90 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2014, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 160 pesos
Precio internacional: 12 euros
Dado que la acción fascista, por lo menos en sus aspectos más visibles y conocidos, se dirigió precisamente contra las organizaciones socialistas, que dominaban totalmente los campos de la vida social italiana, no se vaciló en definir al Fascismo como reacción antipopular, antidemocrática, antiobrera.
Pero el procedimiento empleado para llegar a esta definición es demasiado simple, y fácilmente se puede demostrar que es tan erróneo como interesado.
El Fascismo no destruyó las organizaciones de los trabajadores. En cambio, luchó, hasta aniquilarlo, contra el Partido Socialista. Y no a causa de las reivindicaciones sociales proclamadas por este Partido, sino justamente porque el Socialismo italiano, descuidando los intereses del trabajo tanto como los intereses generales del país, sólo se servía de las masas obreras para fines políticos y electorales, y había dejado de representar las aspiraciones más legítimas del pueblo.
Lo cierto es que, en tanto que el programa de los Fascios Italianos de Combate se diferenciaba como es notorio de todos los de los viejos partidos por las concretas reformas sociales que proponía, el Fascismo invitaba a los trabajadores a organizarse en los sindicatos nacionales para amparar sus intereses particulares.
El Fascismo tenía, pues, un camino bien definido que seguir: su finalidad consistía en establecer un orden nuevo, político y social, apto para afrontar la inmensa tarea de la reconstrucción italiana y encauzar el País hacia un porvenir de laboriosa paz.
Los trabajadores italianos de la industria prepararon estas breves notas ilustrativas, con el fin de dar a conocer a los trabajadores de los demás países en toda su realidad, la estructura social y la organización del trabajo vigentes en Italia.
ÍNDICE
I.
DE LA ANARQUÍA DE POSGUERRA AL NUEVO ORDEN SOCIAL
1. Italia en 1919.
2. Necesidad de la acción fascista. Carácter popular del movimiento,
3. Nacionalismo e internacionalismo.
4. Nueva política social.
5. Estructura sindical.
6. Magistratura del trabajo.
7. El Partido Fascista y los trabajadores.
8. Corporaciones.
9. Funcionamiento y finalidades de las Corporaciones.
II.
LA POSICION ACTUAL DEL TRABAJADOR EN ITALIA
10. Sindicato obrero.
11. Voluntarismo de los trabajadores.
12. Salarios ~aparentes y salarios efectivos.
13. Instituto Nacional Fascista de Previsión Social.
14. Instituto Nacional Fascista contra Accidentes del Trabajo.
15. Obra Nacional de Protección a la Maternidad y a la Infancia.
16. Patronato Nacional de Asistencia Social.
17. Cajas Mutuas.
18. Obra Nacional « Dopolavoro » (« Postrabajo »).
III.
LA PRIMERA GUERRA PROLETARIA
19. El pueblo italiano y su derecho a la vida.
20. Consecuencias de la conquista de Abisinia.
21. Antecedentes de la conquista de Abisinia.
IV.
LA REVOLUCION SOCIAL FASCISTA EN MARCHA
22. Reforma bancaria
23. Nuevas disposiciones sobre los consorcios.
24. El comercio exterior controla do por el Estado.
25. La economía italiana es ya una economía corporativa.
26. Hacia la meta.
INTRODUCCIÓN
Los trabajadores italianos de la industria prepararon estas breves notas ilustrativas, con el fin de dar a conocer a los trabajadores de los demás países en toda su realidad, la estructura social y la organización del trabajo vigentes en Italia.
I
1. ‑ ITALIA EN 1919.
En muchos ambientes extranjeros, y a veces quizás en buena fe, generalmente, se ha venido considerando el Fascismo como movimiento reaccionario antes que revolucionario.
Es que, según el concepto común, la revolución no puede consistir sino en movimiento de masas. Y dado que la acción fascista, por lo menos en sus aspectos más visibles y conocidos, se dirigió precisamente contra las organizaciones socialistas, que dominaban totalmente los campos de la vida social italiana, no se vaciló en definir al Fascismo como reacción antipopular, antidemocrática, antiobrera.
Pero el procedimiento empleado para llegar a esta definición es demasiado simple, y fácilmente se puede demostrar que es tan erróneo como interesado.
He aquí, substancialmente, lo que se dijo: las organizaciones socialistas, inmediatamente después de la guerra europea, se hallaban próximas a conquistar el poder. El escuadrismo, fascista las ha destruido con la violencia. Por lo tanto, el Fascismo ha obrado como movimiento capitalista y burgués, en función de legítima defensa y por voluntad conservadora.
Este modo de razonar es totalmente abstracto: no tiene en cuenta la realidad de la situación que reinaba en Italia después de la guerra, ni la realidad del Fascismo.
Será preciso, pues, volver muchos años atrás y poner en su punto algunos hechos, ignorados o rápidamente olvidados, pero tan bien fundados que nadie los podría desmentir seriamente.
El Fascismo no destruyó las organizaciones de los trabajadores. En cambio, luchó, hasta aniquilarlo, contra el Partido Socialista. Y no a causa de las reivindicaciones sociales proclamadas por este Partido, sino justamente porque el Socialismo italiano, descuidando los intereses del trabajo tanto como los intereses generales del país, sólo se servía de las masas obreras para fines políticos y electorales, y había dejado de representar las aspiraciones más legítimas del pueblo.
Lo cierto es que, en tanto que el programa de los Fascios Italianos de Combate se diferenciaba como es notorio de todos los de los viejos partidos por las concretas reformas sociales que proponía, el Fascismo invitaba a los trabajadores a organizarse en los sindicatos nacionales para amparar sus intereses particulares.
Por lo demás, no podía ser de otro modo. Efectivamente, los iniciadores del Fascismo, entre los cuales figuraban no pocos obreros auténticos, provenían todos del socialismo o del sindicalismo, habiendo abandonado estos movimientos una vez que hubieron constatado que los mismos carecían de capacidad revolucionaría y que habían degenerado en la corrupción parlamentaria.
Pero el Fascismo no luchó solamente contra el Partido Socialista; en función de minoría revolucionaria, tomó posición contra todas las agrupaciones y combinaciones políticas – de derecha y de izquierda ‑ que monopolizaban el poder y que eran responsables del malgobierno del país.
No son simples palabras: todo aquel que no tenga motivos interesados para fingir olvido, sabe perfectamente cual era la situación de Italia en 1919: espiritual y políticamente desunida, más aún, minada por el contraste disgregador de las facciones internas, envilecida por una paz injusta, sin recursos, y con todas sus actividades económicas desorganizadas, Italia estaba precipitando en plena anarquía.