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España y el marxismo – José Blanco Amor

99 páginas
Ediciones Theoria
1966

Encuadernación rústica
Precio para Argentina: 25 pesos
Precio internacional: 7 euros

José Blanco Amor tiene ya ganado  un  lugar  de  primerísima línea en la, literatura de los pue­blos hispánicos. Ensayista de temas analizados con originalidad y novelista de perfiles no comunes, también sabe vivir con pasión el sorprendente   mundo   del   periodismo y llegar a  vastos sectores populares mediante la conferen­cia dicha con gracejo y desarro­llada con rigurosos esquemas ana­líticos. Vasta  resonancia  alcanzó su  estudio  sobre  la  Generación del 98, al punto de haber moti­vado  numerosos estudios críticos y bibliográficos tanto en España como en la Argentina y otras na­ciones   de   América   latina.   La misión, la  más reciente  de sus novelas, sirvió para  refirmar las dotes ya exhibidas en La vida que nos dan,  Todos  los muros  eran grises, Antes que el tiempo muera y Duelo por la tierra perdida, producciones todas que muestran las   vastas  posibilidades  que   se ofrecen   a   la   creación   literaria cuando se sabe vincular al mun­do de la fantasía con esa fuente temática inagotable que es la vida humana.
España y el marxismo permite a Blanco Amor meditar sobre uno de los temas más acuciantes de nuestro tiempo —la acción co­munista en el mundo— y exponer su pensamiento acerca de la posición que debe asumir en el concierto de los pueblos libres la nación ibérica. Para hacerlo se vale de un género que no es usual entre nosotros —la polémica epistolar— y con el objeto de ofre­cer al lector una visión más aca­bada de su riguroso pensamiento, lo expone junto con el de su ocasional adversario, Francisco Fernández-Santos. La lectura orgánica y confrontada de los textos que exponen tanto la posición de uno como de otro pensador, permitirá sin duda comprender cabalmente los tremendos riesgos que amenazan a un pueblo si se aleja de su misión universal y se allana a  la militancia  facciosa.

ÍNDICE

Prólogo                   7
“El marxismo le sentará siempre como un disfraz”, por josé blanco amor                 13
“Usted cree que el marxismo es la peste”, por f. fernández-santos   21
“¿Qué solución da el comunismo a la desigualdad entre dirigentes y pueblo?”, por jóse blanco amor                       43
“¿Discusión intelectual o guerra fría?”, por f. Fernández santos ….   63
“Estamos hablando de cosas distintas. Usted me quiere vender algo que yo no le quiero comprar”, por josé blanco amor                         83

PRÓLOGO

Este diálogo se inició con un afectuoso y campechano “Mi querido amigo” y se cerró con un seco y adusto “Señor Fernández-Santos”. La gradación en el tratamiento que va del comienzo al final está ampliamente explicada en este libro. El argumento ad hominem fue iniciado por mi joven e impetuo­so oponente, y yo no tuve más recurso que echar mano de él para defenderme de acusaciones tan antojadizas como absurdas.
Mi posición parte de estos dos hechos:
1º — EI marxismo ha sido absorbido y dominado total­mente por los comunistas, quienes se autotitulan sus legítimos intérpretes y herederos.
2º — El marxismo es hoy la retórica oficial de los Estados soviético y chino, su ve de sostén para defender la uniformidad política (régimen de un solo partido) y en él se amparan las brutalidades del régimen, al mismo tiempo que se lo utiliza para exaltar las con­quistas sociales y las victorias científicas y técnicas. Todo se hace en nombre del marxismo.
Conocer estos hechos es un deber para cuantos nos inte­resamos por los movimientos del pensamiento moderno. Y si los conocemos, no podemos prestarnos a ser juguete de quie­nes, en nombre de las ideas, quieren hacernos víctimas de la dialéctica para confundirnos y aplastarnos bajo el peso de sus razonamientos. Estas son las causas por las cuales me detuve en las consecuencias reales del marxismo y no en el marxis­mo como teoría pura. El marxismo como teoría se presta a toda clase de divagaciones e interpretaciones, que van desde la inevitabilidad de la lucha de clases hasta la infalibilidad del determinismo histórico.
Pero la historia moderna saltó por encima de estas dos concepciones de Marx. A medida que los grupos sociales se van integrando en la sociedad moderna, la lucha de clases re­sulta prácticamente imposible. La sociedad de nuestros días avanza resueltamente hacia la creación de estamentos nivela­dores, y entonces la lucha entre los grupos de la misma sociedad sería un suicidio colectivo. El determinismo histórico, por su parte, es una frase que la ciencia y la técnica modernas han arrinconado entre las fantasías del pasado. Estas definiciones fueron hechas para una sociedad congelada, según la visión que Marx tenia del capitalismo en el momento de forjar sus teorías. Pero la sociedad capitalista hace tiempo que se des­congeló.
La sociedad moderna es fluida, confusa en sus métodos pero clara en sus fines: integrar a todas las clases con prescin-dencia de las ideologías deterministas. Por eso yo no podía conformarme con examinar el marxismo como teoría pura, callejón sin salida en el que quiso hacerme entrar Fernández-Santos. Esto hubiera equivalido a detenerse en un punto fijo del análisis general del marxismo, sin tener en cuenta que los hechos históricos y la sociedad de los últimos veinte años han alterado visiblemente sus consecuencias. Al marxismo, como a cualquier otra teoría, hay que juzgarlo por sus realizaciones. Y si en el edificio de esas realizaciones sobresalen la dictadura, el despotismo, la burocracia del partido único, el proceso a artistas y hombres de pensamiento (Syniavsky y Daniel fueron condenados a trabajos forzados por mostrarse en desacuerdo con el régimen), entonces el marxismo es un macarthysmo con bandera roja. Porque si el fruto de una teoría es una rea­lidad bastarda y negativa, ¿qué valor moral puede tener el he­cho de que la teoría haya sido perfecta en sus orígenes? Cuan­do se piensa en las teorías expuestas en el Sermón de la Mon­taña se ve el mundo enriquecido por una civilización que re­dimía al hombre mientras levantaba catedrales. Aquí la teo­ría y sus consecuencias tienen una relación perfecta de causa a efecto. En el marxismo es al revés. Fernández-Santos ha de­mostrado, con abundante erudición, que el “marxismo es libertad”. Eso es en la teoría; en la realidad el marxismo es dictadura.
Este diálogo se entabló entre dos escritores nacidos en Es­paña sobre la necesidad de la convivencia española. También estaba en juego si convenía o no que España ingresara en el Mercado Común Europeo. Ambos escritores residimos fuera de España: Francisco Fernández-Santos en París y yo en Bue­nos Aires. Digo esto porque a continuación tengo que aclarar que no pretendo imponer mis puntos de vista a los españoles de España sobre los problemas del momento. Pero el lector debe saber por anticipado que era España el sujeto y el objeto de mis inquietudes, y no el marxismo. El marxismo llegó desde París con aires de curador de todos los males, y yo me he per­mitido poner en tela de juicio sus virtudes.
Reconozco que mi inconformismo en el terreno marxista tiene mucho de insolente. Y es porque sus teorías, sus esque­mas y sus definiciones me resultaron siempre borrosas. Esta impresión se acentúa en mi espíritu cuando alguien se esfuer­za por convencerme de lo contrario (caso Fernández-Santos). Las teorías marxistas, expuestas como axiomas, resultan meros supuestos y entran a formar parte de la anfibología ideológica, tan común en quienes no tienen el valor de rechazar lo que no es claro. Y porque nada en el marxismo tiene claridad, nos lo- quieren vender como articulo de primera necesidad para la revolución. Hace mucho que estoy convencido de lo siguiente: el marxismo es la filosofía oficial de un conjunto de Estados totalitarios en los que subsisten esquemas reaccionarios más acentuados que en muchos países capitalistas. Esto es particu­larmente visible en la Unión Soviética 1.
“Puesto que el marxismo goza del monopolio ideológico —dice el escritor marxista C. Wright Mills—, la libertad inte­lectual está limitada por la interpretación oficial del marxis­mo. De la imagen del futuro, elaborada en la sociedad capita­lista del siglo XIX, el marxismo se transformó en la ideología del bloque soviético”. Y agrega más adelante: “Ha habido muchos cambios y virajes, cada uno de los cuales ha sido de­bidamente proclamado en nombre del marxismo. La política y la doctrina están íntimamente vinculadas. Las direcciones políticas cambian a menudo: no es sorprendente que la doc­trina misma se haya trivializado y, en el proceso, se haya va­ciado de buena parte de su fuerza ¡moral y de su capacidad de persuasión intelectual (el subrayado es mío). Con frecuencia se ha convertido en una ideología curiosa e intelectualmente vacía (el subrayado es mío), en la que el comunista-en-funcio­nes debe ser un experto. Verdaderamente una ideología de madeja burocrática que el comunista debe desenredar y enre­dar y volver a desenredar para poder actuar de algún modo”.2
O sea que la burocracia comunista ha dado muerte a la “imagen del futuro” del marxismo.
En las páginas que se van a leer queda expuesto, con la mayor claridad y precisión que me han sido posibles, mi pen­samiento relacionado con España y el marxismo. Los argumen­tos que he utilizado sirven para otros países en vísperas de cam­bios políticos y sociales de importancia. El material de este libro ha sido publicado en los números 181, 184, 185, 190, 193 y 197 de la revista literaria “índice”, de Madrid. Aquí se mantiene su estructura epistolar. Se publican también las réplicas de Fernández-Santos, sin las cuales el lector se hubiera encontra­do con que se le mostraba una sola cara de la moneda.
Buenos Aires, 10 de abril de 1966.
José Blanco Amor

1. Erich Fromm, ¿Sobrevivirá el hombre?, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1964.
2. C. Wright  Mills, Los  marxistas. Ediciones Era, México,  1964.