INTRODUCCIÓN
El presente libro no tiene otra finalidad que ser un simple relato de mis experiencias durante la defensa de la fortaleza de Brest, Francia, durante mi prisión y mi tratamiento como supuesto criminal de guerra en las cárceles de Inglaterra y Francia. Este relato abarca un lapso de más de siete años, tan decisivos para nuestra patria, de los cuales pasé quince meses tras los alambres de púas, y casi cinco años y medio tras los muros de una prisión.
Como es de público conocimiento, fui juzgado por un tribunal militar francés, y condenado, el 21 de marzo de 1951, es decir, seis años y medio después de la lucha por la fortaleza de Brest, a cinco años de trabajos forzados, y por ello fui infamado ante el mundo entero como criminal de guerra. Aun cuando esta sentencia no afecta mi honor de soldado, quiero, no obstante, hacer uso de mi derecho de establecer públicamente cómo se llevó a cabo contra mí el proceso de investigación y cómo se arribó a esa condena. Esto me parece necesario, pues a través de la sentencia del tribunal militar francés, aparecida en todos los diarios, podría llegar a creerse que efectivamente mis subordinados y yo hubiéramos cometido crímenes de guerra.
Me he preguntado frecuentemente si tiene sentido revivir el pasado y las injusticias cometidas por los adversarios. También me he preguntado con asiduidad si este relato podría promover un mejor entendimiento entre los pueblos. Pero en base a mis experiencias y convicciones llegué a la conclusión de que, luego del largo tiempo transcurrido desde 1945, debido en parte a la propaganda tendenciosa, y ya sea consciente o inconscientemente, en la mente de muchas personas hizo presa el concepto erróneo de que sólo del lado alemán ocurrieron injusticias, como si todas las demás naciones estuvieran libres de culpa y cargo. Tal sofisma no puede condecir jamás a la comprensión.
¡el camino del entendimiento pasa a través de la verdad!!
Esta frase estaba frente a mis ojos mientras escribía algo de lo sucedido durante los largos años de cautiverio. Algo. .. ¡no todo! Mucho no lo he mencionado; asimismo, mucho lo he vuelto a tachar en el manuscrito, pues quiero ahorrarle al lector el cuadro de la crueldad. Me anima el deseo de mostrar que, en esta segunda guerra mundial, no debe buscarse la injusticia sólo del lado alemán, coma tampoco la justicia, siempre y exclusivamente, del lado de los adversarios. Por mi parte, conozco y declaro, luego de un profundo y cuidadoso examen de conciencia, que mis acciones y órdenes de soldado no constituyeron nada de lo que yo deba avergonzarme, nada que estuviera sujeto a pena alguna. Sin embargo, según mi criterio y el de miles de soldados, hubo injusticia luego de exponerse jurídicamente la nefasta tesis de la culpa colectiva como base fundamental.
Cuando se arguye que del lado alemán hubo, de todos modos, mucha injusticia y crueldad, sólo puedo responder con las palabras de un poeta germano: “ninguna culpa puede empequeñecerse porque también el otro la haya cometido”. Esto es válido para ambos lados.
La horrible propagación de imputaciones y refutaciones debe concluir de una vez.
Por ello, este libro sobre mis experiencias durante la guerra y después de ésta, no es sólo para mí sino también para que se termine con la difamación y la mentira respecto a los soldados alemanes de la segunda guerra mundial.
En esta contienda de autodesgarramiento de los pueblos de cultura occidental, se luchó con tal dureza que es tiempo de que se reconozca que mal puede correspondería a uno de los combatientes la toga de juez. Por fin, deben ser puestos en libertad los soldados que aún en 1951 están en prisiones extranjeras, sin sentencia, o cumplen penas con fallos en los que la pluma del magistrado fue dominada por el calor de la lucha y por el odio de la guerra, cuando ese juez era, hasta ayer, acerbo enemigo de los acusados. Ha llegado la hora de que, con miras a un futuro más venturoso, se ponga punto final a un pasado turbulento.
Esta es la “Hora 25” para que se abran las puertas de las prisiones a fin de esperar a todas cuantos se hallan detrás de las barreras de la “justicia” del vencedor por haber cumplido sus obligaciones de soldados para con su patria. Pero en aquellos casos en que existan dudas sobre la conducta del imputado, aun en hechos relativos a necesidades bélicas y cumplimiento de órdenes del servicio, el juzgamiento debería estar a cargo de tribunales neutrales y de acuerdo con las leyes alemanas e internacionales vigentes en aquel tiempo.
Así debería haber sido para que el cimiento de unión de los pueblos libres sea sólido, sin fisuras.
Es por eso que insisto en mi convicción de que no sólo es posible, sino también urgentemente necesario, que los pueblos de Europa, que ayer se mataban y herían, se unan para el trabajo conjunto en bien de la paz. Pero repito: sólo podrá existir tal unión si ésta se ejecuta sobre la base del respeto mutuo y de la igualdad de derechos para todos.
Cuando en 1940 estábamos en Francia como vencedores, un francés me expresó sinceramente que deseaba un entendimiento con Alemania, una paz “honorable, duradera, sin segundas intenciones”. Ahora sólo debo repetir estas palabras. Si luchamos por ello, podrán aventarse las tétricas sombras que se ciernen actualmente sobre Occidente como un anticipo de su caída, y podrán desaparecer, para siempre, del cielo de Europa, los jinetes del Apocalipsis.
Alemania quiere y puede aportar sinceramente su contribución. Sorprende el milagro de que Alemania, herida mortalmente en 1945, siga viviendo luego de media década y que por doquier se haya impuesto su ansia de vivir. Sorprende que, a pesar de su sangrienta división, haya crecido económica y culturalmente, y no haya quedado rezagada respecto a los pueblos menos afectados. ¡Cuánta fuerza vive aún en nuestro pueblo y, por ello, cuánta esperanza para un futuro mejor!
A pesar de todo lo ocurrido, deseo creer en ese futuro mejor de mi patria: tiene que ser una Alemania unificada, libre y feliz en una Europa unificada y libre; y asimismo, una Alemania en la que la verdadera virtud del soldado vuelva a ocupar el lugar que le corresponde.