lo que denomina como “judíos internacionales”. Argumenta que los “judíos internacionales y en su mayor parte ateos” ciertamente desempeñaron un papel “muy grande” en la creación del bolcheviquismo y en la realización de la Revolución Rusa. (Cf. Antony Sutton, Wall Street y los Bolcheviques, Apéndice 2, http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/sutton_anthony/wallstreet/WallStreet_13_A2.html – Consultado el 24 de Junio 2012)

9 Cf. Artículo de Jonathan P. Gill en “The Ezra Pound Encyclopedia”, Demetres P. Tryphonopoulos, Greenwood Press, 2005 págs. 117/116

10 Cf. http://en.wikipedia.org/wiki/File:Security_cages_where_Ezra_Pound_was_held,_Pisa,_Italy,_1945.JPG Consultado el 21/06/2012

PRÓLOGO

Ezra Loomis Pound, tal vez el escritor que más influyó en el desarrollo de la literatura inglesa en el siglo XX, nació en Hailey Idaho, Estados Unidos, en 1885. Murió, tras agitada vida, en Venecia, en la Italia que tanto amó en 1972.
El caso de Pound es, probablemente, el más típicamente ilustrativo de la crueldad de esta época desquiciada. De la peor de las crueldades. De la crueldad intelectual. Del odio al pensamiento; del desprecio por la Cultura. Odio y desprecio que generan el asesinato de García Lorca y el linchamiento legal de Ezra Pound. Linchamiento que se produjo, no en razón de sus escritos, sino de sus opiniones, verbalmente expresadas a través de las ondas de Radio Roma, en el transcurso de la última conflagración mundial.
Tras estudiar en la Universidad de Pennsylvania y en Hamilton College, amplió estudios en Europa, donde adquirió la convicción de que la poesía “es un oficio que requiere inteligencia activa”, iniciando sus actividades docentes y de descubridor de talentos. No recordamos otro escritor que haya dado el espaldarazo a tantas figuras importantes de la literatura como Ezra Pound. En efecto, como editor extranjero de la revista “Poetry” (Poesía), de Chicago, trajo a sus páginas a escritores de la talla de William Butler Yeats y Robert Frost y publicó el primer trabajo de Thomas Stearns Eliot. Gracias a su influencia, y contra el parecer de editores y marchantes, se publicaron “Retrato de un Artista adolescente” y, sobre todo, el famosísimo “Ulyses”, de James Joyce, así como “Tarr”, de Wyndham Lewis.
Pero no se detuvo ahí su labor en pro de la Literatura. Si ayudó a promocionarse a nuevos e indiscutibles valores, también fue notable su trabajo de revalorización de figuras y obras olvidadas; injustamente olvidadas por las “modas”, las tendencias o, simplemente, la trivial superficialidad humana. Así, escritores como Firdusi, Enrico Pea, Scarfoglio y otros italianos, o el francés Laforgue.
Fundó, junto a sus compatriotas Amy LoweIl, Doolittle y Fletcher, y los ingleses D.H. Lawrence, Aldington y Flint, el Movimiento Imaginista poético, surgido como una reacción contra las tradiciones excesivamente románticas y los acaramelamientos de la literatura clasicista victoriana. Ya en 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, Pound escribió la primera Antología Imaginista.
Sus principales poemas son “Homenaje a Sexto Propercio”, en que describe el ocaso del Imperio Romano, y “Hugh Selwyn Mauberley”, en que, desde otro ángulo, habla de la decadencia del Imperio Británico. Pero su principal contribución al tesoro de la gran literatura la constituyen, sin duda alguna, sus “Cantos”. En ellos Pound, lo mismo que Joyce, demuestra cuán artificial, cuán “demodé” es la vieja separación entre verso y prosa. Diferenciación que puede admitirse en lo formal tan sólo, mas no en lo esencial. Partiendo de la Odisea, las Metamorfosis de Ovidio y la Divina Comedia, Pound lleva a cabo una auténtica cosmogonía, es decir, expresa su visión de la formación del Universo.
Los “Cantos”, en un total de 117, fueron iniciados en 1917 y terminados en 1968. Los “Cantos Pisanos”, publicados en 1948, fueron escritos en 1945 y 1946, cuando el poeta se hallaba en la cárcel ‑una cárcel norteamericana instalada en Italia- y le valieron el Premio Bollingen de Poesía. Hombre de cultura universal, Pound utiliza en sus “Cantos” los principales idiomas occidentales y el chino, que dominaba al igual que el árabe. Naturalmente predomina el inglés, el idioma materno del poeta, pero abundan las expresiones en provenzal, en griego, en latín, en francés, castellano, italiano muy especialmente; la razón estribaba, según Pound, en que en cada idioma se han expresado ideas, versos, sentencias, en forma tan redonda, tan definitiva, que ya no es posible mejorarlas, y sólo pueden repetirse tal como se concibieron en el idioma original, o en el idioma en que las “pensó” él. En tal sentido, los ”Cantos” constituyen una verdadera antología de todo lo que en Oriente y Occidente, sobre todo en Occidente, ha sido poesía, conocimiento y pensamiento.
Importantísima es también la labor de Ezra Pound como traductor. Se inició en esta tarea vertiendo al inglés moderno textos del Old English, o ”inglés viejo”, hablado por los isleños de los siglos VII a XI; luego dio a conocer en Occidente textos del japonés y del chino (“Cathay” y muy especialmente la Antología clásica definida por Confucio) y finalmente los “Poemas de Amor del Antiguo Egipto”. Su conocimiento del provenzal, para él la lengua poética por excelencia, era también profundísimo, y varios poemas de los “Cantos” están escritos en esa lengua romance.
No pueden, tampoco, omitirse sus “Cartas”, ni sus “Ensayos Literarios”, publicados en 1954, mientras estaba en una cárcel norteamericana.
Hemos dicho, y no será ocioso repetir, que la maligna crueldad y estupidez de la época se cebó en este hombre genial, en este auténtico ”fuera de serie” de la literatura contemporánea. El motivo político fueron sus “Conversaciones Radiofónicas” que hemos traducido al castellano. Los fallos de la política y la economía norteamericana en tiempos de Roosevelt hacen que Pound apoye teorías económicas y regímenes políticos que le hacen muy impopular entre la “intelligentzia” de su país, entendiendo por tal al círculo intelectual dominante e influyente, aunque no necesariamente a la auténtica élite del mismo. Escribe un opúsculo, “Jefferson y Mussolini”, laudatorio para ambos estadistas, pero que no agrada en su país, o a la aludida “intelligentzia” del mismo, y ello será un cargo más contra él.
Pound, tras haber vivido largo tiempo en París, se había instalado en Italia hacia 1930. Un hombre como él no pudo permanecer indiferente a los grandes problemas y a las grandes corrientes políticas de su tiempo. Ni el más cerril y sectario de los adversarios del poeta podrá pretender que éste se fue a vivir a Italia por razones ideológicas, sino artísticas, aunque es bien cierto que Mussolini le había seducido, sobre todo por el aspecto corporativista y antimaterialista de su doctrina político-económica. Y, por tal motivo, en 1939, hizo, por la radio de Roma, varias alocuciones, dirigidas a su pueblo, y a Inglaterra, en las que reclamaba la apertura de negociaciones de paz. Es más, en Diciembre de 1941, cuando los Estados Unidos entraron en guerra, trató de regresar a su país, pero no pudo lograrlo, y lo cierto es que los principales obstáculos a su proyecto procedieron, precisamente, de las propias autoridades norteamericanas. Exasperado por ello, reemprendió sus charlas radiofónicas, de inspiración tan pacifista como anti‑rooseveltiana. Para él, en sus charlas, la responsabilidad de la guerra fratricida entre pueblos blancos incumbía, prio153
ritariamente, a la Finanza, a lo que él llamaba la Usurocracia. Pero no estaba solo en tal apreciación.
Más bien podría decirse que se hallaba excelentemente acompañado. Por ejemplo, Sir. Frederick Soddy, un inglés que fue laureado con el Premio Nobel cuando tal galardón no estaba politizado como hogaño. Claro es que Soddy aludía discretamente a conceptos como ”Finanza” y “Usura”, mientras Pound citaba nombres y apellidos. Tal precisión habría de pagarla, él mismo, usurariamente.
Cuando las tropas americanas llegaron al norte de Italia, Ezra Pound fue hecho prisionero. Sin duda, ignoraba él los odios que su postura política había suscitado en los Estados Unidos. Como a menudo sucede en tales casos, sus compatriotas le trataron peor a él que a sus enemigos extranjeros. Es el sino de los “traidores”, pues siempre se es el ”traidor” de alguien y la adjudicación de tal estigma se la reserva, invariablemente, el vencedor. Pound no sólo fue internado, sino que incluso conoció el suplicio. Primero estuvo en una celda de castigo, en la oscuridad absoluta, a pan y agua. Luego, en una celda de condenado a muerte, antes de ser juzgado. Posteriormente fue encerrado en una jaula con barrotes de hierro y abandonado en medio del campo, a la intemperie: el populacho de los alrededores desfilaba ante él, insultándole y escupiéndole. Finalmente fue transferido a otra celda, donde, completamente aislado, pasó varios meses antes de ser enviado, en otra jaula, a los Estados Unidos.
Tras ser sometido a una parodia de proceso político, sus jueces le declararon mentalmente incapaz de ser juzgado, y ordenaron su reclusión en el hospital psiquiátrico de Saint Elizabeth, en Washington. Continuó escribiendo en prisión. Está claro que para cualquier persona dotada de un mínimo de sensibilidad y sentido común, el asilo psiquiátrico equivalía para el poeta a una prisión. Los adversarios de sus ideas políticas organizaron una violenta campaña para que no fuera puesto en libertad. Hubo que esperar hasta 1958, año en que, gracias a la intervención de varios escritores amigos, y muy especialmente de Ernest Hemingway, Pound fue autorizado, por fin, a abandonar el asilo. Su primera decisión al salir a la calle fue la de abandonar los Estados Unidos y regresar a Italia país que, por espacio de catorce años, había sido su patria adoptiva. Nada más llegar, declaró a la prensa que, por fin, estaba libre de un manicomio poblado por ciento ochenta millones de habitantes.
A continuación, trece de las charlas de Ezra Pound a través de los micrófonos de Radio Roma. Se observará que, a menudo la transmisión era interrumpida por motivos técnicos, con lo que ciertas frases, cortadas, quedaban sin sentido. Se indica, en la transcripción, con el signo ( … ) En todo caso, con o sin interrupciones, el lector podrá juzgar si el texto de tales charlas era merecedor de la histérica saña de que hicieron gala sus jueces y verdugos.
Joaquín Bochaca

EZRA POUND Y EL FASCISMO

Las conversaciones radiofónicas de Ezra Pound en Radio Roma, comenzaron, probablemente, entre abril y mayo de 1941142.
Desde hace tiempo, el poeta trata de colaborar activamente con los órganos de prensa y propaganda del régimen fascista, pero sin excesiva fortuna. Entre 1936 y 1938 algunos de sus escritos aparecen en “La Vida Italiana” de Giovanni Preziosi, la “Revista Monetaria” de Giuseppe Bevione, Francesco Spinedi y Furio Lenzi, así como en el ”British‑Italian Bulletin”, suplemento mensual de “Nuestra Italia”, órgano de los Fascios Italianos en las Islas Británicas. En 1939, Pound comienza una colaboración regular con el semanario literario “El Meridiano de Roma”143 de Cornelio De Marzio mientras, de vez en cuando, sus artículos son publicados en el “Diario de Génova” y en “Libro y Mosquete”144, órgano del G.U.F. de Milano.
Las grandes revistas y los más importantes diarios de Italia fascista no dan acogida a escritos de Pound, ni a escritos sobre Pound. La cultura oficial italiana, o no lo conoce, o lo conoce pero no lo estudia; o bien lo acoge como un fenómeno “per se”, que se puede observar, e incluso admirar, pero difícilmente comprender. El fascista Pound es, en suma, un cuerpo extraño en la Italia fascista; como el poeta Pound lo es en la poesía y en la cultura italiana.
Las razones son numerosas y complejas, pero no oscuras. En política, el “fascismo” de Pound tiene orígenes y objetivos diversos, sino del todo extraños, al fascismo de Mussolini o Gentile. Pound cree ver en el fascismo la realización, o mejor, el principio de la realización de sus ideas político‑económicas inspiradas por economistas heterodoxos, el inglés Clifford Hugh Douglas y el alemán Silvio Gesel145 que, en los regímenes fascista y “nazi”, no habían obtenido ninguna audiencia; ideas que están, sobre todo, ligadas a un filón de la experiencia moral-religiosa americana, que va desde Henry Adams hasta los “hippies”, sin desmentir a todos los movimientos mesiánicos y utópicos del Nuevo Mundo. La condena de la “usurocracia”, los anatemas lanzados contra bancos y banqueros, la oposición “oro‑trabajo” derivan, no de la cultura oficial americana, la que ha conducido a la sociedad de consumo y a la conversión del arte en una mercancía, sino de una cultura menor, paralela a la oficial, ora subterránea, ora emergiendo en la superficie. Esta cultura que, por otra parte, el mismo Pound intenta individualizar y definir a través de grupos de políticos, escritores, moralistas y economistas146 es de signo protestante, aunque herética con respecto al protestantismo dominante. No conduce al capitalismo, según la célebre fórmula de Weber, sino que se opone a él, o, por lo menos, a ciertas “degeneraciones” suyas, movimiento de nostalgia de un nuevo Edén147, de edificar o reedificar en el futuro.
En esta visión, la economía es expresión de la política, pero la política es, o mejor, debe ser, expresión de la moral. La usura, para esta línea cultural y para Pound, que se adhiere a ella, no solamente arruina a los estados, sino que corrompe a los hombres, y al Hombre. El equilibrio económico, pues, depende de la visión moral y tiene consecuencias en el campo moral.
No es un azar que los escritos económicos de Pound pertenecen más al género de los sermones que al de los análisis científicos. También cuando la ciencia, y seguimos refiriéndonos a la “no oficial”, sino a la “alternativa”, hace su aparición, el “tono” de la plática continúa siendo el terrorífico-edificante del predicador, con divagaciones proféticas148.
Es el infierno “secularizado”, es la guerra (“The War”), provocada por los malvados y destinada a los malvados, que rehúsan escuchar la Buena Nueva económico‑moral, que prepara el Mundo Nuevo, la Buena Vida (“the good life”). Y los profetas, secularizados también ellos, se llaman Chesterton, Santayana y Pound, naturalmente, poeta‑profeta, según una tradición consolidada, y que concuerda perfectamente con su función religiosa.
Religión, que quede bien claro, igualmente alternativa a la oficial, que no se reconoce tampoco como religión, pero que no por eso deja de serlo. En este sentido, Pound adhiere al más vasto movimiento de secularización de la religión, que embiste a la cultura de la primera mitad del Novecientos, tanto de derechas como de izquierdas. Descubierto que “Dios ha muerto”, según el grito‑sentencia de Nietzsche, los hombres han vuelto al politeísmo, redescubriendo los dioses y los evangelios en la política, transformada en un sustitutivo de la religión.
Para Pound, está claro, la política sustituye, subroga a la religión sólo en cuanto a expresión, junto con la economía, de la moral; pertenece también, en cierto modo, al arte. Pound es, sobre todo, un moralista; también su poesía tiene una finalidad didáctica y edificante, y a menudo tonos de predicador. Uno de sus grandes modelos es Dante, poeta civil y moral; el otro es Confucio. De éste escribe: “Ningún filósofo fue tan consciente como él de las bases éticas necesarias a la organización estatal”149. La ética, por consiguiente, viene antes que la política; más aún, es la base de la política. Y el arte tiene confines ambiguos, tanto con la una como con la otra. En su traducción del Ta Hsio, escribe: “La finalidad de esta edición es presentar un libro útil a aquél que trabaje en una oficina estatal; además, quisiera participar en la mejora intelectual: con la exposición, no sólo de una doctrina, sino también de un método”150. El arte, pues, representa doctrinas y elabora métodos; debe ser “útil” también en las oficinas estatales y promover “mejorías intelectuales”.
El artista, por tanto, no puede sustraerse al derecho‑deber de intervenir en las disputas políticas. Depositario de la moral, en la forma del arte, espera controlar que la política no viole a la moral; profeta, repleto de sabiduría, debe poner en guardia al pueblo (que es su Iglesia) ante los peligros e indicar, además, el futuro posible y feliz, los paraísos terrestres al alcance de la mano y de la voluntad.
Pound hace todo esto, en sus conversaciones radiofónicas, con la imprudencia, la temeridad, el fragmentarismo visionario del “loco”. Pero el poeta, tal como él lo entiende, en el mundo moderno, no puede ser nada más que “loco”, por cuanto “diferente”; y además, el “loco”, según la “vox populi”, es también el “tocado” por el Espíritu, que paga su arte profética con la pérdida de la técnica lógica que, por otra parte, es una de tantas técnicas para alcanzar la verdad, no la única y no la mejor.
Las conversaciones comenzaron, como ya he dicho, en la primera mitad del 41, cuando Pound lleva ya más de tres lustros residiendo en Italia; llegó a Rapallo, procedente de París, en Octubre de 1924151. Y es fascista, o filofascista desde hace casi tanto tiempo. En 1926 escribe: “Personalmente, tengo una buena opinión de Mussolini. Si lo comparamos con los tres últimos presidentes americanos, o con los primeros ministros ingleses, etcétera, el parangón es un insulto. Si los intelectuales no lo estiman, es porque no tienen la más mínima idea del “Estado” y del gobierno, y no tienen un gran sentido de los valores. Y, además, ¿qué intelectuales?”152.
No obstante, para poder hablar por la radio fascista debe sostener una verdadera lucha particular: en una carta del 57 aludirá a “dos años de insistencias e intrigas”153. Es cierto que su oferta no es aceptada de inmediato, ni suscita grandes entusiasmos. El S.I.M., consultado por el Ministerio de Cultura Popular, expresa sin rodeos “un parecer contrario hacia la oferta de colaboración”, insinuando que podría ser “motivada por segundas intenciones”154.
Pound, por su parte, pone dos condiciones: que no le sea pedido nada que repugne a su conciencia, o a sus deberes como ciudadano americano; y que se le permita “una libre expresión de su opinión en todo aquello en que él se halla cualificado para tenerla”155.
Y las transmisiones comenzaron, al ritmo de una cada tres días. Pound habla libremente, diez minutos cada vez, de todo y de todos. Afronta temas políticos, literarios y económicos: sobre todo económicos ya que se apercibe de que la ignorancia, en ese terreno, de la masa, permitirá a los timoneles del barco las maniobras más peligrosas y dramáticas. Los temas, más o menos, son aquellos de que se ocupará en “Tarjeta de Visita”, “Oro y Trabajo”, “América”, “Roosevelt y las causas de la guerra presente”, “Introducción a la naturaleza económica de los Estados Unidos” y “Orientaciones”, aparecidas todas en 1944156, y que trata en los periódicos en los que colabora.
El ataque a Pearl Harbour (7 de Diciembre de 1941) y la consiguiente entrada de los Estados Unidos en la guerra, turban violentamente el ánimo del poeta157. Pound interrumpe las transmisiones desde Radio Roma y se retira a Rapallo. Es un período difícil y oscuro. Ni siquiera hoy es posible reconstruir exactamente los acontecimientos de aquellos lejanos días. Parece que Pound quería salir de Italia y regresar a los Estados Unidos; pero, o bien se le rehúsa el pasaje del avión, o bien se le niega sin rodeos el visado158. Así, el 29 de Enero de 1942, reemprende las emisiones, precedidas, ahora, del siguiente comunicado: “Radio Roma, actuando de acuerdo con la política fascista de libertad intelectual y de la libre expresión de las opiniones por parte de quienes se hallan cualificados para ello, ha ofrecido al doctor Ezra Pound usar el micrófono dos veces por semana. Queda entendido que no le será pedido decir nada contrario a su conciencia o que sea incompatible con sus deberes de ciudadano de los Estados Unidos de América”159.
Y Pound continúa, “más violento”160 que antes. Aquel comunicado, para él, es la prueba de que no es un “traidor” quien habla, sino un americano, que quiere abrirle los ojos a América, ahorrarle una guerra que no es “su” guerra, denunciando las tramas de la usurocracia internacional.
Pero una segunda interrupción, por lo que parece, se produce entre Julio de 1942 y Marzo de 1943161. El 25 de Julio de 1943, pues, Pound habla por última vez en Radio Roma. Como de costumbre, empieza con el tradicional: “Habla Ezra Pound. Aquí la voz de Europa”. Después divaga: “Si estuviéramos en tiempos normales, escribiría cartas a unas pocas personas, ocho, diez, veinticuatro, sobre algo que cualquiera de vosotros podría llamar discusiones particulares”. Habla del Medioevo, de su edición de las poesías de Cavalcanti, de Avicena, de la Metafísica de Aristóteles, de la importancia de una terminología precisa. Lamenta, sobre todo, que la guerra impida las comunicaciones y dañe a la cultura. Se siente aislado, evidentemente, y advierte las ruinas espirituales, además de las materiales, producto de la gigantesca hoguera en la que arden pueblos y continentes.
Es la última emisión, pero Pound no lo sabe, desde luego; porque no se despide de sus radioyentes, no alude siquiera a la posibilidad de un adiós.
¿Cuántas fueron las conversaciones de Pound desde Radio Roma? Difícil decirlo. Las registradas y transcritas en América, incluyendo, no obstante, algunas réplicas, son ciento veinticinco162. Pero la lista es parcial ya que sólo tiene en cuenta el período comprendido entre el 7 de Diciembre de 1941 y el 25 de Julio de 1943. Otros mantienen que las conversaciones son en total más de ciento ochenta163. Las que ahora publicamos, por primera vez en España, son trece, pero seleccionadas entre las más significativas164.
Parece inútil subrayar su extrema importancia, tanto por lo que concierne a la comprensión de la obra del poeta como por el estudio en general de la cultura durante el fascismo y, en particular, de la vanguardia, El problema del lugar y de la función del vanguardista, naturalmente, implica también a Marinetti y los futuristas, Bragaglia y el teatro de los independientes, metafísicos, racionalistas, nonocentistas, herméticos, “salvajes”, etc. Pero no puede prescindir de quien ha sido uno de sus autores y maestros: Ezra Pound,
Claudio Quarantotto

Tusquets, Barcelona 1980; “Confucio”, Labor, Barcelona 1975; “Antología“, A. Corazón Editor, Madrid 1979; “El ABC de la lectura”, Ed. de la Flor, Buenos Aires 1977; “Escrito en Rapallo”, Ed. Swan, Madrid 1982; “Guía de la Kultura“, Felmar, Madrid 1976; “Introducción a Ezra Pound”, Barral, Barcelona; ”El Corte de la Poesía“, Ed. Joaquín Mortiz, México 1969; “Ezra Pound en primer plano”, Ed. Picazo, Barcelona, 1976; “El carácter de la escritura china como medio poético “, Alberto Corazón Ed., Madrid, ”Patria mía”, Tusquets, Barcelona 1971;

 

notas:

142. Niccolo Zapponi, “Ezra Pound y el Fascismo “, en Historia Contemporánea, sem. 1973, p. 463. Sobre E. P. vease el número especial de “La Destra” (noviembre‑diciembre 1972) dedicado al poeta, con escritos de Borges, Butor, De Rachewitz, Elliot, Hemingway, Joyce, Papini, etc.
143 Niccoló Zapponi, op. cit. p. 465.
144 Noel Stock “La Vida de Ezra Pound”, London Rutledge & Keegan Paul, Londres, 19 70, p. 384.
145 A ese sujeto, vease, sobre todo: Ezra Pound, “Trabajo y Usura“, Scheiwiller, Milano, II Ed., 1972; Ezra Pound, “Tarjeta de Visita”, Scheiwiller, Milano, 1974; Niccolo Zapponi, Op. cit.
146 Ezra Pound, “Tadeta de Visita” y ”Trabajo y Usura”, cit.
147 Mircea Eliade, “Paraíso y Utopía: geografía mítica y Escatología”, y “La Nostalgia de los Orígenes”, Gallimard, París, 1971; trad. italiana en “La Destra”, Octubre 19 72.
148 En las conversaciones radiofónicas, también el tono de la voz, según el testimonio de la hija, era de predicador: “Y parecía poseer dos voces; una furiosa, sardónica, a veces estridente y violenta para las charlas por la radio; otra calmosa, armoniosa, heroica para Homero…”(Mary de Rachewitz, “Discreciones”, Rusconi, Milano 1973 p. 190).
149 Ezra Pound: “Obras Selectas”, Mondadori, Milano, 1970, p.429.
150 Ezra Pound. “Obras Selectas”, cit. p. 429.
151 Noel Stock, op. cit. p. 256. 22
152 Mary de Rachewitz, op. cit. p. 160.
153 Noel Stock, op. cit. p. 390.
154 Niccolo Zapponi, op. cit. p. 463.
155 Número de “La Destra” cit. pp‑I 14‑5156
156 Ahora reeditadas en “Trabajo y Usura”, “Tarjeta de Visita“ y, en parte, en las “Obras Selectas” cit.
157 Mary de Rachewitz, op. cit. p. 192.
158 Mary de Rachewitz, op. cit. pp. 192‑3,‑ Noel Stock, op. cit. pp. 391‑3.
159 NoelStock, op. cit. p. 393.
160 Mary de Rachewitz, op. cit p. 193. 24
161 Niccoló Zapponi, op. cit. p. 464.
162 Ezra Pound, “Broadcasts in Federal Communications Transcripts of Short Wave Broadcasts”, Washington, 1941‑43; Niccoló Zapponi, op. cit. p. 464. Seis conversaciones han sido recuperadas por Olga Rudge entre las cartas de Pound; tres de ellas han sido publicadas en “Les Cahiers de l´Herne”, núm. 7, 1965.
163 William Levy, en “Ciertos Discursos de Radio de Ezra Pound”, Cold Turkey Press, Rotterdam 1975.
164 Otras obras de Pound traducidas al castellano hasta la fecha son: “Cantos Pisanos”, Ed. Joaquín Mortiz, México 1975; “Cathay“

LA GUARDIA CIVIL EN LA DIVISIÓN AZUL – José García Hispán

García Hispán Editor
2008
109 págs.,
15×21 cms.
Tapa: blanda
Precio para Argentina: 84 pesos
Precio internacional: 12 euros

Uno de los aspectos menos conocidos de la gesta heroica de la División Azul en el frente del Este es la presencia entre sus miembros de voluntarios de la Guardia Civil Y más desconocido es aún el hecho de que muchos de estos voluntarios tuvieron destacadas intervenciones en acciones concretas y en situaciones nada fáciles para las armas de España: Wolchow, Krassny Bor, etc., son solo algunos de los nombres que encierran tras de sí batallas épicas donde la sangre del Benemérito Cuerpo también se derramó junto a sus camaradas alemanes.
Este libro que el lector tiene en sus manos no pretende ser la última palabra sobre la actuación de la Guardia Civil en la División Azul, aunque estamos seguros de que aportará datos curiosos que engrandecerán aún más el nombre de este Cuerpo. Ayudado incansablemente por Francisco Grau Pérez —Comandante (R) de la Guardia Civil y voluntario en la División Azul y guiado por el escritor e historiador Carlos Caballero Jurado, he puesto estas páginas al servicio de nuestra Patria, como recuerdo imperturbable de cuantos camaradas quedaron en el frío suelo ruso «haciendo guardia junto a los luceros» y homenaje permanente a la Gloriosa Guardia Civil.

El Autor

ÍNDICE

Introducción…………………………………………………………………………………………….. 7

1. La policía militar en el Ejército alemán…………………………………….. 7
2. El servicio de patrulla del Ejército………………………………………….. 14
3. La policía alemana en el esfuerzo de guerra……………………………. 18

Capítulo I. Introducción histórica………………………………………………………… 21
Capítulo II. Organización de la División Azul………………………………………. 33
Capítulo III. Misiones……………………………………………………………………………. 41
Capítulo TV. Desde España hasta el frente…………………………………………… 49
Capítulo V. Cambio de frente y repatriación………………………………………… 61
Apéndices……………………………………………………………………………………………….. 71
Apéndice 1……………………………………………………………………………………. 73
Apéndice II……………………………………………………………………………………. 77
Apéndice III………………………………………………………………………………….. 79
Apéndice IV………………………………………………………………………………….. 81
Láminas…………………………………………………………………………….. 83
Mapas……………………………………………………………………………….. 89
Fotografías……………………………………………………………………….. 93

INTRODUCCIÓN

Mi amigo José García Hispan, a quien debo la edición de algunos de mis libros, me ha solicitado la redacción de un breve estudio introductorio para su escrito sobre la Guardia Civil en la División Azul. Es algo a lo que no solo no puedo negarme, sino que hago con sumo gusto, esperando no defrau­darles ni a ustedes ni a él. Me centraré en tres temas que complementan su texto, ya que estudian distintos aspectos de la organización del Ejército alemán que guardan relación con el presente estudio:

1. La organización de la Policía Militar (“Feldgendarmerie”).

2. La organización del Servicio de Patrulla o Servicio de Vi­gilancia (“Heeresstreifendienste”).

3. La participación de la Policía alemana en el esfuerzo de guerra contra la URSS.

1) LA POLICÍA MILITAR EN EL EJERCITO ALEMÁN.
Todos los Ejércitos modernos necesitan de un Cuerpo o Ser­vicio de Policía Militar. La guerra moderna implica el uso de ejércitos compuestos por efectivos cada vez mas numerosos, a veces -como ocurrió en la II GM- millones de soldados. Por otra parte, la retaguardia de unas modernas fuerzas armadas es mucho mas profunda que haya sido nunca en la historia mili­tar. Mientras que hasta la Edad Contemporánea los ejércitos podían vivir casi sobre el terreno, hoy necesitan un constante flujo de refuerzos, combustibles, repuestos, municiones, etc. Por tanto el control de las retaguardias es hoy vital. Estas son las dos razones -control de las masas de combatientes y seguridad de las retaguardias- que hacen imprescindible la existencia de la Policía Militar en cualquier ejército moderno.
Pero los policías militares son poco o nada apreciados por sus compañeros de armas, quienes les rehuyen casi como si del enemigo se tratase. Sin embargo, el mando sabe que sin ellos la conducción de la guerra moderna sería imposible.
En el Ejército alemán, el Servicio de Policía Militar (“Feldgendarmerie”) solo existía en embrión hasta el estallido de la guerra, alcanzando con la movilización general su pleno desarro­llo. En tiempo de paz, cada unidad aseguraba, con sus propios Cuerpos de Guardia y Servicios de Patrulla, las funciones que se nos presentan como características de la Policía Militar. En las grandes guarniciones, la Comandancia Militar local (“Kommandandur”) disponía la organización de Servicios de Patrulla con personal de las distintas unidades.
Al estallar la guerra, la “Feldgendarmerie” fue plenamente activada, como fuerza militar con funciones policiales, adscrita a las Fuerzas Armadas en campaña. Cada División alemana (incluyendo no solo a las del Ejército, sino también a las de las Waffen SS y a las de la Luftwaffe) tenía adscrita a su Cuartel General una Sección de Gendarmería de Campaña (“Feldgendar­merie Trupp”). Estas Secciones eran designadas con el mismo número que la División a la cual servían. Por ejemplo: la “Feldgendarmerie Trupp 126” era la Sección de Policía Militar de la 126 División; la “SS Feldgendarmerie Trupp 13” era la Sección de Policía Militar de la 13 División SS, etc.
Los Cuarteles Generales de los Cuerpos de Ejército también solían disponer de una Sección de Policía Militar, pero en este caso solían estar numeradas entre el 400 y el 500, expresando las dos últimas cifras el Cuerpo de Ejército del que dependían. Por ejemplo: la “Feldgendarmerie Trupp 442” sería la Sección de Policía Militar del XLII Cuerpo de Ejército. En las Waffen SS estas Secciones fueron inicialmente numeradas en la serie de 100, para después ser renumeradas en la serie de 500. Por ejemplo, la Sección de Policía Militar del I Cuerpo Panzer SS fue inicialmente conocida como “SS Feldgendarmerie Trupp 101” y después como “SS Feldgendarmerie Trupp 501”. Finalmente, en los territorios ocupados, las Comandancias Militares (“Feld-kommandaturen”) solían disponer también de Secciones de Poli­cía Militar, cuya numeración no correspondía necesariamente con la de la Comandancia a la que sirvieran. Por ejemplo: “Feldgendarmerie Trupp 688 des Feldkommandantur 502”.
También en el escalón “Ejército” o “Grupo de Ejércitos” podía existir una unidad de Policia Militar, denominada en este caso “Feldgendarmerie Abteilung” (Grupo de Policía Militar). Existieron 22 unidades de este tipo, numeradas en las series 500 y 600.
Un caso muy específico de unidades de la “Feldgendarmerie” fueron los Batallones de Regulación del Tráfico (“Verkehrs-Rege-lungs Bataillone”), de los cuales existieron 9 unidades. Bien por batallones enteros o por compañías destacadas, estas unidades eran asignadas a los Ejércitos durante las fases de avance motorizado, para la organización del tráfico de las columnas.
En el Alto Mando del Ejército existía la figura de un Jefe Superior de la Gendarmería de Campaña (“Hoherer Feldgendar­merie Offizier”), con rango de Teniente Coronel o Coronel. También en los Cuarteles Generales del escalón de “Ejército” existía la figura de un Jefe de la Gendarmería de Campaña.
Un rasgo característico de todas las unidades de “Feldgen­darmerie” era el de estar ampliamente motorizadas, aunque las Grandes Unidades a las que servían no lo estuvieran. Contaban con motocicletas (con y sin sidecar), automóviles y camiones. En cuanto al armamento, solo disponían de armamento ligero, aunque eventualmente podían recibir armas mas pesadas, como ametralladoras y “panzerfaust”.
Todas las unidades de “Feldgendarmerie” estaban compues­tas, esencialmente, por suboficiales, habiendo solo un pequeño número de soldados para tareas tales como cocina, manteni­miento, etc. La razón era que, a la hora de reclutar a sus miembros, se echaba mano de los miembros de los cuerpos uniformados de la Policía Alemana (“Ordnungspolizei” u ORPO; incluía a la Policía Rural o “Gendarmerie” y a la Policía Urba­na o “Schutzpolizei”). Al pasar los miembros de la ORPO al Ejército, el más sencillo policía se convertía automáticamente en suboficial. Esta es la tabla de asimilación en los niveles inferiores:

ORPO                                FELDGENDARMERIE

Wachtmeister                                Unteroffizier der Feldgendarmerie
Oberwachtmeister                        Feldwebel der FG
Bezirkwachtmeister                     Oberfeldwebel der FG
Hauptwachtmeister                      Stabsfeldwebel der FG
Meister / Obermeister                 Leutnant der FG
Inspektor                                        Oberleutnant der FG

En numerosas ocasiones se hacía preciso contar con refuer­zos eventuales y en ese caso se recurría a soldados y suboficia­les normales, prestados por las unidades próximas, con los que se creaban grupos temporales de “Hilfsgendarmerie” o Gendar­mería Auxiliar.
Las responsabilidades asignadas a la “Feldgendarmerie” eran numerosas y amplias. Entre ellas cabe destacar:
1)   Mantenimiento del Orden y la Disciplina en las Grandes Unidades a las que estaban subordinadas.
2)   Control del tráfico en las zonas de operaciones.
3 )   Recogida y escolta de prisioneros.
4 )   Cacheo de los mismos, para incautarse de toda la docu­mentación de interés militar que pudieran llevar consigo (car­nets, planos, órdenes).
5)   Recogida y orientación de los soldados propios desligados de sus unidades por diversos motivos.
6 )   Control de la documentación de los soldados propios en tránsito.
7) Supervisión y control de la población civil en la zona de actividad militar.
8 )   Desarme de la población civil enemiga.
9 )   Prevención y persecución del saqueo.
10)   Control de la propaganda enemiga (en especial de la que incitaba a la deserción mediante panfletos, incautándose de éstos).
11)   Prevención y persecución del sabotaje.
12)   Patrullaje de las zonas ocupadas (en especial de las ciudades).
13)   Protección de los Cuarteles Generales.
14)   Control del movimiento de tropas en las grandes retiradas, para evitar desbandadas.
15)   Captura de desertores.
16 )   Detención de soldados reclamados por la justicia.
17 )   Vigilancia fronteriza.
18 )   Censura de Correspondencia.
19 )   Lucha antipartisana.

Durante las fases de avance, las unidades de “Feldgendarme­rie” debían seguir muy de cerca la progresión de las tropas propias, teniendo como misiones especiales:

*Actuar como autoridades locales en los pueblos ocupados o bien establecer algún tipo de autoridad en ellos.

*Detener a los soldados enemigos que habían quedado ais­lados, agrupar a los prisioneros de guerra y a la población civil refugiada, hacerse cargo del botín de guerra.

*Organización de la mano de obra civil necesaria para la realización de trabajos urgentes de utilidad militar.

*Establecimiento de la señalización militar necesaria para el tráfico.

Todos los miembros de la “Feldgendarmerie” recibían la in­strucción básica de infantería. La autoridad de la que estaban revestidos los “feldgendarmes” era muy grande; no en vano la mayor parte de ellos eran veteranos policías promovidos a ran­gos de suboficiales. En caso de disputa con militares de igual graduación, la autoridad de un “feldgendarme” se imponía auto­máticamente.
El “Hoherer Feldgendarmerie Offízier” del Alto Mando del Ejército (OKU) era el responsable de todos los asuntos corres­pondientes a la organización y el empleo de la Policía Militar, incluyendo la administración, el personal, los nombramientos, la asignación de misiones, la elaboración de códigos, la normaliza­ción de métodos de instrucción., etc.
Existía una escuela para la capacitación del personal (“Feldgendarmerieschule”), con dos sedes, una en Praga y otra en la Polonia ocupada.
Dado el pequeño volumen de las unidades de la “Feldgen­darmerie”, que oscilaba entre el nivel de Sección y el de Grupo, era imposible aplicarle el sistema de unidades de depósito (“er-satz”) que utilizaba el Ejército alemán. Según éste, cada unidad en combate quedaba adscrita a otra en la retaguardia, donde se instruían sus reservas, se recuperaban sus convalecientes, etc. Cada División de Infantería, por ejemplo, dejaba en la Patria un Regimiento de Depósito de Infantería, donde se preparaban los remplazos de los tres Regimientos de Infantería que estaban en el frente. Para las unidades menores de la División, se creaban unidades de depósito comunes a varias divisiones. Pero siendo la “Feldgendarmerie” el elemento mas pequeño de una División, se hizo necesario crear un único Regimiento de Depósito, el “Feldgendarmerie Ersatz Regiment 1”, como unidad que aseguraba los remplazos de todas las fuerzas de la “Feld­gendarmerie”.
Los uniformes de la “Feldgendarmerie” eran fácilmente dis­tinguibles de los del resto del Ejército. Para empezar, disponían de un llamativo color indicativo del servicio (“waffenfarbe”), el naranja. Este color aparecía en los vivos de las prendas de cabeza, en los rebordes de las hombreras y también en las divisas de cuello. Por otra parte, la “Feldgendarmerie” eviden­ciaba su doble origen y función usando dos versiones del Em­blema Nacional del III Reich. Como todos sabemos, este Emble­ma Nacional era el águila con la cruz svástika en sus garras. Pero cada cuerpo o servicio uniformado usaba una versión pro­pia del Emblema Nacional; no era el mismo el diseño del águi­la con las svástika que lucían el Ejército, las Waffen SS o la
Luftwaffe. Los “feldgendarmes” usaban el diseño de la ORPO en la manga de las guerreras -también en color naranja para tropa y suboficiales, aunque en plata para oficiales- mientras que sobre el pecho lucían el diseño del Ejército. El águila con la svástika de la ORPO se distinguía fácilmente por llevar las alas rodeadas por una orla de hojas de roble, y lucirse en la manga, no en el pecho. Es de destacar que el Emblema de la ORPO fue raramente utilizado por la Gendarmería de la Divi­sión Azul, aunque existen unas pocas evidencias fotográficas de su empleo.
También en la manga de las guerreras (mas raramente en los capotes) se lucía una cinta de bocamanga de color marrón con la leyenda “Feldgendarmerie” (aunque las Waffen SS usa­ron esta cinta en color negro).
Pero el distintivo mas característico de la “Feldgendarmerie” eran unas golas metálicas que colgaban del cuello mediante una cadena. Este característico símbolo era usado con todo tipo de uniformes (desde la simple camisa al capote), pero solo en acto de servicio. La gola, en la que también se leía “Feldgen­darmerie” había sido introducida en 1938.
Los soldados y suboficiales reclutados eventualmente para formar unidades de Gendarmería Auxiliar solo tenían derecho a usar unos brazaletes donde se leía “Feldgendarmerie” o “Hilfs-gendarmerie”.
Además de la Gendarmería de Campaña, el Ejército alemán disponía de otro servicio de policía militar. Me refiero a la “Geheime Feld Polizei” o Policía Secreta de Campaña. Fue crea­da en julio de 1939 y sus miembros no eran exactamente mili­tares, sino lo que los alemanes llamaban “Wehrmachtbeamte” (funcionarios militares). No obstante ésto, usaban rangos milita­res e iban uniformados (obviamente, si no requerían lo contra­rio las investigaciones en curso) distinguiéndose especialmente por una cinta de bocamanga con la leyenda “Geheime Feld Po­lizei”. Para el desempeño de sus funciones podían usar prendas civiles o uniformes distintos del propio. Entre estas funciones cabría destacar el contraespionaje, la prevención del sabotaje y la desarticulación de redes de resistencia clandestinas enemigas.
Pero la mas característica de todas era la persecución de los crímenes y delitos cometidos por militares germanos, dentro o fuera de las fuerzas armadas, tanto sobre personas o interés alemanes como extranjeros. De hecho, la mayor parte de los miembros de la GFP provenían de la Policía Criminal y los miembros de la GFP asistían a los fiscales y jueces militares en las investigaciones sobre asesinatos, robos, etc. La GFP operaba mediante pequeños destacamentos (“Gruppen Geheime Feld Polizei”) adscritos a los Cuarteles Generales de los Ejérci­tos o de los distintos mandos territoriales.
Aunque las unidades de Policía Militar no eran, en principio, unidades de combate en primera linea, en numerosas ocasiones se veian abocados a luchar en el frente o contra guerrilleros y algunos de sus miembros recibieron, por ello, altas condecora­ciones. Por lo menos tres “feldgendarmes” ganaron la Cruz Alemana de Oro, el escalón previo para la Cruz de Caballero:
*  Comandante Werner Weber, del “Feldgendarmerie Abtei-lung 682”.
*  Alférez Peter Scholz, de la “Feldgendarmerie Trupp 1544”
*  Teniente Johannes Kandziora, del “Feldgendarmerie Abtei-lung 531”.

2) EL SERVICIO DE PATRULLA DEL EJERCITO.
Como decía al principio de este texto, normalmente las dis­tintas unidades de la Wehrmacht establecían los oportunos Ser­vicios de Patrulla o Servicios de Vigilancia para asegurar el orden en sus zonas de demarcación. En caso de existir varias unidades en una misma localidad el servicio era montado por la Comandancia Militar local, usando soldados de las distintas unidades. En este caso, durante el desempeño de su misión, los soldados del Servicio de Patrulla lucían también una gola con la leyenda “Kommandantur”, que había sido establecida en agosto de 1937.
Este Servicio de Patrulla del Ejército (“Heerestreifendienste”) se estableció inicialmente sólo en el territorio alemán, pero des­pués se creó también en los territorios ocupados y en las zonas de operaciones.
Era dirigido por un oficial del Alto Mando del Ejército con rango de General. Su puesto era oficialmente conocido como “General z. b. V. IV”, lo que traducido sería General para Destinos Especiales numero IV1. Desde el 1 de febrero de 1941 hasta el 1 de agosto de 1944 -es decir, durante la permanencia de la División Azul en el frente ruso- el puesto fue ocupado por el General Hans Schirmer. Bajo sus órdenes existían:

* Comandantes del Servicio de Patrulla en cada Región Mi­litar (“Kommandeure des Streifendienstes im Wehrkreis”).

* Comandantes del Servicio de Patrulla en los países y te­rritorios ocupados (por ejemplo: “Kommandeure des Streifen­dienstes im Generalgouvernement”, en la Polonia ocupada; “Kommandeure des Streifendienstes bei Wehrmacht Befehlshaber Ukraine”, en la Ucrania ocupada, etc).

* Comandantes del Servicio de Patrulla en los Grupos de Ejército (por ejemplo, el Jefe del Servicio de Patrulla del Grupo de Ejércitos Centro, en Rusia, era el “General z. b. V. des Hee-restreinfendienstes bei Heeresgruppe Mitte”).

* Comandantes del Servicio de Patrulla en los Ejércitos (por ejemplo, el “Kommandeur der Heeresstreifendienstes 7 Armee”, Jefe del Servicio de Patrulla del 7 Ejército).

* Comandantes del Servicio de Patrulla en unidades expedi­cionarias (por ejemplo, el Jefe de este servicio en el Afrika Korps era el “Kommadeur der Streifendiestes des Afrika Korps”).

* Comandantes de Grupos del Servicio de Patrulla para des­tinos especiales (“Kommadeure Gruppe Heeresstreifendiesnt z. b. V.”), unidades que eran destinadas a cubrir necesidades even­tuales donde hiciera falta.

*  Comandantes de Supervisión de Soldados Permisonarios (“Kommadeure fur Urlaubsuberwachung”).
Todos estos Mandos reclutaban el personal para su Servicio entre las unidades subordinadas a él. Pero también existieron algunas unidades estables del Servicio de Patrulla, encargadas de distintas misiones:

* Los “Bahnhofs Wach und Streifen Abteilungen” tenían a su cargo el control de las grandes estaciones ferroviarias. Te­nían autoridad para controlar la documentación de los soldados en tránsito, perseguir a desertores, etc. Los hombres de estas unidades usaban una gola metálica con la leyenda “Bahnhofwa-che”.

* Los “Zugwach Abteilungen” estaban encargados del orden y la seguridad en los trenes que transportaban a militares entre sus unidades y la Patria, pero también de la escolta de trenes con cargamentos de gran interés, protección de trenes utilizados como puestos de mando móvil, etc. Sus integrantes usaban golas con la leyenda “Zugwache”.

Dado que los Servicios de Patrulla eran montados con solda­dos de las distintas unidades que estaban bajo la jurisdicción de los Mandos del servicio, no existían unidades de depósito para este servicio, pero si una unidad de Aplicación, donde se desarrollaban y ponían a prueba los procedimientos a seguir, así como se hacían demostraciones de ello a los oficiales asigna­dos al Servicio. Se trataba del “Heeresstreifen Lehr Abteilung”.
El Servicio de Patrulla complementaba las funciones de la “Feldgendarmerie”. Si tenemos en cuenta el gigantesco trasiego que ocasionaba el despliegue del Ejército alemán (desde el Cabo Norte en Noruega hasta el desierto de Libia, desde Hendaya hasta Leningrado, desde el Canal de la Mancha hasta el Elbruz) que hacia que decenas de miles de soldados se vieran temporalmente separados de sus unidades por traslados, permi­sos, etc., se comprenderá que la “Feldgendarmerie”, con sus escasos efectivos, apenas podría haberlo cumplido. Por otra parte, el Servicio de Patrulla no solo vigilaba sino que también cumplía funciones asistenciales como orientar a soldados en tránsito, prestar primeros auxilios o facilitar alimentación y alojamiento, etc.
Los soldados adscritos al Servicio, si no estaban al servicio de una Comandancia Militar local, ni en la Guardia de Estacio­nes o de Convoyes Ferroviarios, usaban como distintivo un sencillo brazalete, con la leyenda “Heeresstreifendienst”. En cambio, los oficiales asignados a el debían lucir como indicativo de su función las cordoneras blancas de oficial, que en tiempo de guerra solo podían ser usadas por ellos y por los Oficiales Ayudantes.
Tan exhaustiva información sobre este Servicio de Patrulla se debe a que, como veremos en las páginas que siguen, los es­pañoles de la División Azul organizaron, además de su propia Sección de Gendarmería, alguna unidad encuadrable en el Ser­vicio de Paatrulla (como la Compañía de Vigilancia de Carrete­ras, que se cita en el texto que sigue). Por otra parte, el des­pliegue de la Guardia Civil española adscrita a la División Azul en puestos establecidos en los Países Bálticos, Alemania y Francia, para asegurar el tránsito entre España y el frente, no dependía de la autoridad de la “Feldgendarmerie” alemana, sino del “Heeresstreifendienste”. Por esta razón, y como veremos en el texto, quien recibió y despidió a los guardias civiles que cubrieron este servicio fue el General Schirmer.
Hasta 1944 cada rama de la Wehrmacht (Ejército, Marina, Aviación y Waffen SS) mantuvo su propio Servicio de Patrulla. Pero ese año fueron unificados en un “Wehrmacht Streifen-dienste”, bajo la autoridad de un único General comandante en Jefe, adscrito ahora al Alto Mando de las Fuerzas Armadas (OKW).
El militar del Servicio de Patrulla que alcanzó la mas alta condecoración concedida a este servicio fue el Cabo Primero Hans Schlotter, de un “Bahnhofwachabetilung”, que recibió la Cruz Alemana de Oro (escalón previo a la Cruz de Caballero, como dije mas arriba).
Por otra parte, y para completar este bosquejo sobre las fuerzas de Policía Militar alemanas, hay que citar al “Feldjae-gerkorps”. Hacia el final de la guerra, cuando la Wehrmacht empezó a acumular derrotas y muchas de sus retiradas acaba­ban en desbandada, hizo falta crear un servicio específicamente concebido para controlar los momentos de pánico masivo y mantener firme la disciplina. Nació así, en 1943, el “Feldjaeger-korps” o Cuerpo de Cazadores de Campaña. Solo se accedía a él con una hoja de servicios impecable y sus miembros debían ostentar, como mínimo, la Cruz de Hierro de 2 Clase. Durante estos últimos años de guerra existieron varios “Feldjaeger Kommando” y “Feldjaeger Regiment”. Estas unidades dependían solo del OKW y solían estar mandadas por generales. Gozaban de una absoluta autoridad. Sus miembros, incluso simples sol­dados, podían arrestar a cualquier oficial, desde Alférez a General, si sospechaban que huian del enemigo o incumplían las órdenes de resistir. Actuaban en caso de grandes retiradas, organizando con los soldados en desbandada unidades de emer­gencia y teman derecho a ejecutar sobre el terreno a desertores y derrotistas sin formación de causa. Los integrantes de estas unidades lucían una gola metálica con la leyenda “Feldjaeger” o bien un brazalete con la misma leyenda.

3) LA POLICÍA ALEMANA EN EL ESFUERZO DE GUERRA.
Dado que el texto que sigue habla sobre la aportación de una fuerza de Policía española al esfuerzo de guerra contra el comunismo, me ha parecido oportuno dedicar unas lineas a sub­rayar como sus colegas alemanes de la ORPO (Policía de Or­den, uniformada) que incluía, como vimos arriba a la Policía Urbana y a la Policía Rural, combatieron también heroicamen­te contra el mismo enemigo. La primera fuerza, la “Schutzpoli-zei”, era habitualmente conocida como “Schupo”, mientras que la segunda era llamada “Gendarmerie”. Ambos cuerpos estaban organizados paramilitarmente y de hecho, al acabar la I Guerra Mundial, se integraron en ellos una gran cantidad de oficiales y suboficiales que no cabían en el “Ejército de los 100.000 hombres” que el Tratado de Versalles impuso a Alemania. Al decretar Hitler la libertad militar, o lo que es lo mismo, el derecho del III Reich a dotarse de unas Fuerzas Armadas mas poderosas, miles de ellos volvieron a la carrera militar. Un altísimo porcentaje de los oficiales generales de la Wehrmacht fueron, durante el periodo de entreguerras, oficiales de la ORPO. El hecho de que la ORPO dispusiera de armamento militar ligero y recibiera instrucción militar básica facilitó la ósmosis entre estos cuerpos policiales y la Wehrmacht.
Al estallar la guerra se decidió crear algunos Batallones de Policía que, estructurados de manera netamente militar, debían hacerse cargo de las misiones de seguridad en los territorios ocupados. Mas tarde se crearon, con idéntico fin, Regimientos de Policía. Pero también hay que anotar que, ya en 1939, se decidió crear una División reclutada exclusivamente entre perso­nal de la ORPO. Esta División fue organizada por las Waffen SS, ya que Himmler, el Jefe de las SS, era la vez Jefe Supre­mo de la Policía Alemana. Nació así la “4 SS-Polizei División”. Esta unidad empezó su andadura militar en la campaña de Francia y al acabar la guerra se había acreditado como una División de élite. Nueve de sus integrantes recibieron la precia­da Cruz de Caballero. Es de destacar que esta unidad actuó en diversas ocasiones en sectores vecinos a nuestra División Azul (en la Batalla de la Bolsa del Voljov y en el frente de Lenin-grado).
Mientras tanto, se iban creando cada vez mas Batallones y Regimientos de Policía. Estas fuerzas se organizaban para com­batir fundamentalmente a las guerrillas comunistas, especial­mente activas en el territorio de la URSS y en algunos países balcánicos (Yugoslavia y Grecia). Pronto se vio que las fuerzas alemanas no bastaban, así que a los Batallones y Regimientos alemanes de la ORPO se unieron Batallones y Regimientos reclutados entre voluntarios de los países que sufrían el azote del terrorismo guerrillero comunista. Se crearon asi Regimientos de Policía croatas, letones, estonios, ucranianos, etc, así como Batallones de Policía de otras muchas nacionalidades. Esto supuso una nueva nomenclatura, ya que las unidades puramen­te alemanas fueron bautizadas como Regimientos o Batallones “SS-Polizei”, mientras que las unidades extranjeras ostentaban el título de “Freiwillige” (Voluntario) y, entre paréntesis, su nacionalidad (por ejemplo: “Polizei Freiwilligen Rgt. 5 (Kroa­tien)”.
Dada la creciente peligrosiodad de las guerrillas comunistas, las unidades de combate de la Policía debieron recibir arma: mentó mas pesado, por lo que se crearon unidades de artillería (por ejemplo: “Polizei Artillerie Abteilung”), zapadores (“Polizei Pioniere Kompanie”) etc. De forma cada vez mas frecuente, las formaciones de combate de la Policía (tanto las reclutadas entre la ORPO alemana como las formadas con voluntarios extranjeros) se vieron envueltas en combates contra las fuerzas regulares del Ejército Rojo. Al final de la guerra se formó, incluso, una nueva División SS, la “35 SS-Polizei División”.
Las dos Divisiones SS reclutadas en la ORPO lucieron los uniformes de las Waffen SS (aunque la primera utilizó durante los primeros tiempos de su existencia un uniforme mixto, con elementos de la uniformidad SS y elementos de la uniformidad de la ORPO). En cambio, los Batallones y Regimientos de la ORPO (pese a haber sido rebautizados “SS-Polizei” desde febre­ro de 1943) usaron el uniforme de la ORPO. Su color era muy próximo al “feldgrau” militar, pero se distinguía fácilmente por el uso del Emblema Nacional en la versión del ORPO, que -como vimos mas arriba- se lucía en la manga y era un óvalo de hojas de roble con el águila con la svástike en su interior. Numerosos miembros de los Batallones y Regimientos de com­bate de la ORPO recibieron la preciada Cruz de Caballero por sus actos de heroísmo.

Carlos Caballero Jurado

Nota
1 Estos Generales para Destinos Especiales eran en general hombres de edad relativamente avanzada, no aptos para misiones en el frente. Otros Generales “z. b. V.” del OKH tenían a su cargo misiones tales como las relaciones entre el Ejército y el NSDAP, la formación de comisiones para el entierro de altos mandos militares, etc.

FASCISMO ROJO – Colectivo «Karl-Otto Paetel»

304 páginas
21 x 15 cm.
Ediciones Nueva República

Barcelona, 2009

Cubierta ados tintas, con solapas y plastifica
da brillo
64 Págs. interiores con fotografías
Precio para Argentina: 125 pesos
Precio internacional: 21 euros

«Maliciosamente calificado por los medios de comunicación beneficiarios del Sistema, como “extrema derecha”, “neofascismo”, “tramas negras” y otras etiquetas similares que ya han perdido su sentido, durante las dos últimas décadas ha surgido en España y en el resto del continente, en la periferia del mundo político, un movimiento que se plantea síntesis ideológicas tan novedosas como estimulantes, e iniciativas que poco o nada tienen que ver con los hombres y las organizaciones que, en la década de los años setenta, representaban a la derecha radical “clásica”. 
“Fascismo Rojo” recoge la trayectoria de alguna de sus organizaciones más significativas y, sobre todo, aporta una inédita recopilación de documentos que marcan, tanto las líneas ideológicas, como los posicionamientos estratégicos, de esos nuevos movimientos, que han dejado definitivamente en el rincón del olvido la nostalgia de un pasado que no volverá y un anticomunismo sumario y obsoleto. 
Hoy, el enemigo político del fascismo rojo es Norteamérica, el neoliberalismo y el “pensamiento único”. Sus camaradas los nacional-bolcheviques rusos, los radicales antisistema italianos, ecologistas paganos franceses y los movimientos de liberación del Tercer Mundo refractarios al occidentalismo.»

ÍNDICE

● Frente Sindicalista de la Juventud
● Movimiento de Acción Social / Movimiento Autónomo Solidarista
● Asociación Cultural Tercera Posición
● Coordinadora Autónoma Solidarista
● Línea Ecológica
● Revista Disidencias
● Tercera Vía Solidarista
● Alternativa Europea

CITAS

“No sabemos lo que vamos a hacer, pero vamos a hacer algo… Sabremos quiénes somos cuando veamos lo que hemos hecho… No sabemos lo que hay que ha­cer. Pero vamos a intentar cualquier cosa.”
Pierre Drieu La Rochelle, Le Chef (1933)

“…un trotabosques no se cuadra más que en el poste del martirio.”
Ernst Jünger, Abejas de cristal (1957)

“La raza legendaria de Agamenón y Ulises no ha muerto. Las ofensas que hemos recibido serán venga­das. Nuestra historia ha sido una sucesión de Ilíadas.”
Jean Thiriart, Un empire de 400 millions d’hommes: l’Europe (1964)

“Rechazamos un mundo donde la certidumbre de no morir de hambre se da a cambio de la muerte por abu­rrimiento.”
Texto de un cartel de las jornadas de mayo de 1968,
cit. por André Stéphane, L’univers contestatiommire (1969)

PRÓLOGO

Esta vez, no. Esta vez nadie nos ha escrito la historia. Estamos acostumbrados -mejor deberíamos decir resignados- a que a nues­tro movimiento político sea despachado, cuando tenemos el dudo­so honor de que se nos cite, con cuatro largas y bajonazo, como diría el castizo.
Hace muchos años conocí a un veterano camarada que me de­cía todo lleno de razón: “que nos insultan, respondamos; que nos calumnian desde una revista, fundemos una y contraataquemos; que alguien escribe un libro en nuestra contra, creemos una edito­rial…”. No estaba errado y Fascismo rojo es prueba de ello.
Pero, ¿qué es Fascismo rojo?
En primer lugar, es un libro sobre política, sobre los anhelos de renovación social de personas -entre las que tengo el honor de contarme- que han pensado y han trabajado por unos ideales equi­vocados o no, pero que en cualquier caso no han estado -ni están-al abrigo del conformismo y el inmovilismo.
Es un libro, por supuesto, de historia, en la medida en que los materiales compilados forman ya parte del pasado. Del pasado más reciente, pero pasado al fin y al cabo. El colectivo de estu­dios Karl-Otto Paetel de Valencia, integrado en la asociación Alternativa Europea pero autónomo en sus quehaceres, ha reali­zado un viaje a las profundidades de las publicaciones nacional-revolucionarias más significativas de finales de los años ochenta y primeros de esta década que agoniza; esto es, a lo largo de lo que para nosotros ha sido un tiempo sustancial: el punto de rup­tura con las llamadas “fuerzas nacionales”, años en los que su presunta fortaleza se diluía como azucarillo en el café y cuyo in-sufrible nacionalismo acabó por repelernos a todos: a los que se marcharon a casa y a los que nos quedamos en la brecha. Fascismo rojo es, en consecuencia, el (auto)retrato del ansia de un puñado de personas que decidieron no resignarse a ser escla­vos del pasado e iniciar la marcha sin volver la vista atrás, andar un camino inédito y apostar resueltamente por un horizonte no­vedoso.
En Fascismo rojo hablan sus protagonistas y quedan en un muy segundo plano sus vicisitudes corporativas. ¿Por qué? Muy senci­llo: el movimiento nacional-revolucionario es un grano de arena en el desierto, una semilla si se quiere. Importa, más que las idas y venidas, más que el anecdotario insípido, la potencialidad del pen­samiento -unas veces balbuceante y torpe, otras cabal y certero-que se cimentó -y se cimenta- día a día y que, en el fondo, es la au­téntica columna vertebral de nuestra capacidad de resistencia. Los compañeros del colectivo de estudios Karl-Otto Paetel han hecho bien en no pretender un libro académico al uso, uno de esos volú­menes fríos, cuyos protagonistas nos parecen seres mudos, fantas­males, pecuarios. En contrapartida, Fascismo rojo no deja de ser un apunte y se puede reprochar a sus autores -yo el primero- el he­cho de haberse dejado demasiadas cosas en el tintero… Pero a lo mejor de eso se trata, de que venga alguien detrás a completar el relato.
El lector, la lectora, deberá tener en cuenta, aparte del momen­to en que fueron redactados los artículos, digresiones y programas que jalonan este volumen, el cómo. La prensa nacional-revolucio­naria ha sido lo que nosotros llamamos una prensa de alcantarilla: un rosario de fanzines gestados las más de las veces con faltas de ortografía y una sintaxis alejada no pocas veces de la ortodoxia de los puristas del castellano. Faltaba siempre, para descargo nues­tro, tiempo y vil metal. Los compiladores, con acertado criterio, han respetado escrupulosamente los errores y, en todo caso, se han limitado a hacer un suave maquillaje ortográfico.
Saludo, por último, la inteligente y oportuna iniciativa de los autores por introducir abundante material gráfico. En efecto, se­senta y cuatro páginas de ilustraciones, aparte de no ser moco de pavo, ayudan -¡y de qué manera!- a explicar aquello frente a lo que la palabra queda coja.
Termino ya.
Confío en la fertilidad de esta zancada editorial y agradezco sinceramente la desmesurada magnanimidad de quienes me han invitado a escribir estos párrafos previos.
Juan Antonio Llopart

INTRODUCCIÓN

Acaso no encontremos en el lenguaje político del siglo XX término más ambiguo y que requiera mayor capacidad de análisis interpre­tativo que la expresión nacionalismo revolucionario. En efecto, desde las sangrientas revueltas de París que acabaron con el Antiguo Régimen en 1789, hasta la instauración en 1979 del go­bierno chiíta en Irán, pasando por todas y cada una de las guerras de liberación de los países llamados del tercer mundo, bien pode­mos calificarlas a todas -prácticamente sin excepción- como expe­riencias nacional-revolucionarias. Grosso modo, podríamos identi­ficar nacionalismo revolucionario con cualesquiera manifestacio­nes emprendidas por el partido revolucionario moderno, que con­juguen el arraigo a la tierra, la identidad nacional y el respeto al acervo tradicional de un pueblo, con profundas transformaciones sociales, políticas, económicas y/o culturales. Nacional-revolucio­narios, desde este punto de vista, habrían sido regímenes tan dis­tintos como el fascismo mussoliniano, el nasserismo egipcio, el peronismo argentino. Ni siquiera las revoluciones de carácter co­munista que se desataron por todo el mundo a partir de 1917 elu­dieron aquella componente nacional: el bolchevismo ruso, por ejemplo, no fue en realidad sino un nacionalismo revolucionario o, si se prefiere, una revolución que, a pesar de su poso internacionalista-proletario, no quiso -o no pudo- en momento alguno desa­sirse de su carácter nacional.
¿A qué nacionalismo revolucionario nos vamos a ceñir, pues, en este libro? ¿Cuál es la tipología concreta a abordar? El título del li­bro no deja lugar a equívocos: nos vamos a referir organizaciones políticas españolas que, a partir de la década de los ochenta han definido sus coordenadas doctrinales, sus referentes fuera de las fronteras del país, sus discursos y sus estrategias bajo la explícita etiqueta del nacionalismo revolucionario. Pero, ¿cuáles son esas se­ñas de identidad que nos permiten situarlo en el marco de la políti­ca española? A finales de los años setenta, Ernest Milá definía de manera esquemática las bases ideológicas que, casi veinte años después, apenas si ha sufrido variación alguna: “nacionalismo de li­beración, lucha contra el imperialismo ruso-norteamericano, cierta condescendencia con respecto al comunismo chino, socialismo-na­cional como propuesta organizativa de la sociedad, unidad euro­pea, cultura nacional y popular y economía comunitaria” (1).

Antecedentes españoles del nacionalismo-revolucionario
En nuestro país el referente más lejano, pero no por ello menos trascendente, lo constituyen las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) que, fundadas en 1931 por Ramiro Ledesma Ramos(2), bien puede considerárselas como la primera manifesta­ción del nacionalismo revolucionario español. La fusión, a prime­ros de 1934, de la organización de Ledesma con la Falange de José Antonio Primo de Rivera, frustró sin duda lo que podía haber sido un movimiento político de envergadura y con una amplia base obrera, pues los proyectos revolucionarios de Ledesma pasaban necesariamente por arrastrar a la CNT e incluso a sectores disi­dentes del comunismo (Andreu Nin y Joaquín Maurín) al campo del nacionalismo.
Tras la guerra civil, y ya desde los primeros años del régimen franquista, varias serán las organizaciones que, desde distintas po­siciones y estrategias, tratarán de recobrar desde la clandestinidad lo que acertadamente consideraban como la revolución traiciona­da. Entre esas intentos frustrados citaremos, aunque no fueron las únicas, a las Juntas de Acción Hispánica (JAH), las Juntas de Acción Nacional-Sindicalista (JANS) y un serio intento de recons­trucción de las JONS entre los años 1958 y 1959.
En la década de los sesenta serán varias las organizaciones que, independientemente de su impronta sindicalista revolucionaria y ante la patética derechización de la Falange oficial, sufrirán un fuerte giro a la izquierda. Entre aquéllas se destacaron por su acti­vismo el Círculo “Manuel Mateo” (CMM), fundado a finales de 1961 y núcleo originario, dicho sea de paso, del sindicato Comisiones Obreras (CCOO). En marzo de 1963, surge el Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES) de la mano de Nicolás Poveda, Sigfredo Hillers y Ceferino Maestú que dará lugar, al año siguiente y encabezada por este último, a la Unión de Trabajadores Sindicalistas (UTS), que ya no era propiamente una agrupación de Ideología nacional-sindicalista, sino abiertamente sindicalista-re­volucionaria(3). Distintas derivaciones de éstas organizaciones cita­das darán lugar a grupos a los que ya podemos definir sin amba­ges como de izquierda revolucionaria, tales como la organización Solidaridad, fruto de la fusión de distintas facciones de la UTS, el Frente Sindicalista de Trabajadores (FST) y militantes anarcosin­dicalistas, dirigida por Félix Carrasquer y que acabará en las filas de la CNT(4); el Frente Sindicalista Revolucionario (FSR), dirigido por Narciso Perales, antiguo dirigente falangista y destacado opo­sitor al Régimen franquista, al que con posterioridad veremos apa­drinar a FE de las JONS (auténtica) de los años setenta(5); o los nú­cleos que, del falangismo de izquierda, pasarán al comunismo, fundamentalmente al trotskismo y al maoísmo (6).

Alemania, cuna del nacionalismo revolucionario 
Fuera de España, el antecedente más remoto hay que buscarlo, sin lugar a dudas, en las publicaciones y grupos políticos que, en la Alemania de finales de los años veinte y la década de los treinta, ya se definían a sí mismos como nacional-revolucionarios (Nationalrevolutionaré), y en aquellos otros de carácter nacional-bolchevique (Nationalbolschewismus) (7), posiciones políticamente muy próximas.
Este nacionalismo revolucionario tenía una fuerte carga ideo­lógica y operaba, no bajo la disciplina de grandes partidos de ma­sas, sino a través de élites políticas y cuadros dirigentes autóno­mos. Entre las personalidades más interesantes de estas dos co­rrientes políticas hay que destacar a Ernst Jünger, Helmut Franke, Franz Schauwecker, Wilhelm Kleinau, Werner Lass, Hans Ebeling, Ernst Nieckisch, los hermanos Bruno y Ernst von Salomon, Karl-Otto Paetel y Otto Strasser. Como publicaciones nacional-revolucionarias -o nacional-bolcheviques- más influyen­tes citaremos a Die Standarte -más tarde Standarte-, Arminius, Der Vormarsch, Die Kommenden, Der Widerstand, Das Landvolk y Der Nationale Sozialist, entre otras. No serán numerosas, sin em­bargo y por lo que antes hemos dicho, las organizaciones propia­mente nacional-revolucionarias alemanas de la época. Citemos tan sólo por su significación -que no por su importancia numéri­ca- a los Grupos Nacionalistas Social-Revolucionarios de Paetel, la Comunidad de Combate Nacional-Socialista Revolucionaria de Strasser -escisión de carácter izquierdista del NSDAP y preceden­te del Frente Negro-, el Comité de Combate de los Grupos Nacional-Revolucionarios de W. Lass y el Movimiento de la Resistencia de E. Niekisch.
Tras la instauración del Régimen nacional-socialista todas las publicaciones nacional-revolucionarias desaparecerán bajo el peso de la censura, las organizaciones oficialmente disueltas y buena parte de sus dirigentes huidos al extranjero (Paetel), encercelados (Nieckisch) o en el exilio interior (Jünger). La realidad es que el na­cional-socialismo -movimiento que también podría encajar dentro de los amplios parámetros del nacionalismo revolucionario- supu­so, de hecho, la liquidación del movimiento nacional-revoluciona­rio alemán de entreguerras (8).

Jean Thiriart: el resurgir del nacionalismo revolucionario
La segunda guerra mundial supuso no sólo un sangriento y ca­tastrófico paréntesis de la historia de Europa, sino un serio revés Ideológico para los dos grandes movimientos revolucionarios del primer tercio de siglo: el socialismo y el nacionalismo. El naciona­lismo revolucionario de posguerra no será ajeno en absoluto a este proceso, en la medida que socialismo y nacionalismo habían sido -y son- dos de sus ingredientes básicos. A ello había que añadir un factor que contribuía todavía más, si cabía, a su marginación: el nacionalismo-revolucionario y sus organizaciones serán machaco-na y sistemáticamente acusados de fascistas o neofascistas por sus adversarios políticos en un intento claro de desprestigiar y criminalizar al movimiento.
Aunque existen precedentes en la inmediata posguerra, pode­mos considerar a 1960 como el año de la vuelta del nacionalismo revolucionario europeo. Es el año de la fundación de Jeune Europe (Joven Europa) la organización fundada por Jean Thiriart, el óptico bruselense cuyo nombre estará indisolublemente al re-surgimiento del movimiento y su posterior evolución. Joven Europa tuvo delegaciones en buena parte del continente -incluida España- e incluso ramificaciones en Latinoamérica. El movimien­to no alcanzó en absoluto los objetivos anhelados por Thiriart, pe­ro sin duda suministró las claves ideológicas y dotó de un nuevo discurso al nacionalismo revolucionario, al tiempo que sirvió de catalizador para la eclosión de partidos de esta misma tendencia que se producirá en las décadas sesenta y setenta.
Thiriart, desde luego, no encajó nunca en lo que la prensa de­finía equívocamente como neofascismo: no estaba imbuido por el anticomunismo que era moneda común en la extrema derecha de aquellos años, regularmente mantenía estrechos contactos con dirigentes y publicaba con asiduidad en la prensa de la Europa del Este, e incluso llegó a entrevistarse en Bucarest con Chu-en-lai en el verano de 1966. Nunca dejó de ser un nacional-comunitarista -como a él le gustaba definirse- y, hasta pocos meses antes de su muerte, apoyo lo que él consideraba como una ba­talla más en la lucha por una Europa unida, de Brest a Vladivostock, apoyando desde Moscú a la oposición nacionalista-comunista que propició el pustch contra Yeltsin.
Bien puede decirse de Jean Thiriart, para lo bueno y para lo malo, que es el padre del nacionalismo revolucionario de posgue­rra(9).

El nacionalismo revolucionario francés
Jeune Nation, la sección francesa de Joven Europa, se situaba, como ha escrito E. Milá, “en el punto de partida del que luego se llamaría nacionalismo-revolucionario”(10). Entre sus dirigentes más destacados estaba Dominique Venner, quien dio al nacionalismo revolucionario francés unas líneas de acción que más tarde influi­rán de manera categórica en el resto de organizaciones del movi­miento. Entre estas hay que citar a la organización estudiantil Grupo de Unión de Derecho, fundada por Alain Robert y que tuvo su nacimiento en la facultad de Derecho de Assas, pero no será hasta finales de 1969 cuando se organice en París Ordre Nouveau (Orden Nuevo), gracias a las gestiones de Roger Holeindre y Alain Robert. Ordre Nouveau estará llamado a convertirse el gran partido nacional-revolucionario de carácter extraparlamentario de los años setenta y único capaz de incidir de pleno en el movimiento obrero, con la creación de la Union General des Travailleurs (Unión General de Trabajadores). El partido, no obstante, fue di­suelto por el gobierno, tomando como excusa unos enfrentamientos con la Liga Comunista Revolucionaria, por aplicación de la Ley Pleven (11).
Entre las organizaciones que recogieron el legado de Ordre Nouveau estaban los Grupos Nacional-Revolucionarios de Base, dirigidos por Francois Duprat, y el movimiento Tercera Vía de Gilíes Malliarakis, y otras organizaciones más escoradas a la iz­quierda como Organisation Lutte du Peuple (Organización Lucha del Pueblo), que tenía como máximo dirigente a Yves Bataille, y verdadero precedente de la organización Nouvelle Résistance (Nueva Resistencia), que preside actualmente Christian Bouchet (12).

El nacionalismo revolucionario italiano
El referente obligado del nacionalismo revolucionario en Italia serán las corrientes de izquierda y las escisiones que se operaron en el seno del Movimiento Social Italiano (MSI), justo hasta el mo­mento de su definitiva derechización e integración en el Sistema (13).
Ordine Nuovo (Orden Nuevo), primera de estas grandes faccio­nes desgajadas del MSI, nació en 1953 y, aún cuando se reintegró en el partido en 1969, sus trabajos ideológicos son de ineludible consulta para analizar las claves de la evolución del movimiento nacional-revolucionario italiano y europeo de posguerra. Ordine Nuovo -que en realidad poco tenía que ver con la organización francesa del mismo nombre-, logró “centralizar los mejores cerebros del MSI en una época en que éste no terminaba de conciliar sus tendencias interiores y tampoco conseguía demarrar electoral-mente” y sirvió como “centro de formación y análisis político, puesta al día ideológica y escuela de formación” de los cuadros di­rigentes del MSI (14).
Fruto de la convergencia de distintas organizaciones extraparlamentarias surge, en 1962, Avanguardia Nazionale (Vanguardia Nacional). Junto a Stefano della Chiae aparecen otros dirigentes, algunos de ellos procedentes de la izquierda radical y del anarquis­mo, como Serafino di Luia o Mario Merlino, dando al nacionalis­mo revolucionario una dinámica de movilización de masas y lucha callejera que hasta entonces no había tenido.
Otra de las organizaciones extraparlamentarias más singulares era del nacionalismo revolucionario fue Lotta di Popólo (Lucha del Pueblo), surgida del Movimiento Estudiantil y Obrero de Vanguardia, diridigo por di Luia y Claudio Mutti, verdadero para­digma de lo que la prensa no dudó en calificar como nazi-maoísmo; esto es, la fusión de mitos, ideas, lenguaje y modus operandi comunes al nacionalismo revolucionario y la extrema izquierda. Al reingresar los militantes de Lotta di Poppolo al MSI constituyeron la tendencia Lotta Popolare (Lucha Popular).
Otras organizaciones de carácter nacional-revolucionario han sido, por ejemplo, el Partito Nazionale del Laboro (Partido Nacional del Trabajo), fundado en 1968 por disidentes del MSI y dirigido por Ugo Cesarini; o la organización espontaneísta Terza Posizione que, surgida en 1977, estaba dirigida por di Mittri (15).

El nacionalismo revolucionario alemán
Al igual que sucedió en Italia con el MSI, en Alemania el punto de partida de muchos nacionalistas revolucionarios estará ubicado en el Partido Nacional Democrático Alemán (NPD) fundado en 1964 (16). En 1972 se produce la escisión del ala radical encabezada por el doctor Pölmann denominada Aktion Neue Rechte (Acción de la Nueva Derecha), una de cuyas escisiones, de carácter izquier­dista, estará capitaneada por por Hartwing Singer y Michael Penz, y dará lugar a la Nationalrevolutionäre Aufbauorganisation (Organización de Reconstrucción Nacional-Revolucionaria), cuyo congreso de constituyente tuvo lugar en el verano de 1974. La NRAO será el paso previo que precederá a una nueva organiza­ción: Sache des Volkes (Lucha del Pueblo), hermanada con los pa-tidos francés e italiano del mismo nombre y, sin duda alguna, la más importante organización nacional-revolucionaria alemana de posguerra. Sache des Volkes se caracterizó por un socialismo solidarista, popular, autogestionario y antiimperialista. Próximo polí­tica y tácticamente a Sache des Volkes se situaba Solidaristische Volksbewegung (Movimiento Solidarista Popular) que, en 1980, se transformará en la Bund Deutscher Solidaristen (Liga de los Solidaristas Alemanes) y compartirá con SDV sus órganos de ex­presión y propaganda.
A principios de los años 80 surgirá otra organización de carác­ter nacional-revolucionario, el National-Revolutionärer Koordinationsausschuss (Comité de Coordinación Nacional-Revoluciona­rio), pero su característica principal con respecto a las organizaciones que le precedieron, es que sus militantes de base ya no pro­vienen del nacionalismo revolucionario sino del marxismo-leninis­mo, y el discurso ha cambiado sobremanera: se habla de teoría la teoría de la desconexión y de democracia de consejos (Räterdemokratie) (17)

¿Tiene el nacionalismo revolucionario futuro?
El hecho de que el nacionalismo revolucionario no exista para la sociedad mediática, como la nuestra, no sirve en absoluto para certificar su defunción: sus flujos y reflujos, sus callejones sin sali­da y derivaciones insospechadas, su lenta y pesada labor de difu­sión y formación en medio de todas las dificultades y carencias, sus débiles estructuras nacionales y sus intentos por conformar organizaciones supranacionales como el Frente de Liberación Europeo18, son prueba más que elocuente de que el fenómeno si­gue vivo.
A nadie se le oculta que el movimiento nacional-revolucionario, desde mediados de los años ochenta y no sólo en España, lleva una vida larvaria. Ello se debe, entre otras cosas, a las profundas transformaciones sociales, económicas y aún de carácter espiritual está sufriendo nuestro continente durante estos tres últimos tres lustros y a las que no ha sabido aún adaptarse: los referentes polí­ticos -a derecha y a izquierda- se han esfumado, la concepción le­ninista del partido revolucionario se ha convertido en una antigua­lla, el muro de Berlín se ha vendido como baratija, el fenómeno del individualismo social y la desestructuración de las clase traba­jadora están en su apogeo, el pensamiento único parece apoderar­se de todo y de todos…
Tal vez la historia no sea lineal y su obligado cumplimiento no sea más que una falacia, una trampa -una más- tendida por la poli­cía del pensamiento. O ¿acaso no hay indicios de que el Sistema ya no puede sostener lo que fue su triunfo más incontestable: la socie­dad del bienestar? ¿Qué decir de la caída de la natalidad como len­ta y letal revolución de insospechadas consecuencias en las socie­dades occidentales? ¿Cuáles son los mecanismos de nuestras so­ciedades frente a ese holocausto cotidiano que es la exponencial agresión al medio ambiente? ¿Cómo desacelerar las distancias en­tre los países ricos y los países del tercer mundo? ¿Cómo compatibilizar la democracia uniformadora y el respeto a las culturas tra­dicionales? ¿Cuáles son los mecanismos que impedirán constreñir la libertad del hombre frente a la multiplicación de los medios pa­ra controlarlo?… ¿Tiene, por fin, el nacionalismo revolucionario futuro? Quizá estemos cerca. Quizá estemos lejos y, parafraseando al Orwell de 1984, tomaremos parte en él como puñados de polvo y astillas de hueso. En cualquier caso, el camino no puede ser otro que la lucha.

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Colectivo «Karl-Otto Paetel»

NOTAS

1. Ernesto Cadena [pseud.]. La ofensiva neo-fascista. Acervo, Barcelona, Barcelona, 1978, pp. 39-40.
2. Sobre Ledesma Ramos es imprescindible la lectura de Tomás Borras, Ramiro Ledesma Ramos, Editora Nacional, Madrid, 1971; José Ma. Sánchez Diana, Ramiro Ledesma Ramos. Biografía política, Editora Nacional, Madrid, 1975; y José Cuadrado Costa, Ramiro Ledesma Ramos, un romanticismo de acero, Barbarroja, Madrid, 1990.
3. La UTS fue el precedente inmediato de la Confederación de Trabajadores
Independientes (CTI), sindicato que surgió a mediados de los años setenta, en plena transición política. La UTS se alineará, desde un principio, con el resto de sindicatos clandestinos. Así, por ejemplo, en 1971 aparecerá un manifiesto conjunto de amplia repercusión firmado por la UGT, la CNT, el FST, la OSO y la UTS, v. Juan Gómez Casas, Los cruces de caminos, CNT, París, 1984, p. 90.
4. J. Gómez Casas, op. cit., p. 109.
5. J. Gómez Casas, op. cit., p. 117-8. El FSR se embarcó a mediados de los setenta en la reconstrucción del Partido Sindicalista, tratando así de recoger el lega-do del diputado y dirigente anarquista Ángel Pestaña, pero esta iniciativa fue efímera y la mayoría de sus dirigentes acabarán por ingresar en la CNT. Otro grupo de orientación anarquista e influidos por el pensamiento de Max Steiner y Bakunin fue lo organización Bandera Negra, fruto precisamente de una escisión -en 1972-del FSR, v. Benito Sanz Díaz, L’oposició universitaria al franquisme, Valencia 1939-1975, Universidad de Valencia-DISE, Valencia, 1995-6, p. 102.
6. Conocido es el caso del grupo llamado Cinco Rosas de Madrid, de carácter nacional-sindicalista de izquierda que, encabezado por Manuel Gucdán, acabará eb la ORT, o la presencia de jóvenes falangistas catalanes, a principios de los años setenta, en la fundación de la LCR en Barcelona.
7. El nacional-bolchevismo no es ningún invento como sostienen algunas organizaciones marginales -y desmemoriadas- de la extrema izquierda. La primera formulación teórica de esta corriente se remonta a 1919, gracias al profesor de Derecho de la Universidad de Berlín Paul Eltzbacher. Líderes nacional-bolcheviques o nacional-comunistas serán Ernst Niekisch, Karl Otto Paetel, Heinrich Laufenberg y Friedrich Wolffheim. Sobre el nacional-bolchevismo v. Louis Dupeux, Stratégie communiste et dynamique conservatrice. Essai sur les différents sens de l’expresión “national-bolchevisme” en Allemagne sous la République de Weimar (1919-1933), Librairie Honoré Champion, Paris, 1976.
8. A este respecto es imprecindible la lectura de Jean-Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios. Crítica de la razón/la economía narrativa, Taurus, Madrid, 1974.
9. Sobre la trayectoria de Joven Europa v. Yannik Sauveur, Jean Thiriart et le national-commimautaurisme européen, 4. vols., Machiavel, 3a éd., Charleroi, 1985. y en castellano, E. Cadena, op. cit., pp. 223-7. Thiriart publicó en 1964 un texto fundamental del nacionalismo revolucionario de posguerra: Un empire de 400 millions d’hommes: l’Europe, que en nuestro país se tradujo por ¡Arriba Europa! Una Europa unida: un imperio de 400 millones de hombres (Mateu, Barcelona, 1965).
10. E. Cadena, op. cit., p. 113.
11. Ordre Nouveau continuó su actividad política, no obstante, sólo que bajo la denominación de la que había sido su plataforma electoral: el Front National (Frente Nacional), que es el que hoy conocemos como partido dirigido por Jcan-Marie LePen.
12. De hecho, el órgano de expresión de Nouvelle Résistence se llama Lutte du Peuple. Nouvelle Résistence pertenece -junto a la organización española Alternativa Europea al Frente Europeo de Liberación (FEL).
13. Una facción importante, denominada Movimiento Social-Llama Tricolor y encabezada por Pino Rauti, antiguo líder de la corriente Línea Futura, ha retomado sin embargo la línea del antiguo MSI frente al posfascismo representado Fini.
14. E. Cadena, op. cit., p. 81.
15. Los Núcleos Armados Revolucionarios (NAR) no surgieron, como alguien ha escrito, como aventura armada de Terza Posizione, sino como una respuesta autónoma a los atentados de las Brigadas Rojas y a los crímenes de Estado del penta-partito: tras las expectativas de crecimiento de los Campos Hobbit -organizados por la juventud radical del MSI-, se inician una serie de asesinatos contra militantes nacional-revolucionarios, a los que éstos responden como “opción de supervivencia de un sector juvenil que se encontraba atacado y criminalizado y que veía en la violencia una autodefensa legítima” (Francesco Ingravalle en Robert Steuckers et al, La derecha radical en Europa, Disidencias, Barcelona, 1989, p. 52).
16. Hay, sin embargo, varios precedentes nacional-revolucionarios muy singular: el Sozialistische Reichs Partei (Partido Socialista del Reich), prohibido por las autoridades alemanas en octubre de 1952, que un año antes había obtenido el 11% de sufragios y 16 escaños en el parlamento de Baja Sajonia. “El SRP -ha escrito R. Steuckers- se oponía a la política prooccidental de Adenauer, luchaba por la reunificación alemana, la neutralidad, y competía seriamente con la izquierda gracias a un programa social audaz”; la Deutsche Soziale Union (Unión Social Alemana) fundada en 1954 por un grupo de militantes de tendencia socialista strasserista que será un vivero de futuros dirigentes nacional-revolucionarios; y, por último, los círculos de carácter político denominados Vötokalisten, fundados a principios de la década de los sesenta, precedente del Unabhängigen Arbeiter Partei (Partido Obrero Independiente) de carácter socialista-revolucionario (v. R. Steuckers el al., op. cit., p. 6 y SS.).
17. La NRKA se transformará en National-Revolutionärer Koordinationsbüro (Oficina de Coordinación Nacional-Revolucionaria) y, posteriormente en Politische Offensive (Ofensiva Política) (v. R. Steuckers et al, op. cit., p. 20).
18. El FEL agrupaba, según el número de Tribuna de Europa, órgano de opinión de Alternativa Europea (AE), correspondiente a octubre-noviembre de 1998 a organizaciones nacional-revolucionarias de Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Polonia, Portugal, Rusia y España.

HITLER POR MIL AÑOS – LÉON DEGRELLE

160 páginas
14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2012
, Argentina
tapa: color, plastificada,
Precio para Argentina: 40 pesos
Precio internacional: 15 euros

De todos los líderes llamados “fascistas” en los países que tomaron parte en la segunda guerra mundial, León Degrelle fue el único sobreviviente.
Degrelle ha conocido muy de cerca a Hitler, quien además siempre manifestó un cariño especial por él, de modo que hoy puede contarnos desde una posición de excepción qué clase de ser humano era verdaderamente; cómo pensaba, qué quería, qué proyectaba, cuáles eran sus pasiones, sus cambios de humor, sus preferencias, sus fantasías.
Si existieran historiadores realmente objetivos, Degrelle sería uno de los testigos de mayor valor. ¿Quién, entre los supervivientes políticos de 1945, ha conocido a Hitler o Mussolini más directamente que él? ¿Quién podría, con más precisión, explicar qué tipos de hombres eran?
Sin embargo, su testimonio fue completamente ignorado por la historia y su persona perseguida hasta extremos inimaginables. Hasta el derecho a una vida digna se le intentó quitar atentando repetidamente contra su vida y la de su familia y condenándolo al exilio. No se puede negar empero que Degrelle se unió a la gran contienda buscando el bien de su patria, Bélgica, y el de una Europa unida.
Pero aun cuando se quiso impedir incluso que se hable de él, su voz no pudo ser silenciada y en estas memorias encontramos un testimonio excepcional sobre la historia y el destino del pretendido “Reich de los mil años” y particularmente de su líder, Adolf Hitler.

ÍNDICE

Prólogo de Otto Skorzeny
I- El amordazamiento de los vencidos
II- Cuando Europa era fascista
III- Hacia el poder a los veinticinco años
IV- Estalla Europa
V- Hitler, para mil años
VI- Al lado de los alemanes
VII- Los tranvías de Moscú
VIII- El infierno ruso
IX- ¿Quién era Hitler?
X- De Stalingrado a San Sebastian
XI- Los exilados
XII- ¿Y si Hitler hubiera ganado?

Prólogo

El editor y el autor de este libro, me han pedido que escriba un prólogo para él, y con sumo gusto voy a redactarlo.
He aceptado esta tarea, ya que el autor, LEÓN DEGRELLE, es un viejo camarada de armas mío. Es una cosa muy especial esta camaradería del frente de la Segunda Guerra Mundial. Cuando me encuentro hoy, casi 30 años después, con un sargento o un coronel de los que conocen como yo lo que fue el combate de Rusia, inmediatamente comenzamos a cambiar impresiones y recuerdos, pese a que casi siempre están ligados a nuestros amigos muertos, al hambre, a las privaciones o al espantoso frío pasado.
Cada combatiente en Rusia, se siente muy allegado a otros camaradas. Nosotros sabemos, uno y otro, por qué hemos luchado.
Hoy día se ha olvidado casi por completo que a nuestro lado, con los soldados alemanes, han luchado, sufrido y muerte, voluntarios de casi todos los países europeos. Ya en el mes de septiembre de 1941, mi División DAS REICH encontró cerca de Smolensk a la División Azul española, que se hallaba en marcha hacia el frente. Unas semanas mas tarde, a la vista de Moscú, vimos unos voluntarios franceses heridos. Tampoco se debe olvidar que en estos últimos meses de 1941, en todas las Divisiones alemanas se podían encontrar también rusos, casi todos ellos prisioneros, que se habían unido a las unidades alemanas, y trabajaban como mecánicos o en los servicios de mantenimiento, pero que, si era necesario, tomaban las armas.
Fue especialmente en las Divisiones de las WAFFEN SS donde se encuadraron .en principio los batallones de voluntarios, que más tarde se fueron extendiendo a Regimientos, Brigadas y Divisiones. Nosotros teníamos miles de voluntarios de Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica y Francia, y también voluntarios de países neutrales, como suizos, finlandeses, suecos y musulmanes de Servia, que lucharon en nuestras filas.
Creo que constituirá un símbolo de lo que puede ser la amistad entre las naciones que se sepa que en los últimos días de la guerra, una última compañía de franceses voluntarios luchaban en Berlín defendiendo la Cancillería del Reich. Ninguno de estos voluntarios fue un traidor a la patria. Todos aquellos hombres jóvenes arriesgaron su vida para conjurar un peligro que, según su opinión, estaba en marcha desde el Este hacia Europa. Ellos olvidaron todo lo que les podía separar de Alemania, y vieron solamente el peligro y, para más tarde, un futuro europeo en unión de Alemania. Estas solamente eran las razones e ideales que unieron a cientos de miles de voluntarios en nuestra comunidad del frente.
Hoy día, todos hablan de la necesidad de unificar* Europa, y los políticos de hoy, al menos en teoría, inscriben la misma idea sobre sus banderas.
Los voluntarios de aquellos tiempos, que lucharon con nosotros, fueron tratados después de perder la guerra, como traidores en sus respectivos países, fueron condenados a muerte o han pasado largos años en prisión. Ellos tuvieron solamente una culpa: creían, ya entonces, en una Europa unida, y tenían la esperanza de poder realizar, con la ayuda de Alemania y junto con Alemania, aquella visión de un futuro mejor. Su voluntad y aspiraciones, sus esperanzas estaban justificadas y eran válidas también para estos tiempos; únicamente su visión pecó de prematura.
Mi camarada LEÓN DEGRELLE, era ya en estos años un hombre de la política que tenía sus admiradores especialmente en la parte Sur de Bélgica, con los belgas de habla francesa. El estaba convencido de que, como voluntario con el uniforme alemán, cumplía con su deber y con su patria. Esta convicción nadie puede desmentirla en LEÓN DEGRELLE, o ponerla en duda. Estoy convencido de que LEÓN DEGRELLE, con su legión de Wallonia, quería luchar hasta alcanzar un derecho de autodeterminación para su patria en una Europa futura.
Había muy pocas unidades voluntarias en el Ejército alemán que hayan combatido o combatieron tan valientemente como los voluntarios belgas bajo el mando de LEÓN DEGRELLE. Este valiente soldado fue herido muchas veces a la cabeza de sus unidades, y recibió, con todo derecho, las más altas distinciones militares alemanas.
Entre febrero y marzo de 1945, cuando yo era comandante al mando de una División en Schwedt, al Este del río Oder, LEÓN DEGRELLE estuvo luchando con su División cerca de Stagart, a pocos kilómetros al norte de Schwedt. Nuestras dos Divisiones fueron entonces en este fren­te las unidades que lucharon en las más avanzadas posiciones al Este.
Yo, y conmigo todos los antiguos cantaradas del frente del Este, esperamos un pleno éxito para el nuevo libro de LEÓN DEGRELLE, pero especialmente deseamos que ahora, 25 años después del fin de la guerra, haya muy pronto una posibilidad para él, de poder volver como hombre libre y estimado a su patria. Un soldado valiente que ha luchado y arriesgado su vida según su convicción honrada, merece, según mi opinión, el respeto, al menos, del mundo de hoy.

Otto SKORZENY
Marzo de 1969

LUCHARON EN KRASNY BOR (II) La gran Crónica de la División Azul III – Fernando Vadillo

García Hispán Editor
1994
296 págs.,
15×21 cms.
Tapa: blanda,
encuadernación rústica
Precio para Argentina: 126 pesos
Precio internacional: 18 euros

Este segundo tomo, del tercer libro que FERNANDO VADILLO consagró a la División Azul, continúa con la narración de los voluntarios españoles en el frente del este, y en esta ocasión nos acerca a la epopeya de la mayor batalla donde combatieron nuestras armas, la Batalla de Krasny Bor, que comenzó el 10 de febrero de 1943, y que ha quedado perpetuamente asentada en las mentes de cuantos la vivieron.
Cuatro mil bajas causó la ofensiva soviética, que pese a lanzarse con todos los medios disponibles, fué finalmente frenada por este puñado de valero­sos españoles que formaron la Blau División. Fernando Vadillo describe, como nadie nunca lo hizo, esta hoja épica del libro de las glorias de nuestras armas allende de nuestras fronteras.
Tras sus seis obras, ya publicadas dentro de esta magnífica colección “LA GRAN CRÓNICA DE LA DIVISIÓN AZUL”, -“ORILLAS DEL VOLJOV I y II”, “ARRABALES DE LENINGRADO I y II” .”LUCHARON EN KRASNY BOR I” y “LOS IRREDUCTIBLES”- el autor consagrado como ningún otro a dejar la huella imperecedera del paso español por la Rusia comu­nista prepara ahora la reedición ampliada de “Los Legionarios, Balada final de la División Azul” y su inédita “Los Prisioneros”, que cerrarán finalmente la obra de Vadillo.

ÍNDICE

Libro tercero: LA BATALLA DEL ISHORA                      269
XXVII. Alucinantes combates entre dos luces                     271
XXVIII.            La grillera de la Fábrica de Papel                  283
XXIX.  Sucedió a mediodía                    291
XXX.   Carros destruidos a pecho descubierto                   299
XXXI.  Veinticinco kilómetros perdidos                      307
XXXII. Los artilleros, últimos defensores de Krasny Bor                   315
XXXIII. Sí, Marusha, nos vamos a España                  323
XXXIV. San José, ¡menuda fiesta, camaradas!                  327
XXXV.            Y volvió a reír la primavera                    343
XXXVI. El capitán de Andrés sube en globo                       353

Libro cuarto: 18 DE JULIO EN POKROVSKAIA                      363
XXXVII. Ante la tumba del hermano caído             365
XXXVIII. La Escuadrilla Azul en la batalla de Kursk             375
XXXIX.            ¡Señores! Les invito a descender al refugio              389
XL.  Tres chicas españolas en el frente                       401
XLI.  Finne della transmissione               409
XLII. Voces quebradas y brazos en alto                    421
XLIII.  Sin novedades dignas de mención                 427
XLIV. Nosotros no somos italianos                   433
XLV.    Los aliados exigen la retirada de la Blau                  439
XLVI.   ¡Vista, suerte y al toro!                447
XLVII.   ¡Muchachos, hay que fortificar!                    449
XLVIII.  Cinco de octubre, última batalla                  453
XLIX. ¿Pero qué creían esos tipos?                  463

Libro quinto: LA HORA TRISTE DEL RELEVO               467
L.         Adiós a las trincheras, adiós a los muertos               469
LI.  No había rosas para sus tumbas               479
LII.       Orden del Führer: la División debe repatriarse                    489
LIII.      La División en la Bolsa de Oranienbaum                  493
LIV.     Cazas españoles en el cielo de Smolensk                501
LV. Esteban-Infantes se impacienta               505
LVI. Todavía se lucha y se muere                    519
LVII.  ¡Muchas gracias, mein Führer!               527
LVIII.   Voluntarios para la Legión Azul. ¡Yo, yo, yo…!                   533
LIX.      Concluyen las negociaciones hispanogermanas                        541
LX. Berlín, bajo el bombardeo de la RAF                  549
LXI.      Cruces de abedul, canciones navideñas                557

EL AUTOR

Del Ebro hispánico al Valjov soviético, de la falangista bandera Móvil a la División Azul, Fernando Vadillo dedicó su adolescencia a un prematuro guerrear por su irreductible fe joseantoniana. Al regreso del frente soviético —dieciocho años de edad— prosigue sus estudios, y los entremezcla con las exposiciones de pintura y actividades aparentemente tan contradictorias como la poesía, la novela, los artículos periodísticos, la crítica del arte, la dirección de revistas v el boxeo. Su práctica en este deporte le lleva al diario «Marca» primero, y al «AS» después. Sus crónicas y críticas son auténticas piezas literarias y, en consecuencia, es el único periodista que obtiene, entre otros muchos galardones, el título de «el mejor escritor de boxeo en idioma castellano» que le otorga el WBC o Consejo Mundial de Boxeo. En 1967 comienza a aparecer su saga divisionaria, en cuya preparación documental ha empleado más de un lustro. El primero de los libros se titula «Orillas del Voljov», seguido de «Arrabales de Leningrado», «Lucharon en Krasny bor» y«Balada final de la División Azul. 1: Los legionarios». Independientemente de otros libros de distinta temática, a Femando Vadillo le ha consagrado principalmente en la literatura su obra divisionaria. Escritores y críticos ilustres han elogiado la alta calidad de su estilo narrativo, donde se equilibran dureza y ternura, desgarro y lirismo. Esta brillantez artística, puesta al servicio de la pulcritud histórica, dan como resultado una obra tan estremecedora como estremecedora fue, mírese desde la óptica militar y política que se mire, el heroico comportamiento de la División Azul.