Skip to content

LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN-Versión completa según el Duque de la Victoria

210 páginas
Editorial Nuevo Orden
Precio para Argentina: 25 pesos
Precio Internacional:  8 euros 

El problema de si Los Protocolos de los Sabios de Sion son en realidad lo que su editor originario proclamó: actas de unas sesiones celebradas por un alto mando judío, reflejando los planes acordados por él para esclavizar al mundo, es quizá un problema puramente académico; la cuestión trascendental no es saber si las actas o protocolos son auténticos o una invención, sino el de conocer si han existido y existen judíos con ideas, moral, planes y hechos que han sido y son los expuestos con tanta nitidez en este libro.

Que los hubo y los hay lo demuestra la lectura atenta de cada página con textos de la máxima elocuencia, en esta reedición completa, sin interpolaciones ni comentarios, para lo cual se ha seguido la ya clásica edición de Monseñor Jouin, prologada por el Duque de la Victoria.

ÍNDICE

Nota del editor, ………………………………………………………………………………………9
Prefacio, ………………………………………………………………………………………………11
La judeo masonería, ………………………………………………………………………………17
El peligro judío, ………………………………………………………………………………………17
Los secretos de los sabios de Sión, ……………………………………………………………17

PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN…………………………………………….49
Explicaciones necesarias, …………………………………………………………………………129
Final de las explicaciones necesarias de Nilus, ……………………………………………..187
Fin del epílogo de Nilus, …………………………………………………………………………..137

Apéndices
Apéndice I. — Resumen de los “Protocolos”, ……………………………………………141
Apéndice II. — Análisis de los “Protocolos de los sabio» de Sión”, ……………..145
Apéndice III. — Edición rusa del año 1920, ………………………………………………155
Apéndice IV. — Edición polaca de 1919, ………………………………………………….178
Semejanza entre “Los protocolos” y la sociedad actual, …………………………….187
Epilogo, ………………………………………………………………………………………………..193

NOTA DEL EDITOR

El lector verá, en los estudios críticos que siguen, lo que se puede pensar de la autenticidad de los Protocolos de los Sabios de Sión. A él toca, una vez pesadas las razones, sacar la consecuencia que juzgue más oportuna.

Pero piénsese lo que se piense sobre la autenticidad de los referidos documentos, o sea, sobre si en efecto han de considerarse como verdaderas actas de las sesiones del Congreso Sionista de Basilea en 1897, no cabe dudar un punto del interés que hoy ofrecen y de la triste veracidad que la experiencia actual del mundo les ha conferido.

Creemos que el lector se quedará asombrado de la exactitud, que pudiéramos llamar profética, de los Protocolos: y más siendo incontestable que un ejemplar ruso, del profesor Serge Nilus, está registrado en la Biblioteca del British Museum con el número 3.926 d. 17 y que lleva el sello de entrada British Museum, 10 de agosto de 1906.

Si, pues, el lector llegara, a la vista de las razones críticas e históricas que en esta obra se exponen, a una conclusión que negase la autenticidad de los Protocolos, tendría que conceder, al mismo tiempo, a la-vista de la veracidad que les prestan los acontecimientos, que la falsificación está perfectamente imitada y que bien pudieran ser, si no lo son, las auténticas actas de las sesiones del Congreso Sionista de Basilea en 1897.

No llamaría tanto la atención del mundo- imitación tan fiel, en el caso de que lo sea, si no estuviera en el pensamiento de todos la perfecta concordancia de los documentos con el sentir y las obras de aquellos a quienes se atribuye. Mejor que nunca, los hechos nos autorizan a recordar el famoso adagio: Se non é vero, é ben trovato.

PREFACIO

Damos hoy una nueva edición de nuestro primer volumen relativo a El peligro judeomasónico. Este volumen está consagrado a los Protocolos de los Sabios de Sion, con arreglo a la traducción hecha por Serge Nilus. Nuestra primera edición tiene fecha de 1920; dos años más tarde, en 1922, dábamos a, luz los mismos Protocolos con arreglo a la traducción hecha en 1901 por Georges Butmi, y que en nuestra colección El peligro judeomasónico forma el 4° volumen; estas dos ediciones enriquecidas con notas suplementarias muy extensas, contienen aproximadamente todo lo que la crítica ha dicho a propósito de la veracidad y autenticidad, de los resúmenes que aparecieron en 1918 en Novocherkassk (Rusia Meridional) bajo este título sugestivo: Los Protocolos Sionistas, los planes para la conquista del Universo por los judíos masones.

Se trata, sin duda, en ellos, de la dominación mundial de Israel, representada por la “serpiente simbólica”. Ahora bien; es evidente que el plan de la “serpiente simbólica”, como ya lo hemos dicho (Mons. Jouin, op. cit-, IV, 191), no es el trabajo de unas cuantas conferencias de iniciación al uso de los estudiantes israelitas, sionistas o no, sino más bien una obra meditada, retocada y adaptada a las diferentes épocas, durante muchos siglos. LosProtocolos son, pollo menos en parte, el objetivo a que se tiende, y su redacción parece basada en el conjunto didáctico de los diversos puntos que son precisos para asegurar la ejecución. Lo que el historiador judío James Darmesteter, dice de los ataques judíos contra la Iglesia (1) puede aplicarse a todos los proyectos de revolución y dominación mundiales; son siempre los judíos “los que prepararán todo ese arsenal mortífero de razonamientos y de ironías que legarán a los escépticos del Renacimiento, a los libertinos del gran siglo”, a los iluminados de 1789, a los terroristas de 1793 y a los bolcheviques de 1917. La redacción inicial del programa y aun su fidelidad literal se remonta a seis siglos antes en las sombras del ghetto, y más exactamente todavía, al tiempo de Celso y de Orígenes, en la misma cuna de la religión de Cristo. Así no tiene nada de particular que encontremos en los documentos judíos más modernos, no sólo las ideas, sino los mismos términos de los Protocolos.

En cuanto a la precisión absoluta referente a los orígenes y a la redacción actual de los Protocolos, tendremos que esperar al fin de la revolución judía que reduce a Rusia a la esclavitud. Toda indiscreción seria un peligro para los interesados y para sus familias. Nosotros podemos afirmar que el manuscrito traducido por Nilus estaba en lengua francesa; el zar lo comunicó al general N…, escritor de tanta escrupulosidad literaria que nos lo ha trasmitido sin haberse dado cuenta de ello. Su testimonio es precioso y concluyente; además el estudio crítico del texto nos obliga a dar por seguro que aquella misma redacción estuvo entre las manos de Maurice Joly en 1864 y entre las de Serge Nilus en 1901, el cual no conoció el libelo compuesto contra Napoleón III (Diálogo en los infiernos).

Otro dato posterior a 1864, ‘pero anterior al Congreso Sionista de Basilea en 1897, es el del croquis del H. •. Herir]) Labouchére, del grado 33, como Mauricio Joly, del que se hicieron más de un millón de ejemplares en el número de Navidad de 1890 en el periódico inglés La Verdad. Este croquis de los Estados Unidos de Europa con el retrato del kaiser y del emperador de Austria, que vienen a prestar sumisión ante la causa del trabajo, este croquis, decimos, apenas llamaría nuestra atención, si no reprodujera más que la República universal; pero sobre el importante territorio de Rusia, puso este rótulo: “Desierto Ruso”. El H.’. Labouchére conocía indudablemente el siguiente dato de los Protocolos: “En resumen, para demostrar que todos los Gobiernos de los gentiles de Europa (2) nos son sumisos, demostraremos nuestro poder con uno de ellos, por medio de crímenes y violencias, es decir, por el reinado del terror, y en el caso en que se revolvieran todos contra nosotros, les responderemos con los fusiles americanos, chinos o japoneses.”

Desde 1890, la fe en el triunfo del plan judeomasónico de los Protocolos inspiró muy racionalmente sin duda al H.-. Labouchére el poner el fatal rótulo: “Desierto Ruso”.

Pero la irrecusable justificación del origen judío de los Protocolos está en la concordancia de su programa y de su actual realización. El hombre de talento que concibió en su imaginación este plan de nivelación mundial, para llegar a superponer la dominación de Israel, no hubiera podido desarrollarlo hoy día en absoluto, según lo había soñado; para ejecutarlo, hace falta en un pueblo, o en una prodigiosa asociación, el acoplamiento de una inagotable potencia de dinero, al servicio de una indomable fuerza revolucionaria. ¿Dónde se encuentra ese pueblo? ¿Dónde puede encontrarse esa doble fuerza, que ha de ser a la vez constructora y destructora? Acordémonos simplemente de la siguiente página del Camino de Endor (The way to Endor):

“Rusia, destruida para siempre; Turquía, condenada; la Gran Bretaña, Alemania, Austria, Rumania, Servia, Italia y Francia, desangradas; todo lo que sobrevive, corre peligro de caer bajo la anarquía roja; las civilizaciones del pasado, China, México, India, Asiria, Persia, Egipto, Grecia, Roma, perecieron del mismo modo, y en el momento actual ha llegado el turno a Europa; estamos en la noche de un nuevo día. las antorchas deben volver a encenderse en las llamas mortecinas de la conflagración europea, para alumbrar la aurora de la fraternidad universal, de la paz y de la buena voluntad internacional. Y esto ¿por quién? No será por los americanos que lo materializan todo. Los americanos poseen demasiado, tienen una Patria, están encariñados con la tierra donde viven; por consecuencia, para ellos, como para las demás naciones, su patria es lo primero, dejando en segundo lugar las grandes fuerzas morales. Los jefes. del porvenir pertenecerán a una nación sin Patria, o mejor dicho, a una nación cuya Patria sea el mundo entero.

“Existe aún, desde hace más de mil años, una nación, sin territorio pero con un gran espíritu nacional, cuyos hijos han sabido conservar la unidad de la sangre en todos los tiempos y en las situaciones todas que, como directores en todos los países, han venido ocupando, no por la fuerza o la cuantía de sus armamentos, sino por su supremacía intelectual y moral.

“La fuerza intelectual, religiosa y moral debe reemplazar a los cañones, a los barcos, a la fuerza física; y para el manejo de esta fuerza, la Nación sin tierra a que me refiero y sin rival, es la Nación judía.”

Esta apoteosis de la Nación judía, es la prueba más palpable de la veracidad de los Protocolos; y el bolchevismo judaico nos traerá mañana, como hoy en Rusia, el paraíso terrestre de la humanidad sin Dios, si Francia, bajo el choque de un despertar inesperado, no es capaz de derrumbar todas las leyes laicas y de producir, según costumbres tradicionales, generaciones que se honren con el título de católicas y francesas. Los Protocolos tan formidablemente bosquejados tocan a rebato, por el incendio “del Gran Dio,”; poneos en guardia, no hay tiempo que perder.

Día de Pascua, 17 de abril de 1927.

                    E. JOUIN

            Protonotario Apostólico.
Cura de San Agustín.

 

Notas:

1 –  James Darmesteter. Coup d’oeil sur l’histoire du peuple juif. (Revue des Deuz Mondes, 15 de marzo 1898,  pp. 432-433.)—El judío Lucien Wolp escribía el 24 de noviembre de 1895 en el Pall-Mall Gazette: “A pesar de afirmaciones contrarias, sostengo que los judíos son siempre primero judíos y después ingleses; y si así no fuera, lo sentiría y mucho por el judaismo. No he de extenderme ante lo absurdo que sería anteponer el sentimiento de una nacionalidad limitada a un pueblo, por encima de las aspiraciones humanas (cosmopolitas) que me han sido enseñadas por las palabras más sagradas de un sabio de mi raza.”

2 – Gentiles, palabra que los judíos emplean siempre que se refieren a los cristianos, o Goim, en señal del mayor desprecio; la palabra Goim la hemos de encontrar muchas veces al leer los Protocolos; en singular se dice Goi, en masculino plural se dice Gojim y para el femenino plural, Goja Gojoth. En su origen querían indicar con ella a un pueblo pagano y nunca la aplicaban a los individuos; además, solían designar así a los pueblos que los habían sometido, y Unnin, a los que no habían cometido ese crimen, pero pasado el tiempo, la han empleado siempre que hablan de los cristianos, como palabra despreciativa. También dicen Schabbis-Goi, para designar los cristianos que emplean en los ministerios y menesteres, que no pueden ellos hacer ciertos días por prohibírselo su religión.