180 páginas
Editorial Canaán
Argentina, 2009
Encuadernación rustica.
Precio para Argentina: 49 pesos
Precio internacional: 16 euros
Si ya no se puede cuestionar la violencia del Estado israelí sin atraer enseguida sobre sí la acusación de antisemitismo, entonces esta acusación tiene la función de circunscribir el espacio de los discursos públicamente aceptables y de inmunizar contra toda crítica esta violencia israelí poniendo en duda la moralidad de las protestas que suscita. La acusación de “antisemitismo” funciona así tal como funciona, contra cualquiera que se opone a las recientes guerras emprendidas por Estados Unidos, la etiqueta de “traidor” o de “simpatizante de los terroristas”. Y se trata de pesadas amenazas, con profundas consecuencias psicológicas. Apuntan a controlar el comportamiento político de los ciudadanos imponiéndoles una identidad terriblemente estigmatizante, que la mayor parte de la gente hará todo lo posible por evitar. Y el miedo al estigma traerá consigo la autocensura. Podemos y debemos, sin embargo, poner coto a esa amenaza apoyándonos en la solidaridad de otros actores, de todos aquellos que están dispuestos a expresarse públicamente y a hacer retroceder así la estigmatización. En el nivel del sujeto individual, la acusación de “antisemitismo” busca controlar la capacidad de expresarse en alta voz, y en el nivel de la sociedad en general apunta a circunscribir lo que puede ser expresado en voz alta en el seno de la esfera pública.
Judith Butler
ÍNDICE
Alejandro Romero.
A modo de Prólogo . . .
Hugues Jallon. Director literario.
Introducción …………………… 7
1. Denis Sieffert.
Antisemitismo: entre realidades y manipulaciones .. 11
2. Sylvain Cype.
Decodifación de Décryptage (Decodificación):
¿dijo usted desinformación?………………………… 21
3. Daniel Lindenberg.
El ”Islam ” y los “árabes” vistos por los “defensores de Israel”:
una desinformación permanente……………………. 29
4. Eric Hazan
Del chantaje al acoso judicial……………………….. 39
5. Michel Warschawski
El cínico, el paranoico y el provocador………………. 45
6. Marc Saint-Upéry
Sobre la reprobación de la reprobación:
a propósito del “encarnizamiento mediático contra Israel” 59
7. Etienne Balibar
¿ Un nuevo antisemitismo?………………………….. 65
8. Judith Butler
La acusación de antisemitismo: los judíos, Israel y los riesgos de la crítica pública.
Un enfoque estadounidense………………………… 71
9. Rony Brauman
Epílogo. El porvenir no está escrito.
Declaraciones recogidas por Denis Sieffert……… 87
10. SaadChedid
‘Semita’: una palabra vaciada de su significación y de su verdad.
Un enfoque argentino ………………………………. 95
11. Los Autores………………………………………. 173
A MODO DE PRÓLOGO
Podemos empezar con una pregunta, que el subtítulo de este libro podría suscitar: ¿Por qué publicar en la Argentina un libro específicamente dedicado a analizar los conflictos provocados en Francia (y en la universidad de Harvard, Estados Unidos) por el uso de las acusaciones de antisemitismo para acallar o desprestigiar a todos aquellos que critican al Estado de Israel, y en especial sus políticas hacia los palestinos?
Las razones son varias. Salta a la vista que la Argentina no es cualquier lugar en lo que a la comunidad judía’ se refiere. No sólo porque aquí tuvieron lugar los atroces y todavía no aclarados atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA. Y ni siquiera propiamente por ello, sino ante todo por el tamaño relativo de la comunidad judía local (los argentinos que se identifican como judíos), la segunda en importancia fuera del Estado de Israel. Pero también porque en la Argentina conviven no sólo descendientes de europeos y del medio-oriente judíos, sino también descendientes de palestinos, libaneses, sirios, y varios otros pueblos general y groseramente identificados como “árabes”, cristianos y musulmanes. Unos y otros argentinos, se sienten sin embargo, y lógicamente, dolidos por lo que allá ocurre e interpelados en su compromiso con sus identidades de origen por lo que es hoy un conflicto emblemático y cruel: el israelí-palestino. Un conflicto frente al cual no son indiferentes y ante el que sienten a menudo que tienen que tomar posición, como tomamos posición en relación con él todos aquellos, no importa nuestro origen o religión, que nos sentimos comprometidos con los demás seres humanos, su destino, sus derechos y sus libertades, y con la política como dimensión esencial de las relaciones entre los grupos humanos, los pueblos y los países.
En este sentido, el análisis reflexivo del modo en que estas cuestiones se dirimen en otra tierra, con la que para colmo los sectores ilustrados de la Argentina tienen una relación intelectual significativa, puede ayudarnos a entender cómo intentamos dirimirlos aquí. Qué contradicciones y malosentendidos enfrentamos, y a qué clase de presiones y distorsiones nos vemos también sometidos. Al fin y al cabo, no en vano vivimos una época de mundialización de los estilos de vida, de la cultura y de los dispositivos políticos y económicos. Los conflictos y debates entre franceses y entre estadounidenses que encuentran expresión en este libro serán un espejo en el que muchas veces reconoceremos nuestra propia imagen. Por otro lado, la distancia que nos separa de ellos quizás nos facilita la tarea de aprovecharlos reflexivamente.
La segunda razón tiene que ver con el sentido y la calidad de las intervenciones que componen este pequeño volumen. El nombre de algunos de sus autores es incluso conocido por los lectores locales (Etienne Balibar, Michel Warschawski y Judith Butler, por ejemplo), pero lo más importante es que todas las intervenciones se elevan por encima de lo anecdótico y puramente europeo (o estadounidense) para discutir y analizar un tema esencial en el mundo de hoy: el de la manipulación de la retórica y las identidades étnicas y religiosas, así como de las acusaciones de fundamento ideológico, para acallar críticas, provocar la autocensura, cercenar debates y redefinir según ciertos prejuicios el sentido de temas que son del orden de lo político, lo histórico y lo ético, y que deberían ser tratados con la mayor apertura, honestidad y rigor crítico posibles.
Se trata de lo que uno de los autores de este libro, Rony Brauman, ex presidente de Médicos sin Fronteras, llama “la más amplia regresión de la vida política hacia el terreno étnico-identitario”. Una regresión peligrosa, porque empobrece y esquematiza las distintas identidades (judíos y musulmanes, pero también bolivianos y argentinos, latinoamericanos, “yanquis” y palestinos, peronistas o “zurdos”, etc.) cerrándolas sobre sí mismas y haciendo reinar entre ellas la desconfianza y el miedo en lugar de promover la comunicación y el esfuerzo de entendimiento. Con lo cual, contribuye a empujar los conflictos hacia variantes maniqueas, bloqueando todo posible universalismo, toda posibilidad de mejorar entre los pueblos y los grupos humanos el reconocimiento de la igualdad básica y fundamental que nos une como seres humanos a través de nuestra necesaria y enriquecedora diversidad, y no contra ella.
Una regresión, ésta, que resulta siempre conservadora y despótica. Conservadora, porque esencializa las tradiciones, anclando toda forma de vida en su modelo pasado y establecido, intocable, sacralizado. Y despótica porque implica necesariamente una especie de “lucha sin cuartel” por la ortodoxia a la hora de definir cuáles son realmente los rasgos que definen “en su verdad y su pureza”, en su legítima y única forma, cada identidad, cada uno de esos “modos de vida” o “formas de ser”. Una lucha que, por su propia lógica, reproduce legitimidades excluyentes y jerarquías rígidas, y genera con ello sumisiones, persecuciones, inquisiciones y marginaciones. En dos palabras: violencia y discriminación. Y con ellos, dolor, resentimiento y odio. Con lo cual, reproduce y amplifica la lógica del miedo y de la guerra, en lugar de propiciar el avance de vínculos pacíficos, de mutuo reconocimiento y de comprensión ante los desacuerdos.2
Los textos del presente libro, desde distintas perspectivas y con diferentes instrumentos de análisis -retóricos, históricos, sociológicos, filosóficos- pero sobre todo poniendo en juego un claro compromiso democrático y humanista evidente en la prosa de todos sus autores, muestran cómo, por qué medios, a través de qué estrategias y poniendo en obra qué tácticas, ciertos discursos de matriz “ortodoxa” y “étnico-identitaria” (en especial, en este caso, el desarrollado por cierta “derecha sionista” pro-israelí) se ponen al servicio de aquella regresión. Y analizan con el mismo cuidado y detalle cuáles son los efectos de semejante ejercicio de “propaganda”, intimidación, desinformación e imposición de horizontes de interpretación.
Una experiencia que, como ya sugerí, excede con mucho la tensión entre los defensores y los críticos del Estado de Israel y de sus políticas contra los palestinos, o el conflicto entre quienes apoyan la causa palestina y quienes apoyan incondicionalmente a Israel (conflictos que también tenemos y en el que las acusaciones de “antisemitismo”, pero también las expresiones antijudías, tienen muchas veces aquí la misma función que allá). Pero hay más: en toda América latina hemos padecido dispositivos de chantaje retórico semejantes, construidos con la misma lógica aunque no con los mismos términos, siempre que en las últimas décadas se trató de enfrentar, cuestionar y criticar el programa “neoliberal”, el Consenso de Washington y la concepción de la sociedad como organizada y gobernada por “la mano invisible de los mercados”.
La tecnocracia “neoclásica” que pobló los Ministerios de economía, muchas fundaciones privadas y la mayor parte de los medios de comunicación, usó (y siguen usando) herramientas y mecanismos similares a los aquí analizados y denunciados para deslegitimar e intimidar, destruyendo su prestigio público, a todos aquellos que tenían la osadía de enfrentárseles públicamente y que trataron de instalar un debate público y abierto sobre la (no)racionalidad, el sentido y los efectos de ese modelo de sociedad, a la vez que trataban de promover una discusión creadora acerca de los principios y formas sociales y los estilos de producción que nos convienen. La acusación a que se recurría no era la de antisemitismo, pero se los trataba de “zurdos”, subversivos, anticristianos, destructores de la familia, “populistas”, soñadores, nostálgicos, trasnochados, “ignorantes que viven en el pasado” o “estatistas autoritarios”.
Todo, salvo discutir racional y explícitamente los argumentos con que los críticos del Consenso de Washington y del programa de globalización neoliberal los confrontaban en el espacio público. Recuerdo incluso haber escuchado en más de una ocasión de boca de economistas amigos, durante la década del noventa, la siguiente declaración: “por supuesto que esto es un desastre, claro que el modelo neoliberal y la convertibilidad no pueden sostenerse, pero eso es algo que no se puede decir en público si uno quiere conservar su prestigio y seguir trabajando”.
En los últimos tiempos, somos testigos de enfrentamientos estructurados según el mismo patrón de intimidación retórica y de falsas identificaciones destinadas a abortar cualquier debate riguroso, crítico y abierto, a partir del así llamado “conflicto por las retenciones”. Y si nos remitimos a períodos más trágicos, podemos reconocer el mismo tipo de lógica en la retórica con que los gobiernos militares del así llamado “Proceso de Reorganización Nacional” se defendían y atacaban a sus críticos (no en nombre de la lucha contra el “antisemitismo” sino, ellos, en nombre de la “la civilización occidental y cristiana”).
Y esto por fin nos conduce al análisis que en algunos de estos trabajos se propone sobre las consecuencias de someterse a este tipo de “intolerable chantaje”. Permítanme señalar una de ellas como modo de ir cerrando este prólogo. Judith Butler es quizás quien mejor la expresa cuando señala que la identificación automática que se hace y que se pretende indiscutible, so pena de ser considerado “antisemita”, entre judío, israelí, sionista y víctima, es la mejor manera de suprimir toda posibilidad de pensamiento crítico y de debate público reflexivo, cuidadoso y analítico sobre las dimensiones históricas, políticas, éticas e incluso sociológicas que están en juego.
Es decir: este tipo de manipulación, este abuso de los argumentos ad homi-nem, considerados ilegítimos ya por la escolástica pero hoy retomados sin pudor como herramienta de presión y de intimidación en todos los debates políticos donde se juega la puesta en cuestión de privilegios y el combate contra abusos de poder, conduce, dice Butler -y yo acuerdo-, por una parte a ahogar la expresión de la crítica (y, terror al estigma o sentimientos de culpa mediante, hasta el cultivo personal del pensamiento crítico), y, por otra parte, a imponer al espacio público una mutilación insidiosa, haciendo imposible que en él se discutan abiertamente, en libertad y sin prejuicios, temas de candente importancia -el antisemitismo es uno de ellos, pero los derechos y la situación de los palestinos es otro, o la pertinencia de un modelo social fundado en el imperio irrestricto del mercado, y hay más—. Se priva así a la sociedad del derecho y la posibilidad no sólo a ser adecuadamente informada, en un lenguaje sin segundas intenciones o manipulaciones ideológicas ocultas, sino también a escuchar y elaborar las distintas posiciones y los argumentos con que unos y otros sostienen su validez.
En otras palabras, los ensayos e intervenciones que conforman este libro nos aportan no sólo una imagen más clara de cómo estos fenómenos se dan en Francia (y en Estados Unidos) sino también herramientas de análisis que nos permiten estar más alertas y ser más críticos respecto del uso que en nuestro país y en nuestro continente se hace de mecanismos de chantaje “moral” semejantes, y de las consecuencias nefastas para la democracia que tiene la aceptación pasiva de esas prácticas.
Por último, quizás este libro nos permita también enriquecer nuestra reflexión sobre la importancia de ampliar ese espacio público cultivando el coraje ético y político de expresar nuestro pensamiento con inteligencia y con determinación, pero también la ponderación y la lucidez necesarias para considerar a quienes piensan diferente no como enemigos a los que ni siquiera vale la pena escuchar -salvo para mejor desmentirlos- sino como otros seres humanos, distintos, como semejantes cuyas posiciones y argumentos deben ser sopesados y elaborados -y llegado el caso criticados y contestados- con interés y honestidad.
Es decir, las páginas que siguen pueden ayudarnos a salir de las dicotomías fáciles y de los fanatismos temperamentales para, en cambio, tratar de avanzar hacia la creación de un modo de enfrentar los conflictos que nos separan en tanto seres que compartimos una única y limitada tierra, de modo tal que en lugar de plantearlos en términos excluyentes y destructivos podamos tratarlos en términos cooperativos y solidarios.
Como la misma Judith Butler sugiere en su intervención: las soluciones que son buenas para todos, mejoran también la situación de cada parte. O como le gusta decir a un gran amigo, editor del libro que el lector tiene en sus manos: encarar los conflictos con la conciencia de que “mi libertad no sólo no termina, sino que se amplía y se fortalece con la libertad de los otros”.
Alejandro Romero
Notas:
1- Uso el término ‘comunidad judía’ en su sentido más lato y de uso común. No me refiero sólo a quienes participan del judaismo como religión (lo que sería el sentido estricto del término), sino también a todos aquellos que se reconocen a sí mismos como “judíos”. En este libro varios de sus autores (en especial Judith Butler y Saad Chedid) ponen sobre el tapete la discusión acerca de los significados de este término y de la pertinencia de su uso para referir una religión o una “pertenencia cultural”.
2- Algo que, para colmo, es más que tradicional en el mundo en que vivimos y trasciende ampliamente el marco reducido del conflicto israelí-palestino, como que acompañó la expansión de los grandes imperios (incluidas la de Europa hacia América y la de Estados Unidos hacia el resto del mundo) y es consustancial a las instituciones de matriz monoteísta, que ponen la obediencia a un patrón excluyeme y trascendente de identidad comunitaria por encima de la convivencia en el seno de la comunidad plural de los seres humanos.
INTRODUCCIÓN
“Cuando Sharon vino a Francia, le dije que debe sin vacilación poner en marcha un Ministerio de la Propaganda, como Goebbels.”1
La declaración de Roger Cukierman a un importante diario israelí hace correr un frío helado por la espalda. ¿Podía el presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF) poner en evidencia más abiertamente su voluntad de desinformación, su rechazo al deber de la verdad y, de ese modo, su celo en apoyar la política del gobierno israelí de ese entonces? En cuanto al “modelo” inspirado en el régimen nazi, es una referencia simplemente espantosa y agobiante, que conmueve hasta tal punto nuestros valores morales e históricos que casi desearíamos no haberla escuchado.
Este libro nació del espanto que produce el creciente apoyo al gobierno israelí por parte de la comunidad judía, sus representantes oficiales o auto-proclamados, y muchos intelectuales franceses, judíos o no. Espanto, también, ante el uso cada vez más sistemático por parte de los mismos del tema del “avance del antisemitismo” o de la “nueva judeofobia”, al que se hecha mano para descalificar toda crítica de la política militar y colonialista llevada a cabo desde fines del año 2000 por el gobierno de Ariel Sharon. Espanto, en fin, aún más general frente al rumbo suicida que tomaron la sociedad 2 y los gobiernos israelíes y frente a sus repercusiones sobre parte de la comunidad judía de Francia.
Hay, entre los adversarios de Israel o de la política israelí antisemitas confesos. El problema es que hoy todos los esfuerzos van dirigidos a asimilar cualquier crítica a Israel y su política a alguna forma (más o menos nueva) de antisemitismo. Una estrategia que no deja de recordar aquella que consistía, hace cincuenta o sesenta años atrás, en asimilar toda crítica a la URSS a una posición fascista, de modo de acallarla.
Hoy, los militantes de izquierda, en particular los que luchan por una paz justa en el Medio Oriente se ven confrontados a una inaceptable lógica de la sospecha (la “alianza rojo-verde-pardo” denunciada por el señor Cukierman) y a un grosero chantaje por medio del antisemitismo. Es a esa lógica la que algunos de ellos han querido responder aquí, desmontando los mecanismos por los que se efectúa ese chantaje, recordando su compromiso y su condena a todos los actos de antisemitismo cometidos en Francia, y reivindicando su derecho de criticar a Israel.
“¿Se puede criticar a Israel?”-, nos sorprendemos con todo derecho que en Francia, en 2003, semejante interrogante pueda plantearse, que dé pie a argumentaciones y artículos, y que pueda, incluso, ser el título dejan libro reciente.(3) Un poco de sentido común democrático y la convicción común, casi trivial, de que el campo de la libertad de expresión (y de la crítica) no conoce límites, deberían bastar para eliminar la cuestión. Sin embargo…
Sin embargo, el caso de Israel parece ser una excepción, que no data de ayer. Élie Wieserl mismo, en septiembre de 1982, algunos meses después de la invasión al Líbano por parte de Israel (y pocas semanas antes de la masacre de Sabra y Chatila), contestaba en una entrevista: “Tengo un principio. No soy israelí, soy un judío de la diáspora, y el precio que pago, el precio que elegí pagar para no vivir en Israel, en particular en estas épocas de constantes peligros, es el de no criticar a Israel en el exterior, fuera de sus fronteras”.4 ¡El defensor de la memoria del holocausto eligió pues acallar su indignación moral y suspender su lucha por los derechos del hombre!
Y entonces nuevamente, en virtud de nuestras referencias morales e históricas no podemos sentirnos más que abrumados por tales declaraciones. Y habrá sin duda que interrogarse sobre las consecuencias del silencio de unos y de las palabras de los otros: ¿habrase visto jamás en Francia tal cantidad de intelectuales democráticos y de personalidades esclarecidas renunciando a denunciar, cuando no sosteniendo abiertamente, una política militar y colonialista sin salida, encerrándose en la misma ceguera y la misma mala fe? Tanto más razón para saludar el coraje de quienes han elegido ir contra la corriente.(5)
No nos detendremos aquí en el análisis de los resortes de esta ceguera y esta mala fe, resortes que algunos de los autores de este libro se esfuerzan por develar. Pero que se nos permita recordar un episodio que ilustra las contradicciones y los sin-salidas a los que conduce cierto uso político del antisemitismo y de la memoria del holocausto. En enero de 1998, a pedido de la administración estadounidense Yasser Arafat fue oficialmente invitado a visitar el Museo del holocausto sito en Washington. La eventualidad de semejante visita provocó de inmediato la ira y la consternación de varios elegidos de la Knesset: “Profanación de la memoria de las víctimas del nazismo”, “insulto a los sobrevivientes”. El diputado de extrema derecha Rehavam Ze’evi abundó: “¿Qué busca este asesino en el Museo del holocausto? ¿Quiere que lo fotografíen, los labios temblorosos, llorando como un cocodrilo para convencernos de que es un ser humano? ¿Quiere estudiar las hazañas de Adolf Hitler para inspirarse mejor?”.
El diputado arabe-israelí Azmi Bishara se mostró sorprendido: “Entonces, alguien quiere conocer vuestra memoria colectiva… ¡y ustedes se niegan!”. Al día siguiente, a lo largo de una entrevista aparecida en Ha’aretz, el escritor y periodista Salem Jubran demostraba con claridad la paradoja: “Les pregunto a los que se oponen a la visita de Yasser Arafat: ¿qué hubieran dicho si hubiera rechazado la invitación a visitar el museo?”.'(6)
El episodio revela el tipo de sin-salidas a los que puede conducir la manipulación, consciente o no, de la memoria y del sufrimiento. Más allá de las convicciones propias que las atraviesan, las contribuciones reunidas en este volumen nunca tuvieron la pretensión de apaciguar un conflicto saturado de pasiones desde hace mucho.
Sus propósitos, más modestos, son los de intentar detener la espiral de sospecha que alimenta sin fin los fantasmas, y también obligar a un esfuerzo de lucidez a todos aquellos que, hoy, equivocan el combate.
Hugues Jallon
Director literario
NOTAS
1- Ha’retz, 26 de septiembre 2001
2- Gfr. El análisis de .Michel Warschawski, A tombeau ouvert. La crise de la societé israélienne, La Fabrique, Paris, 2003.
3- PLISCUI Boniface, Est-ilpermis dr critiijíivr IsniíTí’, Robert Laitont, Paris, 2003.
4- Citado en Mark Chmiel, “Elie W’iesel autí the Question of Palestíne”, Til-tm/, nouembre-Lliciemhre, 2002.
5- Por ejemplo, Théo Klein, Manifesté d’uti jitif Ubre, Liana Levi, Paris, 2002.
6- Episodio citado en Aviv Lavie, “Partners in pain, Arabs Study the Holocaust”, 12 de febrero 2003. http:\\www.counterpunch.org/lavie02122003.html (ínicialmenre aparecido en Hare’etz)